Nueve segundos fue el corto tiempo en que la tierra mendocina tembló. Y el fenómeno, propio de una zona sísmica, generó sorpresa, temor, muerte y destrucción. Ocurrió en los primeros minutos del caluroso sábado 26 de enero de 1985, cuando la gente primero se vio sorprendida y obligada inmediatamente después a estirar la vigilia por miedo a las réplicas, que las hubo y en cantidad, hasta el amanecer.
En los barrios algunos perros se adelantaron al movimiento de la tierra ladrando y corriendo. Un pequeño temblor y un ruido subterráneo se anticiparon al movimiento telúrico, uno de los más violentos de los últimos años. El anterior se remonta a abril de 1927, mientras que los restantes (1944, 1972 y 1977) se registraron en San Juan, aunque también se sintieron en Mendoza.
Así fue que aquella “movida” madrugada el polvo de las viviendas caídas se fue extendiendo sobre una ciudad a oscuras por el corte de energía eléctrica, pero despierta por miedo, sumando en el desconcierto a los pobladores de Godoy Cruz, el departamento más afectado, Guaymallén y Las Heras.
Las escenas de pánico se multiplicaron a lo largo y ancho de esta geografía. Algunos sólo vestidos con ropa de cama, vecinos de los edificios céntricos corrieron desesperados por las calles en busca de un refugio a cielo abierto en las plazas y otros, en vehículos y en una alocada carrera trataban de llegar a sus casas para ver cómo estaba la familia.
Los que habían optado por un rato de esparcimiento en los cines vieron y sintieron espantados cómo ondulaban las butacas cerca de la pantalla, por lo que optaron, algunos caminando y otros en atropellada estampida, evacuar el lugar para agolparse en las veredas o la calle.
Una situación similar fue para la decena de turistas que, sorprendidos por algo desconocido para ellos, abandonaron los hoteles y emprendieron presurosos el regreso a sus lugares de origen.
En el hospital El Carmen, construido en 1900, se desplomaron los techos y el desprendimiento de la mampostería provocó lesiones a más de uno de los pacientes. Eso, sumado a la caída de una enorme cisterna de agua que inundó pasillos y salas, obligó a las autoridades a evacuar a unos 200 enfermos, que fueron trasladados en ambulancia, camillas improvisadas o acostados sobre colchones, a otros centros asistenciales, mientras que muchos optaron por pedir el alta voluntaria.
El después
El sismo había tenido una intensidad de 7 grados en la escala Mercalli Modificada y de 6,3 en la escala de Richter. Su epicentro se ubicó en la “falla de Barrancas”, en Maipú a pocos kilómetros del Gran Mendoza, por lo que las vibraciones fueron tan fuertes que, recuerdan los memoriosos, las agujas de los sismógrafos se quebraron.
En un improvisado balance, a las pocas horas se confirmó la muerte de seis personas (dos como consecuencia de paros cardíacos y el resto por aplastamientos provocados por el derrumbe de paredes o techos) mientras que casi 250 personas sufrieron heridas y traumatismos y más de 12.000 viviendas, en su mayoría de adobe, terminaron desparramadas sobre el piso.
El gobernador Felipe Santiago Llaver decretó la emergencia que, con el tiempo, permitió construir algunos barrios como el 26 de Enero de Las Heras, en recuerdo de aquel trágico sábado. Meses después se suspendió la Fiesta Nacional de la Vendimia y Mora Ana Stocco, reina de 1984, renunció al trono, que quedó en manos de Rosana Tous, la virreina electa.
Increíbles historias
A poco de ocurrido el terremoto se escucharon increíbles testimonios. Tal vez el más alocado fue la versión de que un misil de Estados Unidos, desviado de su trayectoria original, había caído en la zona de Papagayos, lo que había obligado a acordonar el lugar (se habló de la Gendarmería), para que fuerzas extranjeras pudieran rescatar los restos que terminaron siendo llevados a la Isla de Pascua, en territorio chileno.
Otras versiones hablaron de una intensa luz en el cielo y una gran explosión segundos antes del terremoto y hasta se llegó al extremo de señalar que lo que había provocado el temblor había sido un OVNI con la forma de un cigarro que impactó en las estribaciones al Oeste de la ciudad. Sin embargo, lo real y comprobado fue que aquel caluroso sábado 26 de enero de 1985, a la media noche, los mendocinos sintieron en carne propia la fuerza destructiva del terremoto y muchos aún hoy no pueden borrarlo de su memoria.