La directora de la oficina de la AFP en Nepal, Ammu Kannampilly, estaba en el campo base del Everest el sábado cuando un terremoto con epicentro en Nepal provocó una inmensa avalancha.
Alguno de los testimonios reunidos por Ammu Kannampilly en la zona, donde por el momento se han contabilizado 18 muertos.
Todavía incrédulo por haber sobrevivido al muro de nieve que se le vino encima, el alpinista George Foulsham interpreta su experiencia como un mensaje de la montaña, “que por el momento no quiere ser escalada”.
“Corrí pero me tumbó la nieve. Intenté levantarme pero me tumbó otra vez. No podía respirar, pensé que estaba muerto”, explica este biólogo marino de 38 años que vive en Singapur, recordando el momento en que fue derribado por lo que describe como “un edificio blanco de 50 pisos”.
Foulsham teme ahora que su sueño de subir al Everest nunca se haga realidad. “He ahorrado durante años para subir al Everest pero parece que por el momento la montaña no quiere ser escalada”, afirma.
Ellen Gallant, una cardióloga y alpinista estadounidense, explica cómo se ocupó de los heridos pero fue incapaz de salvar a una persona que murió ante sus ojos.
“Estaba fuera y vi una inmensa nube que venía hacia mí. Corrí hacia la tienda y me eché al suelo. Cuando la vibración se detuvo, salí y llamé por radio a la tienda médica. Me pidieron a mí y a un alpinista indio que nos ocupáramos de los heridos en la cabeza”, explica.
“Trabajamos todo la noche, por turnos, distribuyendo medicamentos y poniendo sondas intravenosas. De nueve pacientes, uno murió anoche, un sherpa de 25 años. Su presión sanguínea bajó, no pudimos hacer nada”, relata Gallant, que trabajó en condiciones muy rudimentarias.
“Hacia las seis de la mañana oímos helicópteros y supimos que íbamos a salir del peligro. Pudimos evacuar a los ocho pacientes”, recuerda.