Hasta el año 2011 la economía argentina había vivido una temporada de grandes bonanzas. Desde la devaluación de 2002, las exportaciones habían ganado mucho terreno mientras que las importaciones se habían retraído significativamente, lo que dejaba fuertes saldos comerciales.
La devaluación se daba en un contexto mundial en el que el dólar se devaluaba a nivel internacional a la par que subían los precios de las materias primas, beneficiando a los países emergentes. Petróleo, granos, metales, entre otros, subían de precios en un momento en que aparecía con fuerza la demanda de China, transformando la primera década del siglo con tasas de crecimientos de dos dígitos.
Luego de la crisis financiera norteamericana de 2007 muchas cosas comenzaron a cambiar, aunque los precios se mantenían muy altos.
El gobierno argentino aprovechó la coyuntura, donde las ventas al exterior crecían, para aplicar retenciones a las exportaciones y hacerse de esta especie de “plusvalía” generada por el efecto de devaluar nuestra moneda contra otra moneda que también se devaluaba.
Argentina fue consiguiendo saldos comerciales crecientes que hicieron eclosión entre 2008 y 2012 en los que se superaron los 10.000 millones de dólares de saldo comercial, con un récord en 2009 de 14.400 millones.
Era tanta la cantidad de dólares que entraba, que el Banco Central no daba abasto comprando y emitiendo moneda. Tanto que el gobierno hacía vista gorda a los que sacaban capitales, ya que era menos presión para el mercado cambiario. En esa época también había mercado paralelo, pero el gobierno los dejaba para que no lo presionaran, sabiendo que ese mercado trabaja con operaciones en negro. Todo esto con el objetivo de que el tipo de cambio no bajara y sostenerlo en una posición competitiva.
Para diciembre de 2011, cuando Cristina Fernández asumió su segundo mandato, la situación ya no era buena. La inflación había avanzado y mentiras estadísticas del Indec habían generado expectativas negativas y todos esperan correcciones del tipo de cambio. Algunas actividades se habían deteriorado, pero el modelo se sostenía en base a exportaciones de soja, cuyo precio seguía subiendo, y de autos a Brasil, que todavía estaba en un ciclo positivo.
No obstante, el gobierno dispuso poner control sobre las importaciones y prohibir la compra de dólares para ahorro con lo cual estimuló el engrosamiento del mercado paralelo (bautizado “blue”), y aunque puso muchas restricciones (el llamado “cepo cambiario”) las reservas cayeron en más de 20.000 millones de dólares, habiendo quedado en un nivel muy comprometido,
Manteniendo el equilibrio
Durante este año el gobierno apunto a una batería de medidas tendientes a solucionar el problema de la falta de divisas. Entre ellas, la de solucionar los diferendos existentes tanto con YPF, como con el Ciadi y el Club de París. La idea era volver a los mercados internacionales de crédito, pero el fallo del Juez Griesa y el conflicto con los fondos buitres abortaron la estrategia.
Ante esto se apeló a otros mecanismos, como convenios de swap con China y con Francia, y otras operaciones, como la licitación de las bandas de telefonía 4G. Del mismo modo, y a efectos de tranquilizar al mercado paralelo, se lanzaron bonos ajustables por dólar oficial.
Estos bonos son los que se les dan a los exportadores de grano para animarlos a liquidar anticipadamente exportaciones, ya que actúan como un seguro de cambio.
Actualmente, las reservas se han estabilizado en el orden de los 28.000 millones de dólares, y ha tenido que ver con una combinación de herramientas aplicadas por Alejandro Vanoli en el BCRA como por el cepo a las importaciones dispuesto por el ministro Kicillof. No obstante, quedan cosas pendientes, como los 5.500 millones adeudados a los importadores.
No obstante el panorama no resulta fácil y para ello basta ver el comportamiento de la balanza comercial. Es que si bien se han restringido importaciones, también han caído las exportaciones y hay una reducción importante del saldo comercial. El saldo comercial de octubre fue de un magro volumen de 361 millones de dólares, una cifra menor al 40% respecto del mismo período del año anterior.
Problemas que complican
Hoy la economía enfrenta situaciones complicadas porque esta vez parece que el mundo cambió de dirección, aunque no se nos cae encima. El comercio mundial sigue creciendo, aunque el ritmo es más lento, mientras nuestras exportaciones están cayendo.
A esto contribuyen varios factores. Uno de ellos es la caída del precio internacional de las materias primas, especialmente la soja. El año 2014 comenzó con una cotización de 550 dólares la tonelada y cierra a 340. Esta diferencia se hace sentir en los ingresos de divisas, aunque aumenten los volúmenes. Si a esto se suma las restricciones que l gobierno impuso a las exportaciones de trigo y maíz, el problema desde este sector es mucho mayor
Otro factor que complica es la caída del nivel actividad de Brasil, que es nuestro principal socio comercial. La antigua “locomotora” ya no tira como antes y esto se hace sentir principalmente en el sector automotriz, el cual también está complicado por las restricciones a las exportaciones.
Las ventas han caído en 2.000 millones mensuales, pero complica también a maquinarias agrícolas, calzados, autopartes, y productos de origen agrícola. Este año se verán problemas con las ventas de productos mendocinos hacia ese país.
Otro dato que perjudica las exportaciones es que se terminó el colchón de competitividad por efecto de la inflación, que ha superado con creces la devaluación dispuesta por el gobierno. Especialistas advierten que el tipo de cambio real está en mismo nivel de diciembre de 2013. Hoy las empresas enfrentan costos que crecen en pesos mientras el dólar se mantiene quieto. El efecto es que, finalmente, los costos terminan creciendo en dólares.
Un factor emergente de los últimos meses es la revaluación del dólar en el mundo, lo que está generando la devaluación de las monedas nacionales de nuestros vecinos. Entre nuestra inflación y la devaluación de los vecinos, Argentina está cada día más cara en dólares.
Por si todo esto fuera poco, hay que considerar que, con suerte, el saldo comercial alcanzará a 7.500 millones, pero se hay que pagar 5.000 millones en concepto de servicios, lo que hace que la disponibilidad sea más compleja.
Si a estos puntos principales se le agregan factores como aumento de la presión tributaria, las regulaciones para exportar e importar, aumento del costo del crédito y una política energética que no da previsibilidad en el abastecimiento, se suma un cóctel de difícil solución con el que debe lidiar el gobierno en el próximo año.
Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes - cavagnaro@arlinkbbt.com.ar