El rally Dakar siempre sorprende con sus historias en cada edición. En esta ocasión, Philippe Croizon ya tiene su buggy para tomar parte de la carrea. No será este año, sino el próximo, 2017. Pero, antes hay que cumplir un largo trabajo.
Croizon no es un piloto cualquiera. Su desafío es enorme, posiblemente el mayor que se haya visto en la historia del Dakar y en el automovilismo, pero él es un superviviente. Lo hizo el 5 de marzo de 1994 cuando una descarga de 20.000 voltios pasó a través de su cuerpo durante casi 20 minutos. Las quemaduras fueron brutales y las secuelas peores aún. Se vio privado de las dos piernas y los dos brazos, que debieron ser amputados. Debió superar larguísimas operaciones y años, casi una docena, de recuperación física y psíquica.
Pero su mente seguía intacta y las ganas de vivir son quizás mayores a las de cualquier otro mortal, aunque en un momento dado pensó en el suicidio. Pero un día “simplemente decidí vivir”. Y de ahí, la voluntad de afrontar auténticos desafíos. Primero en natación, como la travesía al Canal de la Mancha o el unir los cinco continentes a nado a través de sus estrechos: Gibraltar, Bering, Mar Rojo, Papuasia.
En su vía diaria usa prótesis para sus piernas y brazos. Para conducir no. Los dos muñones le bastan gracias a las nuevas tecnologías.
En muñón derecho encaja en una cazoleta de cuero a medida unida a un joystik: hacia delante acelera, hacia atrás frena y moviéndola derecha o izquierda consigue activar la dirección. Mantiene el volante, pero sólo como si fuera un indicador; el volante se mueve al compás del joystick y así tiene conciencia de si gira o no lo suficiente.
El muñón izquierdo lo usará para activar una serie de botones que le permitirán cambiar de marcha (el cambio será secuencial), poner la marcha atrás, accionar faros, intermitentes a limpiaparabrisas.
Para Croizon no será una novedad. Ya tiene un auto adaptado que conduce habitualmente con estos sistemas. Una adaptación que según Le Parisien cuesta 67.000 euros.
“El desafío al que se enfrenta es enorme, pero tiene un mentalidad de acero”, dice Ives tartarin, ex piloto del Dakar y hoy preparador, que será quien se ocupe de poner a punto el buggy de más de 300 CV, adaptarlo y mantenerlo sobre el terreno.
Su copiloto, por ejemplo, no sólo debe ayudarle a navegar, sino a subir y bajar del coche, y acomodarlo, alimentarlo sobre la marcha o darle de beber. Y por supuesto, en caso de algún problema mecánico deberá solucionarlo solo.
De momento los patrones del Dakar ya han dado su visto bueno para la aventura. Y un centenar de empresas han prometido aportaciones, aunque Croizon espera que lleguen a ser unas 500 las que se interesen en el proyecto.
Fuente: mundodeportivo.com