Antes de que Bong Joon-ho se alzara como el rey del Oscar este año, llevándose con "Parasite" la primera estatuilla de Mejor Película a un filme no hablado en inglés, ya había dirigido películas fantásticas. En Netflix, la misma plataforma que tiene "El huésped" y produjo como contenido original "Okja", estrenó el lunes pasado los primeros dos episodios de "Snowpiercer", una serie producida por TNT y basada en su película homónima de 2013, conocida en Latinoamérica como "El expreso del miedo". Ok: había que sentarse y ver de qué iba la cosa.
Una historia poderosa
Para ser justos, esta fábula post-apocalíptica tiene orígenes más lejanos. Deberíamos remontarnos a los '80, para leer el comic "Le transperceneige", de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, en el que un tren descomunal, el Snowpiercer (es decir, el "Rompenieves"), da vueltas sin descanso una tierra totalmente congelada a causa de los humanos (no haremos spoiler, claro). Pero donde la historia tenía un asombroso poder no era tanto en el entorno distópico, hoy tan acorde con el mundo pandémico, sino en lo que se desarrollaba en el interior del tren.
Cual Arca de Noé, el tren transportaba los restos de la civilización humana: apartamentos, restaurantes, escuela, boliches, producción de alimentos, fuerzas de seguridad, entre otras cosas. Y, por supuesto, también nos encontrábamos con una división social de los pasajeros: en los últimos vagones habitaba un grupo de explotados, sin esperanza de salir de ese confinamiento insufrible, cuya una alimentación era una repugnante gelatina negra.
Una serie sin fuerzas
En la película de Bong Joon-ho, que en esta serie fue nada menos que el productor ejecutivo, la crítica social no se le deslizaba por la tangente, sino que estaba en el centro mismo del relato. Chris Evans, el héroe de los explotados, libra con los suyos una aventura imposible y sanguinaria a través de los vagones, avanzando uno por uno hasta dar con el chofer y creador de todo ese microuniverso. La travesía deja al espectador sin aliento, a medida que va descubriendo esos espacios desconocidos, en los que se van develando los límites de ese mundo perverso, ante nuestra mirada incrédula.
Había material para hacer una serie gloriosa, ciertamente. Y, por lo que vemos en los dos capítulos subidos hasta el momento en Netflix, esta remake se resbala en la nieve ya en el primer episodio. Nos encontramos con algunas cosas que se repiten calcadas (como la gelatina negra), pero hay cambios notables. Daveed Diggs, el nuevo héroe protagonista, que además fue un antiguo detective de la policía, carece de todo aquello que Evans presumía: inteligencia, fuerza y liderazgo. ¿Cómo este personaje, por momento atrapado en situaciones ridículas, liderará la revolución del Snowpiercer? Los próximos episodios lo dirán.
Podrá ser una serie entretenida y es hasta posible que en los episodios sucesivos tome vuelo, pero de entrada hay dos puntos que desinflan la eficacia narrativa que tenía la película, que desde ya recomendamos ver antes que la serie.
La primera: la potencia del filme se daba justamente por el descubrimiento que los personajes iban haciendo del misterioso tren; se iban rompiendo sucesivas barreras hacia la locomotora. Mantener esa misma tensión "in crescendo" a lo largo de varios capítulos habría sido un verdadero logro de la serie, en la que -repetimos- el surcoreano no participa ni en guion ni en dirección (y se nota).
La serie optó por presentar ya desde el piloto todo el espacio del "Snowpiercer", sacando de un plumazo el clima de incertidumbre y la sorpresa que era el gran motor de la película (y que también correspondía con el punto de vista de las víctimas, que se van "enterando" al mismo tiempo que nosotros). En la serie no hay espacio para lo desconocido: no hay estupor por los límites de la injusticia que se revelan en cada vagón. El tren se conoce desde el principio como algo ya dado y, en esa elección narrativa tan cristalina y también política hay un dejo de naturalización. La fuerza crítica ya se desinfló.
Pero además, segundo punto, para dar mayor complejidad a la historia (¿era necesario realmente?) se incorpora una línea policial. ¿El objetivo de los guionistas? Probablemente regodearse con la situación ultra remanida del crimen en un espacio cerrado (a lo Poe o a lo Agatha Christie). Pero a fines narrativos, en esta historia no funciona, puesto que la intención moral del relato (esa batalla de los explotados en busca de una mejor existencia) se sale completamente de foco.
Es más, aquí a "los de abajo" (que bien podrían ser "los de atrás") se los muestra desmoralizados, blandos y por momentos hasta sin convicciones. Lo que se dice un despropósito.
Inevitable pensar que si el surcoreano hubiera hecho la serie el resultado habría sido muy distinto, porque no es un autor que resigne su discurso. Ya se sabe también que "Parasite" se convertirá en serie para HBO. Y como un punto a favor tendrá al propio Bong Joon-ho como guionista, lo que es desde ya un consuelo. Pero "Snowpiercer", la serie, viene a demostrar que una misma historia puede ser comunicada de muchas formas, y que la brevedad a veces es la mejor forma de contar ciertas cosas.