12 libros para el 12 de octubre de 1492: lecturas fundamentales para dos miradas sobre el descubrimiento de América

Ante una nueva conmemoración de la hispanidad y -en nuestro país-, el día de la Diversidad Cultural, repasamos algunos textos que muestran la mirada establecida sobre la conquista y la línea de nuevos libros que cuestionan la visión peyorativa sobre este momento determinante de la historia universal.

12 libros para el 12 de octubre de 1492: lecturas fundamentales para dos miradas sobre el descubrimiento de América
Óleo de Dióscoro Teófilo Puebla y Tolín, pintado en 1832 (Museo del Prado).

“La conquista violenta significó para los indígenas un gran sufrimiento espiritual. Su mundo y sus tradiciones se desmoronaron (…). Algunos historiadores denominaron a este impacto en la mentalidad de los pueblos americanos como el traumatismo de la conquista”, se lee en un libro de texto al azar con el que estudian los alumnos argentinos (en este caso, América en los siglos XVII y XIX, de María E. Alonso, Roberto M. Elisalde y Enrique C. Vázquez, en la editorial Aique).

Ante cada 12 de octubre, la pintura del descubrimiento de América como sinónimo de la debacle de los pueblos indígenas –algunos llegan a hablar de “genocidio”– y el clima de duelo que sin sonrojarse muchos predican en artículos y entrevistas no puede más que atribuirse al hecho de que, justamente, esa es la mirada que predomina. La de un momento en la historia, incluso que algunos se niegan a llamar “descubrimiento”, en el que malvados y ambiciosos hombres llegaron a una especie de paraíso en tierra (similar al mito griego de la Arcadia feliz), para llevarse el oro, destruir una raza y a cambio, apenas, entregar una Biblia, como cantan Divididos en su chacarera Huelga de amores.

Sin embargo, ya desde hace tiempo, esa mirada ha ido cambiando. Y no por una mera cuestión de modas o por el interés propagandístico por endulzar la historia, sino justamente porque la andanada reciente de textos y estudios, que desmontan ese mito de la conquista sanguinaria y perversa, cuadra mejor con las evidencias. Eso sí: el poder de la propaganda opuesta (la “leyenda negra” que ya tipifican los textos desde hace por lo menos un siglo) sigue teniendo aún mucho peso.

Hoy en día, el mero hecho de que en la Argentina se celebre esta fecha bajo el nombre de “Día del Respeto la Diversidad Cultural” es un buen síntoma de todo esto. No hay que dejar de apuntar que en Nicaragua y Venezuela se lo llama “Día de la Resistencia Indígena”, en Perú se lo denomina “Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural” y en Bolivia, “Día de la Descolonización”. En España, por el contrario (un país en el que también esta leyenda negra está presente, contra lo que muchos pudieran pensar) se llama “Día de la Hispanidad”, un rótulo que fue propuesto en la Argentina, donde sin embargo popularmente se impuso el de “Día de la Raza” desde 1930 hasta 2007.

Las visiones sobre el descubrimiento de América en 1492 se nos ofrecen, entonces, como miradas polémicas, en discusión, ante las cuales lo mejor es conocer los estudios y las evidencias que tenemos para hacernos una mirada más integral del que sea, probablemente, uno de los momentos más importantes de la historia.

Es buena la excusa, entonces, para aproximarnos a algunas lecturas que pueden servir para conseguir esa mirada.

Prisión de Guatimocín, último emperador de los mejicanos, por las tropas de Hernán Cortés, y su presentación a este en la plaza de Méjico (1854), óleo de Carlos María Esquivel y Rivas.
Prisión de Guatimocín, último emperador de los mejicanos, por las tropas de Hernán Cortés, y su presentación a este en la plaza de Méjico (1854), óleo de Carlos María Esquivel y Rivas.

1492 como un “hecho trágico”

Los libros que muestran a la conquista de América como un acontecimiento catastrófico bien podrían considerarse todos herederos de un texto en particular, tal vez el germen que hizo crecer el árbol de la leyenda negra. Se trata de la Brevísima relación de la destrucción de las indias, escrito por Fray Bartolomé de las Casas en 1552. De las Casas era un teólogo dominico que fue nombrado cerca de 1520 “protector de los indios” por la Corona Española. Su libro denuncia que a 50 años del descubrimiento los españoles habían “quitado con su atroz e inhumana conducta más de doce millones de vidas de hombres, mujeres y niños: pero según mi opinión pasan de quince”. Son muchos los que hablan de exageración y vulneración de datos de parte de este fraile. Un ejemplo muy claro es el de la frase citada: la población indígena de todo el continente (según el respetado estudio de Ángel Rosenblat de 1945) no superaba por mucho los 13 millones.

El libro de De las Casas, como se dijo, sustenta a numerosos otros títulos que van en el mismo sentido. Sería agotador mencionar a todos, pero se pueden nombrar algunos como La conquista de América (1982), de Tzvetan Todorov, o Historia social comparada de los pueblos de América Latina (1998), de Luis Vitale.

Sin embargo, el que tal vez sea el libro emblema de esta corriente es un título inclasificable, a caballo entre el ensayo y la prosa poética: Las venas abiertas de América Latina (1971), de Eduardo Galeano. La visión y los vibrantes párrafos del uruguayo calaron hondo en gran parte de la intelectualidad contemporánea: “En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno. Potosí, Zacatecas y Ouro Preto cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de los metales preciosos al profundo agujero de los socavones vacíos, y la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre y de la selva amazónica del caucho; el nordeste azucarero de Brasil, los bosques argentinos del quebracho o ciertos pueblos petroleros del lago de Maracaibo tienen dolorosas razones para creer en la mortalidad de las fortunas que la naturaleza otorga y el imperialismo usurpa”, dice en un fragmento.

Curiosamente, el propio Galeano repudiaría más tarde su propio libro. Así lo recuerda Álvaro Van den Brule: “Poco antes de morir dijo taxativamente que ‘no tenía la formación necesaria’ cuando escribió aquel durísimo ensayo y que no ‘lo volvería a leer jamás por su falta de precisión’ pues ‘caería desmayado’ (sic)”.

Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea.
Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea.

1492 como “fin de la barbarie”

En 1914 fue el periodista español Julián Juderías quien, con su libro, La leyenda negra y la verdad histórica, comenzó a establecer el recorrido de la propaganda contra la conquista (y otros hechos de la historia hispana) para mostrar cómo se había construido este mito peyorativo.

Pero si quisiéramos arrancar desde antes, y establecer un parangón con un libro “de la época” que contrariara al relato de Bartolomé de las Casas, tal vez habría que empezar por la monumental Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632), de Bernal Díaz del Castillo, uno de los expedicionarios del notable Hernán Cortés.

Sobre la leyenda negra, de Iván Vélez.
Sobre la leyenda negra, de Iván Vélez.

Mucho más acá en el tiempo, la última década ha sido pródiga en libros que desmontan la visión genocida de la conquista española, y ponen en perspectiva datos incuestionables, cuyos pilares serían: el imperio español no estableció colonias (como los ingleses), pues su modelo fue el romano de expansión e integración del propio imperio; fuera de los enfrentamientos que realmente existieron, fueron las epidemias las principales responsables de la mortandad de los naturales; el mestizaje que se dio entre españoles e indígenas fue el más formidable hasta el momento y habla de la integración imperial; contra lo que pudiera verse, fueron muchos los pueblos indígenas que se vieron “liberados” por los españoles, ya que eran sometidos sanguinariamente por pueblos más poderosos, que incluso mermaban su población mediante los sacrificios humanos.

1492, España contra sus fantasmas, de Pedro Insua.
1492, España contra sus fantasmas, de Pedro Insua.

En esta estela reciente de libros podemos mencionar dos de Iván Vélez (Sobre la leyenda negra, de 2014, y El mito de Cortés, de 2016), otro de Pedro Insua (1492, España contra sus fantasmas) y el que ha sido un verdadero boom de ventas desde su primera edición en 2016: Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea, un demoledor ensayo que en el que no sólo desmonta los mitos sobre la conquista de España, sino que también devela el interés de otros imperios por inocular esas historia para establecer una guerra, pero por otros medios. Pero en cuanto a América y los indígenas, Barea es contundente: el Imperio español se preocupó, como ningún otro, en proteger sus derechos. “Puede el lector fatigar las leyes británicas y las actas parlamentarias. En vano. No encontrará leyes sobre el trato debido a los indígenas en los territorios que se iban conquistando en Norteamérica o planes de integración. Simplemente no existen. Nadie se plantea [como sí en España] (los clérigos tampoco) que tengan alma, o que necesiten atención hospitalaria o se pueda pactar con ellos”.

El libro del argentino Marcelo Gullo, que es un éxito en España.
El libro del argentino Marcelo Gullo, que es un éxito en España.

Un párrafo aparte merecen los libros de tres argentinos. Uno es El asedio a la modernidad (1991), de Juan José Sebreli, donde dedica tres capítulos fundamentales para entender la historia sin las cargas legendarias. Otro es de Cristian Rodrigo Iturralde, con el elocuente título 1492: fin de la barbarie y comienzo de la civilización (2014). El último es mucho más reciente y ya va rumbo a convertirse en un éxito de ventas en España: Madre patria (2021), del santafesino Marcelo Gullo Omodeo, que relaciona los mitos negrolegendarios sobre América y la Inquisición con los separatismos. Un párrafo de su prólogo puede servir de cierre a esta nota: “Es imprescindible remarcar que la leyenda negra de la conquista española de América forma parte del ‘núcleo duro’ del pensamiento políticamente correcto. Cuestionar ese núcleo duro implica asumir el riesgo de ser expulsado automáticamente de la ‘comunidad académico-científica’”.

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