El Parlamento de Irak aceptó ayer la renuncia del primer ministro Adel Abdelmahdi, que dejó su cargo en medio de masivas protestas, pero la crisis no parece atenuarse ya que la principal fuerza política opositora rechazó proponer un dirigente al frente del próximo gobierno.
Los diputados aceptaron la renuncia del Ejecutivo, en una sesión extraordinaria realizada ayer después de que Abdelmahdi presentara su renuncia por escrito ayer al Parlamento. El pasado viernes, tras dos días de una cruenta represión a las manifestaciones en el sur del país que provocó al menos 40 muertos, el primer ministro anunció que iba a presentar su dimisión y que esta significaba "la dimisión del gobierno en bloque".
La decisión de dejar el poder se precipitó cuando la máxima religiosa chiita de Irak, el ayatollah Ali al Sistani, instó al Parlamento a retirar su apoyo a un Ejecutivo "incompetente".
La salida del primer ministro, sin embargo, no aquietó las aguas del país sumido en una grave crisis política por la irrupción de masivas manifestaciones que estallaron hace dos meses con reivindicaciones centradas en la crítica contra la corrupción y la demanda de mejoras de vida.
La Comisión Iraquí de Derechos Humanos, un organismo público pero independiente, calcula que la represión causó unos 400 muertos y miles de heridos. La magnitud del conflicto quedó en evidencia cuando la Justicia local ordenó hace tres días liberar a 2.500 detenidos e informó que otras 240 personas permanecerán detenidas.
Pese al anuncio de Abdelmahdi, las movilizaciones continuaron durante el fin de semana, cuando miles de personas volvieron a concentrarse en la céntricas plazas Tahrir y Al Julani. Las manifestaciones se replicaron en la ciudad de Nasiriya, en el sur de Irak, la localidad dónde las fuerzas policiales mataron a 46 personas y desencadenaron la renuncia del premier iraquí.