Mario Fiore - Corresponsalía Buenos Aires
La sensación de alivio corrió por el cuerpo de Mauricio Macri ayer por la mañana cuando supo, esta vez de forma certera, que los prófugos condenados por el triple crimen de General Rodríguez habían sido recapturados por la Policía de Santa Fe. Sin embargo, desde el sábado, una profunda preocupación se apoderó del Presidente y difícilmente lo suelte.
Hasta ese día, Macri estaba convencido de que había que reconstruir -de a poco- todo el sistema de seguridad nacional ("está podrido", dijo en la entrevista que Los Andes publicó el domingo).
Pero tras el papelón al que lo llevaron sus propios funcionarios -celebró por Twitter la captura de los tres reos, cuando era solo uno de ellos el que había sido apresado-, el Presidente cayó en la cuenta de que ni siquiera tiene herramientas confiables, empezando por información, para dar sus primeros pasos en la lucha contra el narcotráfico, una de sus principales promesas de campaña.
La crisis hacia el interior del gobierno intentó ser disimulada por el oficialismo, aunque existió y fue grave para tratarse de la primera. El domingo, Macri llamó a la ministra Patricia Bullrich para que le detallara qué había pasado el día anterior y le ordenó que realice una investigación profunda de la que -se supone- tendrán que salir las primeras decisiones políticas.
La tarea encargada, explicó ayer la ministra, deberá ser realizada por su cartera junto a los ministerios de Seguridad de Buenos Aires y de Santa Fe y demorará algún tiempo. Pero el resultado será un desmalezamiento, es decir purgas tanto en las fuerzas nacionales como en las provinciales.
“Todo aquel que fue cómplice, que nos intentó desviar, va a quedar afuera”, sostuvo y afirmó: “No vamos a permitir que se instale un narcoestado”. En la misma entrevista que Macri le concedió a este diario, el Presidente se había mostrado contrario a realizar purgas. Pocas horas después no tuvo más remedio que cambiar de opinión, al juzgar por las instrucciones que recibió Bullrich el domingo.
La incógnita a responder es si la recién nacida administración nacional tiene la hoja de ruta correcta para enfrentar el desafío de descontaminar las fuerzas de seguridad. Macri quiere crear una agencia federal contra el crimen organizado, que emule el FBI, pero entiende que para ello necesitará tiempo.
Sin embargo, justo lo que no tiene el nuevo gobierno es un minuto de sobra. Los acontecimientos de estas dos últimas semanas se lo dejaron en claro. En la falta de reflejos, en las internas entre fuerzas nacionales y provinciales, en el desconcierto organizativo de la cacería, los prófugos encontraron debilidades que supieron aprovechar.
La enorme cantidad de pistas falsas que -según Bullrich- fueron plantadas por sectores de las fuerzas para que los prófugos no sean atrapados, habla a las claras del grado de infiltración que tiene el narcotráfico en las instituciones y también de las pocas herramientas con las que cuenta el gobierno nacional, que terminó actuando con amateurismo. Si finalmente los reos fueron apresados, se debió a alto grado de colaboración de la ciudadanía más que a la inteligencia puesta en juego por la administración nacional.