El triunfo de Macri en la segunda vuelta de la elección presidencial tiene importantes significados, más allá de ser fin del período de gobiernos kirchneristas.
Es la primera vez en un siglo que gana una elección presidencial una fuerza que no es peronista o radical, aunque la UCR haya sido un aliado del Pro, pero no tuvo un rol electoral protagónico (sólo 4% de los votos en las Paso); es la primera vez que llega al poder una coalición de centro-derecha desde los años treinta (entonces fue la Concordancia, integrada por radicales antipersonalistas, conservadores y socialistas independientes); también es la primera vez que gana la elección presidencial un hombre simbólicamente rico desde Marcelo T. de Alvear, en los años veinte del siglo pasado; es la segunda vez que es electo un ingeniero, siendo el primero Agustín P. Justo, en los años treinta; Macri es el primer presidente egresado de una universidad privada en toda la historia; es la primera vez que es electo presidente constitucional alguien que no es abogado desde comienzos de los años sesenta (Illia era médico, electo en 1963); es el primer presidente que llega a la política desde el deporte (la popularidad la alcanzó desde el Club Boca Juniors); es el primer presidente argentino electo en un balotaje, aunque haya sido la octava vez que se ha utilizado el sistema; representa la llegada de una nueva generación al poder, que no vivió protagónicamente la violencia de los años setenta, ya que tenía 16 años en 1976. Todos estos significados dan al triunfo de Macri una perspectiva de cambio, que va más allá del fin de doce años y medio de gobiernos populistas del kirchnerismo.
Aunque un balotaje se gana por un voto, ha tenido 2,8 puntos de diferencia a su favor y a partir de este resultado debe enfrentar su desafío inmediato: generar acuerdos para gobernar.
Es un presidente débil y fuerte al mismo tiempo en términos territoriales. Su partido gobierna sólo dos distritos (Ciudad de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires) y el radicalismo, que es su aliado, otros tres (Mendoza, Jujuy y Corrientes). Pero aunque son sólo cinco sobre veinticuatro, significan más de la mitad del padrón electoral nacional y casi dos tercios del PBI. Pero el problema central está en el Congreso: su alianza (Cambiemos), tiene solo 15 de 72 senadores nacionales y nada más que 91 de 257 diputados nacionales. En la provincia de Buenos Aires, esta alianza cuenta con nada más que 15 de 46 senadores provinciales y 23 de los 92 diputados provinciales.
Pero Macri ha dado señales de buscar acuerdos. En el debate dijo que si ganaba al día siguiente convocará a Scioli para escucharlo y buscar acuerdos; días antes de su triunfo electoral, a mediados de la semana pasada, sostuvo que buscará un “pacto de gobernabilidad”; Massa y Stolbizer -los candidatos que quedaron fuerza del balotaje- se han reunido para acordar propuestas sobre el tema corrupción para llevarle, y el primero anticipó que está dispuesto a “acuerdos de gobernabilidad”; apoyará al nuevo gobierno.
La idea de Macri pareciera ser buscar un acuerdo con las principales fuerzas opositoras al estilo del alcanzado en México tres años atrás por Peña Nieto con sus dos adversarios, que permitió avanzar en reformas importantes en el Congreso, sin que ello implicara un gabinete de coalición.
La articulación de un acuerdo político resulta vital para él, por la agenda urgente que tendrá en los próximos días en lo político, más allá de los desafíos económicos que debe enfrentar. La elección de las autoridades de las Cámaras del Congreso y sus comisiones en la primera semana de diciembre, pondrá en evidencia la capacidad que tendrá para manejarse en este ámbito. Con un Senado donde la oposición tendrá mayoría, buscará que la Presidencia Provisional del Senado -es el tercero en la sucesión presidencial- quede en un hombre de Cambiemos.
Le resulta fundamental articular una mayoría en Diputados y que un hombre de su confianza (Monzó) presida la Cámara. Quien quede con el control de la Comisión de Acuerdos del Senado, de las comisiones de Juicio Político y Presupuesto y Hacienda de Diputados, así como de la Bicameral que convalida los DNU, mostrarán el grado de control o influencia que el Ejecutivo tendrá en el Congreso.
Pero también el poder de la nueva administración se medirá en la evolución de las batallas que ha iniciado para remover a la conducción del Banco Central, la procuradora general de la Nación, al presidente del Afsca y la que tendrá que emprender para tomar el control efectivo del servicio de inteligencia (AFI). Manejar situaciones de “calle” como la que implica 2.000 familias usurpando tierras en Merlo desde hace tres semanas será un desafío. En política exterior, la Cumbre de Presidentes del Mercosur, que se reúne en Asunción el 21 de diciembre, será el primer desafío en política exterior, donde enfrentará a Maduro, que seguramente se encontrará en una crisis política tras una posible derrota en las legislativas del próximo 6 de diciembre.
A su vez, el peronismo entra en una situación de asamblea, de la que recién saldrá con un nuevo liderazgo tras la elección legislativa de 2017. En lo inmediato, el poder que mantiene Cristina sobrevivió a la prueba de la sesión del miércoles 25 en el Senado y a la del jueves 26 en Diputados. En ambas, mostró que sigue teniendo una mayoría efectiva para sancionar leyes, aunque deba ampliar sus alianzas hacia la izquierda.
En cuanto a la Justicia, el debilitamiento del kirchnerismo ya se hace evidente. En un solo día, el viernes 20, un juez en lo contencioso administrativo reabrió la causa contra Moreno y Kicillof por amenazas a directivos de Papel Prensa; una jueza del mismo fuero dejó en suspenso a los dos auditores de la Auditoría General de la Nación que designó Diputados que son de La Cámpora; un juez federal frenó la decisión del gobierno de impedir la compra de Nextel por Clarín y un juez en lo contencioso administrativo suspendió la orden del gobierno que obliga a las aseguradoras a desprenderse de dólares.
La convocatoria a la militancia K para que realice un gran acto de despedida a Cristina, el 10 de diciembre, se ha puesto en duda.
Si Massa, Urtubey o la Presidenta serán líderes del PJ es un tema que recién se resolverá a partir de los resultados de la elección legislativa de 2017.
El gabinete designado muestra que Macri percibe la política como gestión y ha desechado un gobierno de coalición. Pero sin un acuerdo parlamentario no le será fácil gobernar, con un peronismo que está demostrando gran rapidez para ocupar su rol de oposición.