Asia Oriental ha experimentado una reducción muy marcada de su pobreza extrema, bajando de 80% en 1981 a 7,25% en 2012.
Esta notoria disminución guarda íntima relación con el proceso de liberación y apertura de sus respectivas economías, por parte de los llamados Tigres Asiáticos, de primera y segunda generación. Entre los primeros se incluyen Hong Kong (ex colonia inglesa, reintegrada a China en 1997).
Taiwán que se debate entre la independencia total o su incorporación a la República Popular China, con las mismas condiciones vigentes en Hong Kong; la ciudad Estado de Singapur, en el extremo austral de la península de Malasia; como así la pujante Corea del Sur, dividida por una línea geodésica de su hermana Corea del Norte, gobernada por un mozalbete de la familia de los Kim, arrogante e inconsciente, que dedica todo su esfuerzo a la fabricación o compra de armamento bélico, incluyendo la elaboración de uranio enriquecido para la fabricación de armas nucleares mientras su pueblo sufre grandes hambrunas, al extremo de verse obligado a aceptar la ayuda humanitaria de las Naciones Unidas. Por su díscola actitud y su persistencia en materia nuclear sufrió duras sanciones del organismo internacional, las que fueron apoyadas incluso por China.
Después vienen los Tigres de segunda generación, que son los integrantes de la Asean (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) donde conviven países ricos, pobres, monarquías absolutas, repúblicas más o menos democráticas y hasta un gobierno militar y otro comunista. ¡Ah! y no nos olvidemos de Vietnam, devenido también economía socialista de mercado siguiendo los pasos del Gran Dragón. Este país es conducido por el gran estratega Deng Xiaoping, pragmático por excelencia, a quien no le importa el color del gato con tal de que cace ratones.
Como consecuencia de la apertura económica de signo liberal-capitalista que todo este conjunto de países implementó, mejoraron sustancialmente las condiciones de vida de sus enormes poblaciones.
China, reforma económica y desarrollo social
La República Popular China es la que más ha crecido en base a su socialismo de mercado. Bajo la batuta de Deng Xiaoping, para quien “enriquecerse es glorioso”, el extraordinario desarrollo económico alcanzado, traducido en mejores sueldos y en la creación de una importante clase media de alrededor de un 10% de la población total, cuya cuantía alcanza a 1.357 millones de habitantes, el mayor ecúmene del mundo, con una economía orientada a la producción industrial (el taller del mundo) y que ocupa, desde fines de 2013, el primer lugar en el comercio internacional desplazando a EEUU, con provincias tan grandes en población, como países. Claro, esa vasta población constituye a la vez una pesada mochila que de algún modo retrasa su desarrollo. Deng, consciente de ello, adoptó las más estrictas normas de contención demográfica, como la de un solo hijo por pareja, muy resistida por la población, particularmente en la áreas rurales, lo que finalmente obligó a flexibilizar dicha norma.
A despecho de las grandes hambrunas del pasado maoísta, con alucinantes medidas como el “gran salto hacia adelante”, un pésimo proyecto de industrialización, que produjo la muerte de alrededor de 40 millones de personas.
En los últimos 30 años, gracias al desarrollo alcanzado, China ha logrado una sustancial reducción de la pobreza. La enorme cantidad de pobres que vivían con menos de U$S 1,25 al día, disminuyó de 833 millones a 208 millones entre 1981 y 2005 (según Informe del Banco Mundial, de 2013). A su vez, Asia Oriental experimentó -por las mismas razones- la mayor reducción de pobreza extrema bajando del 80% en 1981 a 7,2 en 2012. En la actualidad se registra en Asia Meridional el porcentaje más bajo de pobreza extrema, con una reducción de 58% en 1981 al 18,7% en 2012.
Este logro, reconocido por la comunidad internacional, no implica el fin de la lucha. En China aún viven en la extrema pobreza 36 millones de personas, según lo publicado por “14 y Medio.com. Internacional”, el 27-05-2015. Por su parte “El Economista” del 07-12-14 habla de 92 millones, sin especificar si se trata de pobreza o pobreza extrema.
Y en la Argentina, país pletórico de alimentos, ¿cuántos pobres hay?
Después de tres años de silencio y cuando no de absurdas mentiras, como las de decir que en nuestro país habían menos pobres que en Alemania, en una conferencia de prensa del presidente Mauricio Macri, en base al informe oficial del Indec, se resaltó la verdad que se tenía celosamente guardada. En la Argentina que podría alimentar a medio mundo hay 8.772.000 compatriotas por debajo del umbral de la pobreza.
¡Una auténtica vergüenza!