En el renacer democrático del 83 dos concepciones políticas acerca de qué hacer con la represión militar se enfrentaron: el justicialismo defendía el indulto ante el accionar militar.
El radicalismo proponía dejar actuar libremente a la Justicia. Ganó el radicalismo y se impuso su concepción, por supuesto con la oposición de los militares y el silencio solapado del peronismo que una década después lograría imponer el indulto.
La idea indultadora sostiene que cuando los delitos ocurren en la política no son delitos sino política, aunque estén en contra de la ley. Lo que para un ladrón de gallinas implica cárcel para un represor o un ladrón de bancos o de casas de la moneda supone una motivación política y un consecuente perdón.
Una persona que nada tuvo que ver ni con la represión militar ni con la corrupción K (por el contrario, censuró a ambas y a la corrupción K la denunció primero y mejor que nadie) como Jorge Asís, es portador de esta concepción.
Siempre pidió el indulto para los militares y ahora lo pide para los kirchneristas. No cree que no hayan cometido los crímenes de los que se los acusa, los considera culpables, pero en su extraña concepción de supuesto “realismo” político mezcla de “El príncipe” de Maquiavelo con “Conducción Política” de Perón, supone que los delitos cuando se hacen por razones políticas se deben pagar políticamente, no jurídicamente.
Ampliando esta lógica, gente que nunca robaría nada defiende a Néstor Kirchner y su trouppe aun sabiendo que robaron, pero dicen que no lo hicieron por razones particulares sino para la política, esa palabra en nombre de la cual todo está permitido.
En todo caso, piensan los indultadores, los que merecen ir presos son los que se colgaron de los K para robar no para el proyecto sino para sí mismos.
No se quejan si un Jaime o un Lopecito o un Lázaro van presos, porque esos eran testaferros usados por los “políticos”, pero que lucraban para sí mismos.
Por eso Lopecito, cuando ve que es abandonado por los suyos, dice que los bolsos conventuales tenían plata de la política, porque eso es lo que los suyos perdonan. Robar para la revolución no es robar sino expropiar al capital, suelen decir, devolverle al pueblo lo que es del pueblo.
El problema aparece cuando además de los jaimes o los lopecitos, comienzan a caer los devidos y los boudous, que fueron encomendados por el poder para robar para la política, aunque se hayan quedado con millonarias propinas, admisibles aun entre revolucionarios porque de algo hay que vivir.
Cristina nunca pensó estrictamente así, esa fue idea de Néstor que la compartió con su Armada Brancaleone de obsecuentes, pero quiso apartar, lo más que pudiera, a su esposa.
Ella todo lo sabía pero miraba para otro lado calmando su conciencia leyendo Página 12. Pero cuando se quedó sola, no tuvo más remedio que tapar todo porque si no estallaba todo.
Por eso cubrió con épica discursiva revolucionaria a su gobierno, porque no hay nada mejor que un relato para tapar una corrupción. Pero ahora que ve caer como moscas a los testaferros y operadores de su marido, intenta mirar para otro lado.
Néstor no tenía, como sí Boudou, aspiraciones de elevación de status, sólo amaba la política, sus trajes y mocasines eran baratos, no le gustaba viajar ni los autos. Pero tenía que robarlo todo para que todo fuera suyo.
No era un totalitario ideológico, era un totalitario usurero. No le bastaba con disponer de los recursos del Estado en tanto omnipotente administrador, debían ser de su propiedad privada, él quería ser el capitalista con más plata del país capitalista para poner en caja al resto de los capitalistas. Y los que hoy le recriminan a Cristina que no los defienda fueron los cómplices de él, no de ella.
Y ella piensa aunque no lo dice: Si ustedes robaron aunque sea en nombre de mi marido jódanse, yo los protegí pero no les pedí hacer lo mismo. Y si no cambié de lógica es porque no podía, porque se destapaba todo. Pero no tuve testaferros como Néstor, solo alcahuetes como Parrili.
Y allí es cuando saltan los aníbales, los d’elías, los morenos, los devidos y le dicen de frente: flaca, no te hagas la desentendida, acá la mano en la lata la pusimos todos.
Vos a nosotros nos tenés que defender porque te aceptamos como jefa por ser como nosotros, no distinta. No hay un solo pecado cometido por nosotros que no hayas cometido también vos. Si robamos robamos todos, pero robamos para la política por lo cual no robamos, hicimos política. Si te borrás sos traidora. No vaya a ser que quieras el indulto sólo para vos y tus dos hijitos.
Por eso, no se puede comparar el robo de cualquier gobierno con este sistema montado por Néstor que no fue un mero saqueo, sino un mecanismo político surgido desde el máximo sitial de poder y establecido como política de Estado.
No era el robo marginal tolerado o encubierto, sino el delito como una forma de hacer política, la principal, como lo fue la represión para los militares. Esto hay que desarmarlo como se desarmó la estructura militar.
El Nunca Más de la corrupción es inevitable, si nadie lo propone vendrá lo mismo, aunque no tengamos ni un dipietro italiano ni un moro brasileño, ni los jueces del Nunca Más.
Porque las tareas históricas si no las hace el hombre, las hace la evolución. Y eso es lo que está pasando. Ha estallado lo inevitable. Hay que desmontar el sistema para que desaparezca, para que no lo prosigan otros. Olvidar, bajo la excusa sostenida por muchos de que hay que dejar de hablar del ayer, es indultar.
Los ladrones políticos comunes, como los menem, siempre dicen que los juzgan por razones políticas, como dicen todos los políticos ladrones del mundo desde Caín y Abel, pero los ladrones ideológicos, como los K, insinúan algo más profundo: en el fondo admiten que robaron pero que estaba bien porque lo hicieron por razones políticas. Que el crimen en política deja de ser crimen o que debe ser juzgado políticamente. E indultado jurídicamente.
Esa concepción se traslada a otros temas: para los que así piensan, que un gobierno liberal como el de Macri pague a los hold outs es puro colonialismo, pero que un gobierno popular pague sin quita al FMI o a Repsol más de lo que ellos hubieran aceptado, es un acto de liberación porque el relato es más importante que la realidad y se lo relata como una liberación.
Lo que los K hicieron, Macri no puede hacerlo porque él es ideológicamente entreguista y cuando entrega entrega, mientras que los K, como son ideológicamente liberadores, cuando entregan liberan. Por eso muchos odian el entreguismo de Macri, aunque a veces se parezca tanto al liberacionismo de Cristina.
Con igual lógica, la mera sospecha de que Maldonado haya muerto por represión es suficiente para demostrar que la república liberal devino dictadura criminal.
En cambio, ciento y pico de asesinados (muchos de ellos filmados) por Maduro, no son delitos, son política. Lo de Maldonado es un crimen de lesa humanidad cometido por Macri, los asesinados por la represión de Maduro son hechos políticos, incluso necesarios para salvar la revolución.
Es una pena que mucha gente inteligente, o al menos estudiada, piense así. De lo que bien se aprovechan los victimarios de toda laya. Milicos o bolivarianos. Indulto para todos es la consigna.