Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar
Una nueva elección encuentra al peronismo mendocino al borde del ataque de nervios. Si algo le faltaba a esa sensación de desamparo que sobrevuela la Casa de Gobierno era una noticia tan mala como fue la que se conoció el viernes con la muerte de Juan Carlos “Chueco” Mazzón.
Sin esa figura del padre omnipresente, la desaparición del casi siempre exitoso armador justicialista, en la previa de un comicio nacional y en sintonía con el obligado repliegue a la oposición, supondrá para el PJ explorar terrenos habitualmente desconocidos para esa fuerza que hoy por hoy ató su destino a la suerte de Daniel Scioli.
Las desmedidas expectativas depositadas por el oficialismo local en las PASO nacionales que se desarrollan hoy fueron la excusa perfecta para intentar minimizar el impacto de la derrota a manos de Alfredo Cornejo, pero también para poner en suspenso el necesario debate autocrítico que el PJ se debe tras haber perdido la gobernación y algunas comunas clave.
La nave insignia de Scioli fue suficiente refugio para las huestes de Francisco Pérez. Es mejor lamer las heridas cuando al menos se tiene el cobijo y la comida que el gobernador de la provincia de Buenos Aires (con un Mazzón desterrado del Olimpo kirchnerista como intermediario) fue prometiendo -uno a uno- a los dirigentes justicialistas de todo el país, a quienes les dijo lo que cada uno quería escuchar.
Pero lo cierto es que la bomba de humo con la que el PJ buscó pasar el chubasco de tener que ceder el poder tras ocho años, fue una peligrosa estrategia que hoy podría volver a derrumbarse.
El resultado de la performance local del Frente para la Victoria (FpV) que se conozca esta noche no sólo podría acelerar la ebullición interna, hoy todavía bajo presión, sino también replantear la posibilidad de extender -o no- la negativa a un acuerdo político (imprescindible) con el próximo gobierno radical.
Es que desde que el PJ, en las figuras de Eduardo Bauzá, Rodolfo Lafalla, Marcelo Costa y Jorge Tanús, decidieron remplazar a Pérez en la transición y “planchar” cualquier negociación con el radicalismo, la provincia ha ido arrastrando una serie de sucesos desafortunados que dan cuenta no sólo de la impericia sino también de cierta ineficiencia en el manejo de la cosa pública.
Que el partido de gobierno haya corrido a Pérez y limitado a su ministro de Hacienda, Juan Antonio Gantús para evitar (o al menos postergar) un sensato traspaso de mando, no ha impedido que la realidad devuelva cachetadas a diario.
A esta altura, es muy difícil esconder los agujeros de la OSEP, asediada tanto por los proveedores como por los afiliados, cansados de rebotar cada vez que no le reciben la obra social estatal.
Bajo esa impronta, también se inscriben los planteos de la Asociación de Clínicas pero también de Ampros, denunciando el “colapso” de algunos hospitales públicos; o de Autam, que amenazó con reducir frecuencias nocturnas de colectivos si el gobierno no cancela una deuda de 140 millones de pesos que finalmente días atrás logró desactivar a través de un plan de exigente cumplimiento, pues implica más de 20 pagos ¡diarios! de 4 millones de pesos, más otro desembolso previsto para mañana de 30 millones de pesos.
En esa misma órbita también se planteó esta semana el bochornoso reclamo de los policías y penitenciarios retirados que el miércoles llegaron hasta las propias narices de Pérez sin que nadie en la sede del Gobierno les preguntara a dónde iban ni para qué. Casi como si se tratara de una gestión autista, la refriega que incluyó represión y violencia en iguales dosis es también, en todo caso, una más que significativa instantánea del fin de ciclo de Pérez.
Con las arcas vacías y sin previsiones, con desbordes en los momentos clave y autojustificaciones posteriores, la gestión actuó como lo ha hecho durante tres años y medio: corriéndose del eje y echando culpas afuera.
Mientras todo eso sucede en Mendoza, la última esperanza de este oficialismo en retirada es poner todas las fichas a Scioli. El PJ no sólo escondió a sus candidatos en esta campaña (es misión casi imposible encontrar un afiche o un spot con las imágenes del candidato a diputado nacional Rubén Miranda o del propio Pérez en su intento por recalar en el Parlasur) sino que sin que nadie se lo pidiera ofreció, en el altar de la “Ola naranja”, un piso del 40% de los votos mendocinos para el bonaerense.
¿Lo logrará? ¿Tendrá Scioli la misma generosidad que exhibió hasta ahora con la dirigencia peronista local si ese porcentaje no se alcanzara aquí?
Días atrás, el analista Enrique Zuleta Puceiro consideraba que la actual situación de crisis por la que atraviesa el peronismo mendocino está fundada en la ausencia de un proyecto político que sepa representar los intereses mendocinos en la Nación, como por ejemplo sí lo tuvo durante el exitoso ciclo que inauguró José Octavio Bordón.
Por el contrario, especulaba, el PJ local parece ser un mero apéndice de las decisiones partidarias nacionales -en el mejor de los casos- o, directamente de la Casa Rosada -en el peor de los escenarios-.
En esa línea se explican el alineamiento y la obsecuencia que tanto Celso Jaque como Pérez han tenido con Cristina Fernández, pero también aquellos extremos que antes por vía de Mazzón y ahora de parte de Carlos Zannini o La Cámpora, permitieron que la injerencia llegara hasta el punto de confeccionar las listas locales en Buenos Aires o que el candidato a gobernador se decidiera en Puerto Madero.
La tentación verticalista y la doctrina de “a rey muerto, rey puesto”, ha llevado otra vez al PJ a sellar su destino al del referente nacional en auge. Ahora, todo es sciolismo, como antes fue todo kirchnerismo.
Sin embargo, por estas horas, en las que la ausencia del “Chueco” ya comienza a notarse, la pregunta que recorre el espinel peronista es qué pasaría si sólo con Scioli no alcanzara para revertir esa sensación de derrota que se ha sucedido desde que se inició el año electoral en Mendoza. Así ya aconteció en Capital y en San Carlos, pero también en las PASO y en las generales locales.
Dicen que hace unos días, Mazzón habló con Cornejo y le prometió -a contramano de la trastrocada transición- trabajar por la gobernabilidad de la Mendoza que viene.
El temor es que la “revancha” que el mismo PJ planteó para estas PASO a fin de no minar su autoestima y vengar la caída local del 21 de junio, podría ser la antesala de una depresión todavía más profunda. Aquella que no sólo produce el fracaso sino, también, la orfandad y la pérdida.