Sin la mano de la Justicia hay justicia por mano propia

Sin la mano de la Justicia  hay justicia por mano propia

"No hay peores ojos que los que no quieren ver". Anónimo

Una mala noticia: “La violencia está entre nosotros”. Frente a esta afirmación, enseguida se escucha: “Bueno, en todos los países hay violencia”. Es verdad, pero no es lo mismo el grado de violencia en el Estado Islámico, Irak o Siria que en Noruega, Finlandia o Suiza.

Siempre hacemos la del avestruz, que ya es una verdadera gimnasia cultural y preferimos mejor no ver o mirar para otro lado.

Además, se dice que el grave problema de la inseguridad, donde la provincia de Buenos Aires es sólo el caso más patético, es la falta de la presencia del Estado, pero ésta es una afirmación que no dice absolutamente nada y deja a resguardo muchas cosas que no se quieren ver o sacar a la luz, por lo que conviene bajarla a conceptos bien concretos.

El nivel de violencia e inseguridad en nuestra sociedad es el resultado de varias causas que, a lo largo de más de treinta años, se han consolidado: la presencia de una Policía corrupta, una Justicia que ha dejado de cumplir con la ley y una clase política que, en vez de preocuparse por sancionar las leyes que combatan este flagelo y proteger así a sus ciudadanos y contribuyentes, se preocupó por cuidar y hacer crecer sus intereses particulares y poder o blandir ideologías nefastas para la armonía social.

Dentro de este cuadro de seguridad colapsada se inscribe el fenómeno social de la llamada “justicia por manos propias”. Aquí no entran los policías, jueces y fiscales que hacen honestamente su trabajo y cumplen con su deber.

Dramáticamente, sólo en Buenos Aires han sido asesinados este año 23 policías por defender a ciudadanos que fueron asaltados.

Tampoco es correcto decir que hay muchos policías, jueces y fiscales que son honestos, porque la corrupción judicial y policial es un problema cualitativo. Importa no la cantidad sino el cargo o lugar que ocupan en la sociedad para generar la destrucción del tejido social.

Un funcionario policial, un juez o un fiscal corrupto, y cuanto más arriba peor, neutraliza la labor de muchos policías, jueces y fiscales honestos en la conservación del tejido social y aumentan su destrucción.

El ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, Germán Garavano, afirmó hace unos días -en medio de una serie de casos de justicia por mano propia, como el de un médico en Loma Hermosa, que asesinó a un joven que quiso robarle el auto, o el de un carnicero en Zárate, que atropelló y mató al ladrón que le había robado lo que había facturado- que: “La realidad lleva a la gente a tomar estas decisiones, por lo que necesitamos un sistema judicial que dé respuestas. La gente no tiene que reaccionar. Tiene que llamar a las fuerzas de seguridad, insistir en la Justicia, el camino es más ése que tomar reacción por mano propia”. Patético.

El Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires maneja un listado de 32 crímenes que podrían haberse evitado si los jueces no hubieran tenido la excarcelación fácil.

En lo que va del año, ya se han registrado 24 casos de justicia por mano propia, y va en aumento.

Respecto de nuestras cárceles Gustavo Ferrari, ministro de Justicia de Vidal, sostuvo: “Hoy la cárcel es un intervalo entre dos delitos”. De los 40.000 presos en Buenos Aires, 20.000 son reincidentes y hay 45.000 prófugos, de los cuales 25.000 tienen condena.

Los numerosos casos de linchamientos de delincuentes, las sanciones públicas espontáneas, mal llamados escraches, a políticos o ex funcionarios acusados de corrupción que se pasean por las calles o en aviones, son todos síntomas de una sociedad en la cual se han resquebrajado totalmente sus mecanismos de control y sanción y, por lo tanto, ha perdido, para vastos sectores de la misma, la capacidad de integrar a sus habitantes y generar una vida previsible y armónica.

En las zonas marginales la violencia y el deterioro de la calidad de vida ha llegado a niveles intolerables para una persona que vive en sociedad que, a su vez, ve de manera clara, por televisión e internet, mejores estilos de vida.

Una encuesta de la UADE reveló que 79% de los argentinos no confía en la policía y que la mitad que sufrió un caso de inseguridad no lo denunció porque estaba convencida de que no solucionaba nada.

Un estudio de opinión realizado por la consultora Management & Fit muestra que la credibilidad del Poder Judicial está en uno de sus peores momentos; 77% de los argentinos no confía en el sistema de Justicia y sólo 3,1% tiene mucha confianza en el Poder Judicial.

Lo más dramático son estos datos que muestran una tendencia social ya instalada, que seguirá creciendo y será difícil de frenar: 51% aprueba “la justicia por mano propia”; dentro de ese guarismo, 24,5% la aprueba por completo y 26%, parcialmente. Lo más crítico, sólo un 26% la condena.

La gente, que es la que sufre la impunidad, tiene las cosas más claras que nuestros políticos, jueces y fiscales. “No queremos mano dura, queremos Justicia justa”, manifestaron los organizadores de la pasada marcha “Para que no te pase”. Todos ellos perdieron familiares por delitos.

La magnitud del problema se ve con claridad cuando varios gobernadores pidieron al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, el envío de gendarmes y otras fuerzas federales para combatir la delincuencia. Miguel Lifschitz, de Santa Fe, que pide más refuerzos a los ya enviados; José Manzur (Tucumán), Alberto Weretilneck (Río Negro), Juan Schiaretti (Córdoba), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Carlos Verna (La Pampa). Y es de esperar que esta lista aumente.

Por último, cuando votemos sería importante que elijamos al candidato no porque es peronista, radical, demócrata, del Pro, etc, sino porque nos propone nuevas leyes y medidas para terminar con la corrupción judicial, policial y porque busca reducir, así, los índices de delincuencia y violencia.

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