De "sin techo” a universitario

Hugo Fiorens es el fundador de la OSC “Voluntarios en red”, que ya lleva una década de tareas solidarias y referente de los padres preventores (quienes trabajan en educación vial).

De "sin techo” a universitario
De "sin techo” a universitario

¿Se puede vivir en la calle, estar absolutamente solo, pasar hambre y frío y pese a eso salir adelante para lograr estudiar dos carreras y lograr bienestar económico? Hugo Fiorens (55) tiene la respuesta.

No tenía absolutamente nada material pero su riqueza era más invaluable que cualquier objeto. Dignidad y fortaleza fueron las armas con las que dio batalla a las condiciones adversas que le presentó la vida y gracias a las cuales no sólo logró progresar sino que ahora es el brazo a través del cual muchas personas que sufren necesidades reciben un alivio a través de su grupo de voluntarios.

Fundó hace una década el grupo "Voluntarios en red" que ya tiene más de 20 mil colaboradores y puede entender las carencias de tanta gente a la que ayudan desde su fibra más íntima: las vivió en carne propia.

Hoy se lo ve pululando por los medios gracias a sus acciones que incluyen estadísticas sobre accidentes de tránsito y trabajos con padres para prevenirlos entre los jóvenes, posicionándolo como un actor protagonista de la sociedad mendocina en lo concerniente a la búsqueda del cambio social. Es que, como dice, no se trata sólo de ayudar a otros sino que, además, "el voluntariado cambia a quien lo ejerce".

Sin embargo, pocos conocen el trasfondo de esta lucha que es una revancha que le dio a la vida.

Sus comienzos como "trapito"

Pertenecía a una familia formada por sus padres y un hermano, para quienes cubrir las necesidades básicas era una lucha cotidiana. El pequeño Hugo era testigo de las dificultades de sus padres y por eso decidió dejar de ser un espectador. "Yo veía cómo sufría mi vieja", asegura.

Con tan sólo 6 años, decidió que podía hacer algo para ayudar y comenzó a trabajar como "trapito", limpiando parabrisas. "En aquel entonces no estaban en la calle sino en las estaciones de servicio; ahí trabajaba. Las monedas que ganaba las iba poniendo en una lata de leche pero nunca se llenaba. Mi mamá sacaba de ahí para poder comprar la comida", recuerda.

Pasaron los años y cuando ya estaba saliendo de la adolescencia su familia decidió mudarse a Buenos Aires, pero él prefirió quedarse. Luego de que partieran, supuso que una tía le daría alojamiento y fue hacia su casa con sus pertenencias, pero ésta no quiso recibirlo. Esa noche la pasó en la casa vacía que su familia alquilaba y debía devolver al día siguiente. "Lo recuerdo como si fuera hoy. Era un 25 de Mayo y hacía muchísimo frío. Hice fuego con lo que pude y fue en ese momento que entendí que estaba solo", cuenta.

Vivir en la calle

El tiempo posterior fue verdaderamente difícil pero quizá el que más le enseñó sobre cómo sobreponerse ante los desafíos de la vida.

Sin un lugar donde vivir "no podía dormir de noche, así que en pleno mayo me la pasaba caminando. Por el tremendo frío si me quedaba quieto podía pasarme algo y además me daba miedo que me robaran lo poco que tenía".

Aún tiene muy fresco el recorrido que realizaba noche tras noche por la Ciudad de Mendoza, siempre el mismo y por las mismas veredas: partía desde la calle Morón y San Martín y por ella iba hasta Las Heras. Entonces doblaba y se dirigía por ésta hasta Perú para luego regresar en sentido inverso por las mismas arterias.

En una oportunidad, llevaba tres días sin comer y al pasar por una rotisería se quedó mirando -tras el vidrio- el pollo que daba vueltas... "Ya me lo robaba, era sólo meter la mano y sacarlo, pero no lo hice", dice. Se fue y unas cuadras después se encontró con el padre de un amigo que le preguntó qué le pasaba. Entonces lo llevó a comer a una confitería y luego a un comedor donde lo presentó y pidió que le dieran de comer siempre que lo requiriera y lo pusieran en su cuenta.

"Ésa fue una de las primeras ayudas que recibí. Con los años, pude yo invitarlo a tomar un café", explica.

Lágrimas agradecidas

Hugo relata su infancia y su adolescencia con absoluta entereza; sin embargo, se quiebra y los ojos se le llenan de lágrimas cuando habla de quienes le brindaron ayuda.

Había logrado trabajar como guía turístico para una agencia de calle Las Heras. Eso le permitía recuperar durante el día, en los colectivos, las horas de sueño que no tenía en la noche. Cuando los dueños se enteraron de que no tenía dónde vivir le dieron la llave del local. "Así salí de la calle", expresa.

Conoció a quien  dice que es la mujer que le cambió la vida y que luego se transformaría en su esposa y pudo irse a vivir a una pensión.

"En la casa de mis suegros los jueves se comía pasta. Una vez fui a cenar y me ofrecían repetir me el plato. Yo siempre decía que sí ¡me comí 16 canelones!".

Sin embargo, "un tiempo después un compañero de habitación me robó absolutamente todo. Fui a la casa de mi novia con lo único que tenía". Sus suegros al enterarse de lo ocurrido le compraron ropa y todo lo que necesitaba. Esto es lo que más emociona a este hombre que tanto ha sufrido. Luego se casó y se fue a vivir con ellos lo cual hizo durante 7 años.

"Todo cambió: ya tenía un proyecto de vida, techo  y comida", dice. Tuvieron dos hijos y sostiene que para él era una prioridad poder darles educación, así que con esfuerzo les pagó a ambos la universidad en instituciones privadas. Su hijo se recibió de abogado y su hija de psicopedagoga.

"Cuando se recibieron pensé que ésa era mi oportunidad. Quería estudiar, pero no había hecho la secundaria porque había tenido que trabajar. Existía la posibilidad de rendirla libre y la preparé en dos meses, con ayuda de mis hijos. Es grandioso. Uno cree que siempre es uno el que ayuda a los hijos, pero mis hijos me ayudaron. Aprobé con 9,75", relata.

Hizo dos carreras a la vez -Psicología Social y Mediación- en menos de cuatro años y se recibió en 2006, con 48 años. Después hizo un posgrado en Organizaciones de la Sociedad Civil.
En 1995 ya había comenzado con el voluntariado a través de la "organización del Trabajo y la Producción". Explica que "era una época de desempleo y capacitábamos para la inserción laboral".
 
Esta iniciativa fue creciendo y se transformó en lo que actualmente es Voluntarios en Red, que ayuda a personas carenciadas, en situación de calle, a escuelas con necesidades, gestionando también ante el Gobierno.

Para él, se trata de devolver a la sociedad  la ayuda que alguna vez recibió. "El voluntariado te corre por las venas, la solidaridad se lleva dentro y por eso también se puede hacer desde lo individual en acciones de todos los días. Además te transforma", remata.

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