Sin inversión no hay futuro

La carencia de seguridad jurídica, respeto a las normas legales y una justicia independiente hacen imposible detener la caída de las inversiones extranjeras directas en nuestro país y arriesgan gravemente el futuro de la economía.

Sin inversión no hay futuro

Las noticias de que Los Andes ha dado cuenta en estos días: el informe de la Cepal sobre la caída de la inversión extranjera directa (IED) en nuestro país, el incremento de la cantidad de viñedos en venta, la demanda reducida de plantas para reponer viñedos agotados, muestran un panorama muy preocupante sobre el futuro de la economía.

Al respecto, aunque parezca obvio para quienes conocen cuestiones elementales de economía, es necesario hacer algunas consideraciones sobre la función de la inversión, no sólo para la sociedad sino también para las empresas y las familias.

No existe en la vida humana posibilidad de un futuro mejor sin inversión; esto es, destinar parte de los recursos que se producen a inversión. Las personas disponiendo de tiempo para aumentar su capacitación, las familias ahorrando, la sociedad toda incrementando su capacidad de producir, modernizando su infraestructura de caminos, energía, puertos.

Para poder invertir hay que ahorrar, ese ahorro puede ser interno y/o provenir del exterior, de lo que ahorran en otros países. El ahorro siempre implica el sacrificio de satisfacciones presentes en aras de obtener mayores satisfacciones futuras.

Por lo tanto, para ahorrar en un país debe haber condiciones e instrumentos que permitan hacerlo. Las condiciones implican que haya algún margen en los ingresos que se pueda no consumir, en realidad siempre lo hay para el conjunto, pero sobre todo que haya expectativas favorables sobre el futuro.

Que ese sacrificio que hice en el presente no me va a ser quitado en el futuro, que no voy a ser desposeído, como ha ocurrido repetidas veces en nuestra historia. Para que esa situación no ocurra debe existir seguridad jurídica, normas legales respetadas, una justicia independiente, la propiedad privada debe ser el pilar de la organización económica.

Pero además es indispensable que haya instrumentos que permitan ahorrar, el primero de ello es una moneda estable que conserve su valor, que permita acumular valor. El peor enemigo del ahorro es la inflación; con una de la magnitud de la nuestra no existe posibilidad de ahorro monetario.

Es decir que tanto las condiciones como los instrumentos dependen esencialmente de la política económica que desarrollen los gobiernos.

Puede haber buenos hábitos de ahorro en la gente, pero una política económica inflacionaria, intervencionista, sin seguridad jurídica, que por todos los medios estimula el consumo presente termina destruyendo el ahorro y, por ende, la inversión.

Lo que el informe de la Cepal pone en cifras es la manifestación de un fenómeno que lleva ya varios años: las empresas extranjeras que pueden “levantar campamento” se van.

Políticas como el cepo cambiario, que impide remitir ganancias a los accionistas del exterior, no alientan la inversión extranjera, nadie quiere venir a poner capitales de donde no se puede salir.

Lo hacen sólo algunos oportunistas que consiguen condiciones especiales por su vinculación con el poder, lo hacen también aquellos que son muy arriesgados y advierten que el valor de los activos en Argentina está barato.

El insostenible régimen cambiario también desalienta la IED, el sentido común dice que no puede ser conveniente traer dólares que deben ser vendidos a un precio muy por debajo del que se paga por los insumos y bienes de inversión.

Hay otros aspectos relacionados con la inversión productiva que hacen preocupante el futuro del país. A lo largo de estos años se ha invertido poco en relación con lo necesario para lograr tasas altas y sostenidas de crecimiento. Las altas de la primera parte del kirchnerismo fueron engañosas porque ellas eran consecuencia de la salida de una larga y profunda recesión.

El país contaba con una alta capacidad productiva moderna ociosa, resultado de las inversiones de la década de los noventa. Las tasas de crecimiento de la economía en el último lustro han sido muy bajas, consecuencia de escasa inversión, de la poca calidad de la misma y del agotamiento de las inversiones anteriores.

El ejemplo de la nota citada al comienzo de las cepas viejas que no se renuevan es muy ilustrativo. Establecer una política económica que estimule la inversión productiva será prioridad del próximo gobierno.

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