La polilla de la vid -lobesia botrana- es una plaga que llegó no hace mucho tiempo y que se instaló y propaló con fuerza en toda la provincia. Si bien no afecta la calidad de los vinos, sí tiene incidencia profunda en la producción, en razón de que la polilla se alimenta de los granos del racimo.
La plaga afecta a la totalidad de la provincia y también llegó a San Juan. Días pasados se supo que el Ministerio de Agricultura de la Nación destinó 4,2 millones de pesos para los productores de la vecina provincia, mientras para el caso de Mendoza sólo anunció la posibilidad de reuniones de capacitación.
El tema merece ser considerado desde diferentes aristas. En primer lugar, el ingreso de la plaga a Mendoza. La lobesia botrana estaba instalada en los viñedos europeos y llegó a Chile a través de las máquinas cosechadoras alquiladas a Francia -en contra estación- que no fueron suficientemente desinfectadas. En el momento de la aparición de la plaga, el vecino país declaró el alerta amarilla para advertir sobre el problema.
Tiempo después y con la llegada de la plaga a la zona de Los Andes, límite con nuestra provincia, las autoridades sanitarias chilenas declararon el alerta roja e informaron inmediatamente a sus pares argentinos. Sin embargo, la polilla llegó a la provincia a través de... las máquinas cosechadoras que no fueron lo suficientemente desinfectadas en su ingreso al país, tarea que debió cumplir el Senasa.
Instalada en Maipú y una vez descubierta se determinó un cordón sanitario para evitar su propagación. Pero los productores no hicieron caso o no advirtieron sobre gravedad de la situación y continuaron trasladando uvas de una zona a otra, sin realizar tampoco las tareas de desinfección en los transportes utilizados. Y de aquellas 450 hectáreas que comprendían el primer cordón sanitario, la lobesia se dispersó prácticamente por toda la provincia.
El segundo aspecto a considerar es el de la reacción de las autoridades nacionales para con la dirigencia vitivinícola local. La relación era bastante fluida y hasta se llegó a una reunión con la propia Presidenta, en el mes de enero. Pero como no hubo soluciones a las políticas de fondo que reclamaba el sector, especialmente en lo relacionado con la inflación, el dólar desfasado, las retenciones por exportaciones y la política exportadora, entre otros, las críticas se hicieron escuchar durante el desayuno de la Vendimia, que se realizó en marzo.
En ese momento, un ministro de Agricultura, demasiado sensible, no aceptó las denuncias y la actitud cambió radicalmente hacia el sector. No hubo más reuniones, se cortó el diálogo, la dirigencia local debió recurrir a otros caminos para llegar al gobierno nacional y, lo más grave, no hubo apoyo para ninguno de los planteos del sector.
Es muy factible entonces que a esa situación responda el hecho de que se haya otorgado 4,2 millones de pesos a San Juan para combatir la plaga y que para Mendoza no se haya destinado un solo peso desde el Ministerio de Agricultura de la Nación. Una actitud incomprensible de parte de un ministro como Carlos Casamiquela, que conoce la realidad del sector porque se desempeñó durante muchos años como funcionario del INTA en el Alto Valle del Río Negro.
En el caso específico de Mendoza, la lucha contra la plaga está centrada en el Iscamen, desde donde se indicó que se está invirtiendo en monitoreo, control de las emisiones de feromonas y la fiscalización del tratamiento para la lucha, a lo que se suman medidas para evitar la dispersión, con inspecciones a bodegas, desinsectación de cosechadoras y control mediante las barreras sanitarias del tránsito de vehículos instalados en distintas zonas de la provincia.Pero no se han recibido los fondos necesarios para profundizar la lucha. Los productores, que no cuentan con fondos ni siquiera para las tareas necesarias, como la poda, no pueden hacerle frente.
La plaga ingresó al país como consecuencia de fallas en el control de las autoridades nacionales correspondientes y no puede aceptarse que un ministro demasiado sensible a las críticas, adopte criterios diferentes entre una provincia y otra por el simple hecho de haber escuchado un mensaje que no fue de su agrado.