Gran parte del sector productivo vitivinícola argentino considera nefastas las consecuencias de la instrumentación del PEVI 2020 y el accionar de Coviar debido a la constante expulsión de productores de la cadena vitivinícola (12.000 viñedos menos , la tercera parte menos desde el año 1990 a 2018).
Esta realidad, al ser confrontada con el tercer objetivo, cual es la “integración rentable de productores a la cadena vitivinícola”, pone en evidencia la contundencia del fracaso. Este objetivo se vio devaluado en importancia además respecto a los otros dos, (exportaciones y desarrollo de mercado latinoamericano e interno , que incluso tampoco pudo cumplirse- ver consumo per capita actual).
Ni siquiera la inversión millonaria del Proviar 1, destinado a establecimientos y productores, (malla antigranizo, tractores, riego, palos, alambres, plantas nuevas) logró mitigar la situación del sector. ¿A qué se debe? Considero que en un proceso de concentración económica con formación de oligopsonios no es suficiente el aporte en dinero al sector más débil. Es necesario un verdadero plan estratégico que lo proteja de la exclusión que estos procesos generan. El PEVI tuvo un objetivo a largo plazo en este sentido, pero le faltó objetivos ponderables en el corto plazo para redireccionar el camino cuando nos alejamos de las metas propuestas.
En este sentido, existe un ejemplo claro. Si se observa, como lo determinaron estudios llevados adelante por la misma Coviar, que la participación del sector productivo primario en la distribución de la renta en la cadena vitivinícola, pasa del 15% en el 2012 a cerca del 6% en 2017. Es indispensable generar mecanismos durante la ejecución del plan, para intentar mitigar esta situación. Sin rentabilidad para el sector de ninguna manera puede haber integración, sino expulsión. Y cualquier aporte en dinero que se haga al sector productivo, no generará beneficios al sector, debido a la expropiación de la renta por parte de otros eslabones de la cadena, a este sector. Coviar no nos acompañó nunca en este reclamo, ni profundizó en conceptos como Capital Social, ignorando las consecuencias en el desarrollo de los pueblos vinculados a la actividad vitivinícola primaria.
Ahora bien, estos procesos de maximización de ganancia y acumulación de riqueza, que van conformando oligopsonios, expulsa primero a los más débiles, pero continúa su curso de concentración, tendiéndose en consecuencia a la formación de monopolios.
Esta es la instancia en la que estamos. Se permitió entonces institucionalizar como normales los abusos que el sector ha venido padeciendo.
Así las cosas, creo que es necesario reelaborar el plan estratégico , y recrear unidades ejecutoras , quizás una de ellas deba estar especialmente destinada a cumplir este objetivo y vinculada a la producción y su integración a la cadena. Con verdadera y amplia representatividad del sector. Y su propio presupuesto . En este sentido, temas sobre los que deberá trabajarse en adelante, en conjunto con un Estado presente que no tercerice las políticas vitivinicolas, serán: una justa distribución de la renta en la cadena, con los tan mencionados observatorios de precio, elaboración de un código de buenas prácticas comerciales y programas de desarrollo territorial, entre otros.
De no reinventarse el plan en el 2020 y modificar su ejecución, no será suficiente el abuso al que hemos llegado, como vender sin plazo y sin precio hasta el más ponderado Malbec. Por el contrario, crecerá aún más la concentración y habrá cada vez menos productores y bodegas.