Ya pasaron tres años desde que “El Pozo” dejó de ser el depósito de residuos urbanos de Godoy Cruz y gran parte del Gran Mendoza. Hoy, en esta parte del oeste donde comienzan las primeras cerrilladas, ya no se ven las montañas de bolsas de desechos. O las humaredas permanentes de los basurales instalados sobre la cuenca del Maure, un sistema de contención aluvional que protege de las crecidas al mismo centro departamental.
Afortunadamente el panorama está cambiando en este sitio, donde viven unas 600 familias que se asentaron allí durante los últimos 60 años y dieron origen al Campo Papa.
“Los camiones hoy solo llevan escombros o residuos verdes (de jardines, poda) a esta zona porque la idea es rellenar los pozos y reacondicionar todo este lugar”, explica Carlos Sosa, del área social y vivienda del municipio de Godoy Cruz, quien añade que estas acciones forman parte del proceso de cicatrización del Pozo. Se trata de grandes depresiones que se formaron debido a la extracción de material. Hasta hace un par de décadas, de allí las constructoras extraían los áridos para levantar los barrios de los alrededores y de gran parte de la Zona Metropolitana.
A lo largo de los años, varias familias de escasos recursos se fueron asentando en el lugar, sobre terrenos de la familia Papa. Desde lo que hoy es la rotonda del Corredor del Oeste, a la altura de Carola Lorenzini, hasta el dique Maure prácticamente. Ahora, el asentamiento se achicó y está en proceso de urbanización.
María Esther Burnet, vecina de toda la vida del Papa, se ilusiona mientras ve las máquinas y hombres que trabajan frente a su casita de calle Perón: “Allí enfrente era todo piedra, basura. Uno de mis hijos empezó a mejorar el lugar. En el municipio hablamos con Jesús (González), que es inspector de Vivienda, y gracias a esto, en poco tiempo tendremos espacio para que nuestros hijos y nietos puedan jugar”.
La mujer, como la mayoría de sus vecinas, trabajó en el servicio doméstico toda la vida. Cuenta que el playón tendrá canchita, juegos para niños y plantarán árboles. Y asegura que las personas más grandes necesitarían un gimnasio.
Un joven vecino de ella pasa por Perón en una motocarga con cartones, plásticos y vidrios. Es un recuperador urbano, como tantos otros que viven en el Papa. Viene del Centro y va hasta su casa a separar el material que luego enviará a un centro de entrega para su posterior reciclaje. El muchacho hasta hace un tiempo iba sobre su carretela a caballo, recolectando residuos de la zona urbana para llevarlo al basural y recuperar lo que encontrara.
Desierto de piedra
“Nací acá y hasta yo, de chica, trabajaba en el basural. Iba en carrito, en carretela, como podíamos”, cuenta Norma Vargas. A sus 51 años, relata: “Somos 17 hermanos, fui una de las últimas que nació acá. El barrio era mucho más chico, ni la cuarta parte de lo que es ahora”.
Mira la calle principal que une el Corredor con Perón y asegura: “A este lugar le llamamos ‘la isla’, porque sobre esta calle habían casitas sólo de un lado, porque hacia el sur estaban los pozos y del otro lado también. Lo hicieron las máquinas porque esto eran zonas de ripieras”. Y agrega: “Todos acá íbamos a la escuela Emaus, no teníamos centro de salud, teníamos que ir hasta el barrio Suárez o a otros lugares para atendernos. Hoy todavía nos hacen faltan también, porque somos muchos”.
Norma aclara que aquí la gran mayoría es gente de trabajo, pero lamentablemente algunas personas de mal vivir han hecho “famoso” al barrio. “Necesitamos de más centros deportivos y otros para poder rescatar a nuestros jóvenes”, señala la mujer y aclara que ellos siempre han trabajado. “Esos árboles que se ven los plantamos nosotros; es que esto era un desierto de piedra”, dice Norma. Y como para explicar que siempre estuvieron acostumbrados al esfuerzo, cuenta que sus padres cruzaron la cordillera, provenientes de Chile, hasta San Juan.
“Allí estuvieron 3 años, luego se vinieron a Mendoza, también caminando, hasta aquí, donde nadie los podía echar. Y así se fueron armando su casita, con techos de nailon, latitas y palitos”.
Fernanda Pintos está encantada con su nueva casa. Es un módulo de madera que la gente solidaria que integra la fundación internacional Techo (a la que Messi le donó lo recaudado en su casamiento) le brindó. “Estuvimos trabajando todo el día cuando la armamos, fue muy rápido. Ahora tenemos que embellecerla y colocar aislantes”, cuenta Fernanda. Muy simpática, su hija, Yésica Paiva, también muestra su casa y exclama: “¡Una foto para las chicas del Fachi!”, haciendo referencia al Fachinal, como se lo conocía antiguamente al Campo Papa.
La biblioteca será un centro educativo para adultos
Este año, la comuna y la Dirección General de Escuelas firmaron un acuerdo para modificar el destino de la Biblioteca del Pozo. La obra ya tiene un avance de 80% y según el convenio, allí funcionarán dos centros educativos: un Cens y un Cejba. El objetivo es que los jóvenes del barrio tengan mayores posibilidades de poder terminar sus estudios en esta infraestructura que se encuentra sobre el acceso al Campo Papa y calle Chuquisaca.
Por otra parte, sobre calle Perón, en el extremo sur del Papa, se construye un centro de capacitación de oficios para que jóvenes y adultos puedan capacitarse y obtener una salida laboral. La obra civil está prácticamente terminada, resta instalar los talleres de carpintería, metalmecánica, cocina, electricidad y gas, entre otros.
En cuanto a la forestación, ya se plantaron diversos árboles, aguaribay la mayoría, en el pozo que está más hacia el oeste, entre Perón y el paredón del dique Maure. Similares tareas se realizan en otros sectores, especialmente sobre calle Perón.