La ratificación de que la conducción será ejercida por un triunvirato es un fuerte mensaje político de que no habrá marcha atrás en el proceso que culminará el 22 de agosto próximo de parte de los tres sectores mayoritarios que conducen las CGT.
Pese a la experiencia de 2004, la conducción tricéfala aparece como la fórmula mejor para terminar de curar heridas abiertas en ocho años de divisiones. Después, el proceso mismo dirá si las condiciones estarán dadas para ir hacia una CGT con un secretario general único.
El mensaje buscó ser contundente. De los 205 gremios que participan del proceso y que están habilitados para votar, sólo medio centenar de ellos pertenecen a alguno de los sectores internos (el macrista Gerónimo Venegas, el Masa de Omar Viviani y el Núcleo de Sergio Palazzo) que piden una conducción unipersonal, en el fondo para tener una mayor cuota de poder dentro de la futura central sindical unificada.
Pero si el mensaje sobre la fórmula de conducción fue contundente, hubo también un mensaje unificador hacia esos mismos sectores relacionado con el documento fuertemente crítico que en principio iba a difundirse ayer mismo.
La decisión fue postergarlo hasta el plenario de secretarios generales del 5 de agosto, de modo de que “cada uno, sin exclusión alguna”, dijo una fuente sindical, pueda hacer sus aportes al texto antes de ese encuentro.
La posición de máxima parecía representarla el candidato de la CGT Azopardo Juan Carlos Schmid. Esta semana, un plenario de la confederación de sindicatos del transporte que él conduce decidió impulsar medidas de fuerza que deberían aprobarse en el plenario del 5 de agosto.
El documento particularmente crítico hacia las políticas económica, social y laboral del Gobierno debía ser un anticipo de aquellas medidas. Una señal más, esta vez desde el sector sindical, de que la luna de miel con la Rosada parece haber terminado.