A 10 años del rescate en Chile: la vida de Mario, el minero que entró a último momento y volvió a nacer

Durante los primeros minutos del 13 de octubre de 2010, el operativo de rescate devolvió a la superficie al primero de los 33 mineros que estaban atrapados desde el 5 de agosto. El recuerdo de Mario Sepúlveda, uno de los sobrevivientes, a 10 años del episodio que cautivó a todo el mundo.

A 10 años del rescate en Chile: la vida de Mario, el minero que entró a último momento y volvió a nacer
Se cumplen este martes 10 años del festejo que se celebró en todo el mundo: los 33 mineros estuvieron 69 días bajo tierra.

En todo el mundo se hablaba de ellos. De hecho, prácticamente no se hablaba de otra cosa: en los diarios, en los canales de TV, en las mesas familiares; el tema de conversación era uno solo: los 33 mineros que se encontraban atrapados bajo tierra en Chile desde el 5 de agosto de 2010. Mientras tanto, una permanente guardia de periodistas no se movía del lugar e intentaba informar cuanta novedad pudiera surgir; siempre del otro lado del vallado que se había montado. Y, un poco más adelante de ese vallado, entre los periodistas y la zona del accidente, los familiares de los 33; a quienes ya no les quedaba oración por elevar ni deidad a la que encomendarse.

Durante los primeros minutos del 13 de octubre de 2010 se devolvió a la superficie a Florencio Ávalos y desde ese momento, a los otros 32 mineros.
Durante los primeros minutos del 13 de octubre de 2010 se devolvió a la superficie a Florencio Ávalos y desde ese momento, a los otros 32 mineros.

Y aunque el 22 de agosto los rescatistas ya habían dado con ellos y el famoso papel manuscrito con el “Estamos bien en el refugio los 33” había llegado a la superficie para que lo viera el mundo entero, todavía los mineros continuaban en las profundidades; del mismo modo en que continuaban trabajando los rescatistas. Hasta que llegó el miércoles 13 de octubre del 2010, y Florencio Ávalos se convirtió en el primero de los mineros en ser regresado a la superficie.

Se cumplen este martes 10 años desde el operativo rescate en la mina San José; ubicada al Norte del país trasandino, en la comuna de Caldera y a 30 kilómetros de la ciudad Copiapó. Ávalos regresó a la superficie durante los primeros minutos de aquel 13 de octubre, mientras que los otros mineros fueron trasladados en un meticuloso operativo de rescate, a un ritmo de uno por hora y siguiendo un protocolo basado en recomendaciones de la NASA.

Tengo dos cumpleaños, pero el del 13 de octubre es el festejo que vale”, resumió uno de los mineros que sobrevivió al accidente, Mario Sepúlveda a Los Andes en agosto, el mismo día en que se cumplieron los diez años del derrumbe. El mismo Mario Sepúlveda (o Súper Mario como se hace llamar) que se ha convertido en un gran orador y que se dedica en la actualidad a dar charlas y talleres. Y es que, aunque el 4 de octubre Mario cumplió 50 años; él mismo reconoce que prefiere celebrar la fecha de su segundo nacimiento; por lo que hoy Sepúlveda está cumpliendo sus primeros 10 años.

Mario Sepúlveda, uno de los 33 mineros que hace 10 años quedaron atrapados por un derrumbe en Chile y fueron rescatados el 13 de octubre de 2010.
Mario Sepúlveda, uno de los 33 mineros que hace 10 años quedaron atrapados por un derrumbe en Chile y fueron rescatados el 13 de octubre de 2010.

“Lo primero que hice apenas estuve afuera fue gritar; necesitaba desahogarme”, se explayó Mario sobre el día en que volvió a nacer.

El derrumbe

Actualmente Mario vive en Pudahuel, una comuna cercana a la capital chilena, Santiago. En su “nueva vida”, se dedicó a las conferencias. Pero, además ha creado y comanda una fundación para acompañar a niños y niñas con autismo. “Después del accidente, tuve un hijo con autismo (Marito, quien hoy tiene 8 años). A raíz de ello, creé la fundación”, detalló quien también es padre de Francisquito, Scarlette, Catita y Laurita. Y quien, además, ya tiene tres nietos.

Sepúlveda tiene en claro que la odisea de los mineros “fue una gran historia porque sobrevivimos. Pero el accidente fue mucho más grave de lo que se piensa”.

Aquella mañana del 5 de agosto de 2010, cuando comenzó esta historia de película (y que, de hecho, fue llevada al cine) a Mario Sepúlveda ni siquiera le tocaba ir a trabajar y a él no le sobraban las ganas y la energía para continuar cumpliendo sus funciones en el proyecto minero de San José. Si hasta tenía todo apalabrado para cambiar de trabajo. “Cuando llegué (el 5 de agosto de 2010), el otro operador me dijo: ‘Perri, me acaban de despedir’; y tuve que entrar. Si él hubiese seguido; ¡yo nunca hubiese entrado!”, reconstruyó telefónicamente a Los Andes, con esa forma de hablar donde se evidencia que -como fuera- el destino lo quiso esa mañana sí o sí en el lugar y los casi 70 días siguientes bajo la tierra.

Ese día a la siesta, con Mario y sus 32 compañeros trabajando en la excavación, tuvo lugar el episodio que cambiaría sus vidas: un derrumbe obstruyó la conexión con el exterior; y dejó a los trabajadores bloqueados por una sólida e impenetrable barrera de rocas y tierra. Si bien normalmente ingresaban de a 10 o 12 personas por turno, aquella jornada había mucho trabajo por hacer. “Hubo 33 formas de ver el accidente; todas distintas. Lo que teníamos en claro es que habíamos quedado bajo tierra. Nos enumeramos para saber cuántos éramos”, recordó Mario sobre el “día cero” del accidente. “Si alguno dice que no lloró estando abajo, no estuvo ahí. Hubo todo tipo de reacciones. Lo que sí, no nos rendimos nunca. Y nos ayudó mucho la fe; más que la esperanza”, siguió Mario en su reflexión en voz alta hace menos de dos meses.

Una vez afuera y tras 69 días atrapados y con la sociedad en vilo por su situación, Sepúlveda y sus compañeros cayeron en la cuenta de cómo vivieron de este lado de la superficie esos más de dos meses. “La gente arriba pensaba que estábamos muertos. Nadie pensaba que abajo nos reíamos e hicimos un gran trabajo de equipo. Hay que ser prácticamente extraterrestre para soportar eso, y nosotros lo soportamos”, agregó, una década después.

El rescate

Una vez que se disipó el polvo en la excavación, los 33 se agruparon en un único lugar. Estaban a más de 700 metros de la superficie y, según rememoró Sepúlveda, era espacioso el compartimiento. “¡Había espacio hasta para jugar a la pelota!”, bromeó.

Durante los primeros días y sin ningún contacto con el exterior; la ilusión era inevitable cuando oían el ruido de las perforaciones. Pero luego, esa ilusión se disipaba en paralelo con el momento en que dejaban de oírse. En cuanto a los víveres (comida y bebida), durante esos primeros días supieron organizarse. “No había suficiente, y haber sobrevivido así es parte de un gran milagro. Lo importante es que pudimos comer todos los días”, describió Sepúlveda.

Así transcurrieron los primeros 17 días en este limbo subterráneo, hasta que el 22 de agosto llegó una noticia que se festejó en todo el mundo, que se festejó como un gol -tal vez-; pero celebrada en todo el mundo. El papel con la frase de los mineros, sujetado en manos del presidente chileno Sebastián Piñera, mostraba al mundo que los rescatistas habían logado dar con los mineros y ya -al menos- había una conexión entre ambos “mundos”. “Cuando finalmente vimos asomarse las excavadoras, sentimos una gran emoción; la misma que cuando ganamos las dos Copas América a Argentina y con el mismísimo Messi”, ejemplificó.

El detalle es que restaba aún lo más importante -y difícil-: devolverlos a la superficie. “Una vez que nos encontraron, nos empezaron a dar acompañamiento. Se nos envió comida y el principal objetivo fue mantenernos vivos y sanos. Fue muy difícil con tanta ansiedad”, sostuvo Sepúlveda, quien en la película que llegó a Hollywood en 2015 fue interpretado nada más y nada menos que por Antonio Banderas.

“Después de lo de San José volví a entrar a otras minas; no tengo miedo. La muerte va a llegar a donde sea y cuando sea, compadre. El que es buena persona de alma; anda tranquilo por la vida. La persona mala tiene miedo a morir, porque no tiene el perdón de la gente a la que le hizo daño”, cerró con tono reflexivo, pero propio de quien ya sabe lo que significa volver a nacer.

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