Máximo Thomsen (20), Ciro Pertossi (19), Luciano Pertossi (18), Lucas Pertossi (18), Enzo Comelli (19), Matías Benicelli (20), Blas Cinalli (18) y Ayrton Viollaz (20), imputados como coautores por el crimen de Fernando Báez Sosa (19), ya llevan dos semanas detenidos en la Unidad 29 de Melchor Romero, adonde fueron trasladados en medio de la cuarentena obligatoria que rige en el país por la pandemia de coronavirus.
Esta situación favoreció a los rugbiers ya que perdieron todo tipo de contacto con el resto de los internos, a quienes han denunciado por amenazas contra su integridad física y psicológica. Actualmente, los jóvenes están separados. Si bien están en el mismo pabellón, están separados en celdas aptas para dos personas como máximo. "En los primeros días, en las charlas telefónicas con la familia, era de lo único que hablaban: el miedo al maltrato de los compañeros de pabellón", reconocieron a Clarín fuentes con acceso al sistema penitenciario.
Cada mañana, los rugbiers arrancan con una rutina ajustada de ejercicios físicos y aprovechan el mínimo esparcimiento en unos 250 metros cuadrados. Apenas ahí tienen contacto con un grupo de entre 5 y 10 procesados, que no siempre son los mismos. La tranquilidad está asegurada.
El régimen de alcaidía es de permanencia temporaria, es decir, hasta que los jueces decidan el destino definitivo. En este caso y por la contingencia del virus, esa estadía será más prolongada. “No se salen de las reglas ni un centímetro. Son respetuosos con las directivas y el personal”, coincidieron entre quienes recorren la Unidad 29 de Romero. Lejos quedaron los tiempos en que salían a la luz presuntos enfrentamientos con los agentes.
Como no pueden recibir visitas, los jóvenes oriundos de Zárate tienen dos teléfonos disponibles para comunicarse con sus familiares y allegados. Se turnan para las charlas y hacen pedidos de alfajores, chocolates, postres y tortas. "Hay un grupito que tiene especial predilección por los dulces. Eso piden a los padres", contaron cerca de la penitenciaría. Una disposición del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia habilita el ingreso de algunos productos que traen las personas autorizadas hasta la puerta del edificio penal.
A las 19, cuando llega la hora del recuento, cada uno de los rugbiers debe estar en su calabozo. Allí, los detenidos leen y juegan a las cartas. "Tratan de no llamar la atención. Se animan entre ellos, cuando alguno presenta algún síntoma depresivo. Nada muy diferente a cualquier situación de encierro", reconocieron las fuentes consultadas.
El crimen de Fernando se produjo cerca de las 4.40 del sábado 18 de enero frente al boliche Le Brique, en pleno centro de Villa Gesell, cuando el joven fue atacado a patadas y trompadas por un varias personas.
El ataque quedó filmado por cámaras de seguridad y teléfonos celulares, por lo que horas después fueron detenidos como autores del crimen diez rugbiers que se hallaban de vacaciones y se alojaban en una casa cercana al boliche.
Ocho de ellos se encuentran con prisión preventiva por homicidio agravado y los dos restantes están acusados del mismo delito pero en libertad.