Sin confianza no hay inversión

En la política económica no hay milagros, hay ahorro e inversión. Pero sin seguridad jurídica y sin reglas estables y claras no hay inversión, y por lo tanto no habrá crecimiento. Eso es lo que lamentablemente sigue ocurriendo en nuestro país, aunque las

Sin confianza no hay inversión

Sin inversión productiva no hay crecimiento económico. Hace unos días, en oportunidad de participar en el Coloquio de le Unión Industrial de Córdoba, el presidente de la UIA, Héctor Méndez, sostuvo que “imaginar inversión hoy en la Argentina es casi un disparate” y agregó que el “horizonte es incierto y se necesita previsibilidad”.

El ministro de Economía, Axel Kicillof, con su habitual lenguaje e ideas de dirigente de un centro de estudiantes, aseveró que “no invertir por el default es un verso”.

Anteriormente había expresado que hablar de default en Argentina es una “estupidez atómica” y recomendado que quienes hablaban de ese asunto fueran a visitar al psiquiatra.

Como puede colegirse, es difícil que las expresiones del ministro contribuyan al clima de confianza y previsibilidad para las inversiones que reclaman los empresarios.

Si bien hay una parte de la sociedad argentina apegada a lo que algún economista llamó hace ya tiempo el “realismo mágico económico”, creencia de que el Estado puede crear riqueza desde algún lugar que está fuera de la sociedad (de ahí lo de “magia”), también existe afortunadamente una porción  importante de la ciudadanía que sabe que tal cosa es falsa.

Son quienes aún creen en la virtud del ahorro, del esfuerzo y de que el crecimiento se logra con inversión bien hecha. Inversiones que crean empleos genuinos, de calidad, que contribuyen a que haya más bienes y servicios disponibles.

Aunque parezca infantil, hay que recordar que para que haya inversión hay que ahorrar, vale decir, dejar de consumir una parte de lo producido.

Ese ahorro tiene dos orígenes, el interno, que es lo que dejan de consumir los propios habitantes del país, o sino puede provenir del exterior, lo que ahorran en otros países, y es canalizado a Inversiones Extranjeras Directas (IED) o a préstamos que las empresas y/o el Estado destinan a la inversión productiva, es decir, a aumentar la capacidad existentes de producir bienes y servicios.

Para que la inversión efectivamente contribuya al crecimiento requiere dos condiciones indispensables: cantidad suficiente y calidad, esto es que se destine a aquellas actividades que produzcan el mayor rendimiento económico y social posible.

Más simple, se puede invertir mucho y mal o poco y bien; según el caso, los resultados serán diferentes.

La política económica del kirchnerismo se basó, a lo largo de todos estos años, en estimular al máximo el consumo, desestimulando el ahorro interno. Suponía que aumentando la demanda de bienes y servicios las empresas iban a invertir para satisfacer esa demanda.

Claro está que olvidó el nefasto efecto de la inflación, que en lugar de estimular la inversión estimula el incremento de precios.

Como además restringió severamente las importaciones, sea por falta de dólares o con la vieja y fracasada idea de la sustitución de importaciones, la consecuencia fue un aparato productivo cada vez más obsoleto e ineficiente.

Por cierto debe excluirse el sector agroindustrial, que a pesar de los castigos impuestos siguió invirtiendo y creciendo. El default no solucionado aún también operó en contra de las inversiones extranjeras en el país.

La inflación, la ausencia de instrumentos de ahorro que permitieran defendernos de la inflación, aparejó otros efectos negativos en la economía, especialmente en los últimos años.

El ahorro interno se canalizó a actividades  económicas de bajo nivel productivo, como construcción de viviendas, compra de automóviles, telefonía celular, TV, electrodomésticos en general y no poco para viajes al exterior.

Algunos datos ayudan a entender lo ocurrido en estos años y más aún, de qué modo eso que ha ocurrido condicionará la economía de los próximos años.

El indicador universalmente aceptado para medir la inversión productiva es el que relaciona el monto de inversión con el PBI; en este caso, en la última década en promedio ha rondado el 18%, mientras que se estima que un porcentaje adecuado para generar una tasa de crecimiento de 4-5% debería estar alrededor del 25%.

Ese es el porcentaje que han estado invirtiendo nuestros vecinos, ni hablar de los emergentes asiáticos, que llegan a cifras de 40-50%.

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