Este 31 de agosto de 2021 se cumplen 22 años de la llamada “tragedia de LAPA”, en la que murieron un total de 67 personas (dos de ellas en tierra) y otras 34 resultaron heridas. Se la considera uno de los peores accidentes de la historia de la aviación de Argentina. Incluso, todavía hoy, siguen los reclamos de familiares ante la Justicia.
¿Qué pasó en la tragedia de LAPA?
El Boeing 737-204C, correspondiente al vuelo 3142 de la extinta Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA), partió el 31 de agosto de 1999, a las 20.49, del Aeroparque Jorge Newbery de la Ciudad de Buenos Aires con 98 pasajeros y cinco tripulantes a bordo. Al mando del avión se encontraba el piloto Gustavo Weigel, acompañado por el copiloto Luis Etcheverry. Casi como de rutina, todos debían llegar en una hora a Córdoba. El objetivo falló. Murieron 65 de esas personas.
Por algunos inconvenientes en el motor número 1, se perdieron cuatro posiciones de despegue mientras los mecánicos lo revisaban, y finalmente se ubicó en la cabecera. A las 20.54, durante la operación para despegue, la nave no levantó vuelo y continuó su carrera más allá de los límites del aeropuerto, atravesando la Avenida Costanera Rafael Obligado (Costanera Norte), arrastrando a un auto que circulaba por ella y finalmente chocando contra unas máquinas viales, un terraplén y una planta reguladora de gas.
El incendio fue instantáneo. La pérdida de combustible y el gas expelido por la rotura de la planta provocaron el siniestro que acabó con la mayoría de las víctimas. Además de 95 de las personas a bordo, otras dos murieron en tierra. Otras 35 también resultaron heridas.
El espanto invadió la escena. El ambiente era irrespirable por el humo. La postal: un infierno de hierros retorcidos y lamento humano.
El relato de tres resilientes de la tragedia de LAPA
“Después de lo que pasamos todos, después de haber estado en un verdadero infierno, con llamas hasta el cielo, ya no le tenemos miedo a nada, ni siquiera a la muerte, estamos acorazados”, contaron luego Marité Herenú, Marisa Beiró y Benjamín Buteler, tres luchadores que salieron con vida de esa tragedia.
Marisa estuvo un año internada, con los primeros tres meses en estado crítico reservado: “Pasé por muchas cirugías, creo que 45 fueron, todas muy complejas. Tuve que aprender a caminar, a comer, todo desde cero pero con 29 años”.
Marité pasó tres años en Buenos Aires hasta que volvió a su casa de Córdoba; la operaron 90 veces. “Era una bola de fuego”, graficó. Saltó del avión y no se lastimó, pero quedó tendida justo debajo de la turbina, de donde cayó combustible con fuego. “No podía reconocerme hasta que con el tiempo, al final, te convencés de que sos vos”, dijo.
Benjamín es el que tuvo las mayores secuelas, al menos las más visibles. Le amputaron las dos piernas a este gigante de casi dos metros, que ahora tiene ortopédicas: “Yo recuerdo que siempre estuve consciente y hasta le avisé a un socorrista que avisara a mi casa que estaba vivo; después me desmayé”.
El rol de la Justicia: quiénes fueron los culpables
“Recuerdo haber vuelto muchas noches, solo, al lugar del accidente, dos años después. Iba a tocar la tierra y a volver a sentir el olor al JP1 (el combustible de los aviones), tremendamente intenso y penetrante, un fuel oil poco refinado. También a pararme a ver los nombres de la gente para imaginarme”, declaró tiempo después el fiscal Carlos Rívolo, a cargo de la investigación.
Para el funcionario judicial, “este hecho y la investigación judicial que se hizo, modificó de fondo el sistema aerocomercial en el país”.
El mayor peso de la acusación recayó sobre el piloto Gustavo Weigel, que falleció en el accidente, y sobre quienes avalaron su carrera.
El 23 de julio de 2005, uno de los acusados por incumplimiento de deberes del funcionario público, Enrique Dutra (excomandante), apareció muerto dentro de un automóvil estacionado en la cochera de su casa, en la localidad cordobesa de Villa Carlos Paz.
También fueron imputados por el mismo delito Damián Peterson (exdirector de Habilitaciones Aeronáuticas) y Diego Lentino (exdirector del Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial).
La Justicia había establecido que la tragedia de LAPA no fue exclusiva responsabilidad de los pilotos, sino también de la falta de controles por parte de la Fuerza Aérea y de la organización de la firma aerocomercial LAPA (desaparecida desde 2003).
“Haber sacado la responsabilidad de la cabina y llevado la investigación a un plano sistémico, sentó un precedente”, consideró el fiscal Rívolo.
La sentencia de primera instancia fue dictada cinco años después del accidente, condenando a Valerio Francisco Diehl (gerente de Operaciones de LAPA) y a Gabriel María Borsani (jefe de Línea de Boeing 737-200) a tres años de prisión en suspenso, por considerarlos penalmente responsables del delito de estrago culposo agravado. El resto de los acusados fue absuelto, incluyendo a Ronaldo Boyd (Director General de LAPA), Fabián Chionetti (Gerente de Operaciones de LAPA) y Nora Arzeno (Gerente de Recursos Humanos de LAPA).
Sin embargo, la demora de los jueces en llevar a juicio a los acusados Diehl y Borsani excedió los plazos legales, razón por la cual la Sala IV de la Cámara Federal de Casación anuló en 2014 las dos condenas, considerando que se había producido la prescripción de la acción penal, decisión que fue confirmada por la Corte Suprema.
En tanto, Gustavo Deutsch, expresidente de LAPA que se definía como el “Saint-Exupéry argentino”, murió el 14 de septiembre de 2014 tripulando un Beechcraft Super King Air 300 matrícula LV-WLT. Cometió errores en la maniobra de la aeronave citada y no debería haber volado ese avión sin un copiloto entrenado.