"Durante todo este viaje por el Departamento de Cusco (N de la R: un departamento peruano es el equivalente a una provincia argentina), me encontré varias veces con gente que no me quería hablar por el solo hecho de ser español. Bastaba con que dijera mi nacionalidad o que escucharan mi acento para que me dieran vuelta la cara. Incluso alguno que otro me ha llegado a insultar. No pasa muy a menudo, pero pasa".
Quien habla es Fernando, un odontólogo de Burgos cuya experiencia se repite en el cuero de otros turistas españoles que, como él, llegan al sur del Perú a descubrir una de las áreas geográficas más cautivantes del planeta.
Ocurre que en esta zona, ayer epicentro del mundo inca, existen pobladores que aún hoy guardan resentimiento a sus "enemigos" de antaño. Son gente de muy fuertes convicciones, que han crecido escuchando a sus mayores hablarles de genocidios, de estafas, de dignidad robada.
También de héroes, como el emperador Pachacutec, "El Constructor"que en el siglo XV ideó las principales obras de la capital antes que los "invasores" las redujeran a cimientos. O Atahualpa, el último gobernante originario, caído en una emboscada llevada a cabo por Pizarro. O el mismo Túpac Amaru II, el líder de la "Gran Rebelión" que en 1780 hizo temblar al Alto Perú, y que fue muerto en la Plaza de Armas de la forma más brutal, y ante la mirada de todo Cusco.
Conocedor de tales historias y otras injusticias, Fernando replica: "Yo entiendo la bronca de la gente, los comprendo porque yo mismo, igual que la mayoría de mis compatriotas, critico y rechazo lo que hizo mi país en América, en particular en lo que fuera el imperio Inca. Pero meter a todos en la misma bolsa por el solo hecho de compartir una nacionalidad, me parece muy injusto".