La inseguridad que vive la provincia alcanza a todos los sectores de la comunidad, con distintos grados de crueldad y perversidad, pese a los anuncios que efectúa el Gobierno señalando que los delitos están en disminución. Los episodios contra las personas y los bienes materiales de las mismas son una gran preocupación, y dentro de ese cuadro queremos referirnos a los actos vandálicos contra las escuelas del sistema de gestión pública y privada.
Recientemente causaron consternación los ataques que tuvieron por blanco el jardín nucleado 0-129, ubicado en la escuela René Favaloro de Perdriel (Luján de Cuyo), y el post primario especial que funciona en la escuela 2-013 Vicente Polimeni, de Las Heras.
En el local educativo del sur de Luján de Cuyo fue un claro un hecho intencional, ejecutado deliberadamente para destruir un jardincito para niños de 4 y 5 años. Toda una hazaña la de los individuos que ejecutaron la tropelía, con un claro perjuicio hacia unos 70 chicos que no tienen la comprensión suficiente para entender por qué alguien les ha destruido su segundo hogar.
En el episodio de la escuela Polimeni aún no se determina si fue intencional o fortuito, pero el relevamiento de los daños arrojó que el edificio necesitará reparaciones integrales para volver a funcionar como lo hizo hasta el momento del siniestro.
En los dos desgraciados sucesos los daños fueron casi totales y la reparación insumirá grandes montos de dinero, tal vez cercana al millón de pesos, sumando los dos estragos. Monto que bien podría haberse destinado a construir otra escuela en un lugar que se necesite o equipar otros centros educativos que están pendientes de mejoras. Ahora habrá que usar esas sumas para reponer salas y equipamiento que estaban en buen estado al momento de los siniestros.
Sobre lo accidental, fortuito y no previsible, como puede ser un cortocircuito u otra circunstancia, nada se puede hacer, salvo mantener en buen estado los elementos que pueden evitar esos percances. Pero hay que trabajar y mucho sobre la frecuente agresión que sufren las escuelas del Gran Mendoza y otras zonas de la provincia.
Es un tema muy difícil de resolver a corto plazo, lo reconocemos, que además implica solucionar otros factores de contexto donde suceden estos actos de vandalismo. Es muy extraño que las escuelas violentadas pertenezcan a lugares donde la institución educativa suele ser un espacio de nucleamiento, contención y respeto social.
Deben las autoridades y la sociedad, pero principalmente los responsables de proveer el servicio educativo, encontrar mecanismos de control, vigilancia y protección de los edificios que neutralicen estas acciones vergonzantes, del que el jardín de Perdriel ha sido un doloroso ejemplo. En ese caso, y por comentarios de vecinos, se conocían señales previas que debieron ser advertidas por la policía, una de cuyas principales funciones es la prevención. Pero no se hizo nada y el local escolar fue devastado por el fuego.
También las comunidades cercanas a las escuelas deben involucrarse más en su cuidado, ya que en esas instituciones se moldean, se forman los ciudadanos que tendrán que hacerse cargo a futuro de los destinos de la provincia y el país. Prevenir los excesos; trabajar sobre lo positivo que significa una alianza entre docentes, familia y entidades de servicio para el desarrollo de la actividad educativa; fomentar las acciones positivas que generen acciones solidarias, propiciando el comportamiento ejemplar.
Un atisbo de solución podría ser que la educación y la escuela vuelvan a recuperar el valor social que en el pasado tenían más incorporado, y que los gobiernos creen lazos con su comunidad en ese sentido a través de actividades comunales que acentúen la pertenencia de la escuela y su importancia fundamental.
Con el reinicio de la segunda etapa del ciclo lectivo, darán comienzo talleres en educación en valores para padres y alumnos. Seguramente en ese ámbito de trabajo se podrán diseñar acciones que puedan disminuir la incidencia de estos crueles hechos contra las queridas escuelas.