Salimos del pueblo por la ruta 72 y a los 3 km giramos a la izquierda por la 76. El camino sinuoso sube bajo un cielo bajo, gris, con nubes que parecen deslizarse por las laderas de los cerros y descargan lluvias esporádicas. Hace frío. Pasamos el ingreso a Villa Ventana y luego de cruzar el Abra de la Ventana -el punto más alto que alcanza un ruta en la provincia de Buenos Aires: 500 metros sobre el nivel del mar- la ruta desciende, de pronto con un cielo despejado y una temperatura varios grados más alta. ¿Magia? No, solo la naturaleza sorprendente de Sierra de la Ventana, al sur de la provincia de Buenos Aires.
Poco después del Abra, un mirador regala una panorámica del arroyo Ventana y, detrás, el gran atractivo de la zona, que da lugar a toda la comarca: el famoso cerro Ventana, que con sus 1.136 metros de altura, es el objetivo principal de las miles de personas que llegan hasta aquí a disfrutar de las sierras. Pero cuidado, no es tan sencillo como podría parecer: hay que tener buen estado físico, y no se puede entrar solo; hay que ir con guía y con calzado adecuado. Además, el acceso se cierra con lluvia o llovizna, porque las rocas húmedas se tornan muy resbaladizas.
Lo cierto es que el cerro da nombre a todo este sistema serrano, el de Ventania, y a toda la comarca, que, además de Sierra de la Ventana, incluye a su vecina Villa Arcadia y también a Villa Ventana, Villa Serrana La Gruta, Saldungaray y Tornquist, cabecera del partido. Un hermoso paisaje de ondulaciones suaves que invita a aventurarse en la naturaleza -caminatas, mountain bike, rappel, escalada, cabalgatas, excursiones 4x4- y también a descansos reparadores, esos que se alejan de todo, con agro turismo, sitios históricos, museos y hasta una bodega. O simplemente unos buenos mates en las playitas de arena a la orilla de ríos y arroyos cristalinos, en los que también se puede pescar o navegar en kayak. Un gran plan para las vacaciones de invierno.
El legado de Ernesto Tornquist
Al pie del cerro Tres Picos -la cima más alta de la provincia de Buenos Aires, con 1.239 metros-, Sierra de la Ventana tiene unos 5.000 habitantes y se mueve: hay muchas construcciones, y acaba de abrir el primer supermercado chino.
Después de un almuerzo en el cálido restaurante El Molino de la Casa Azul -unas pastas de película-, partimos con Javier Gómez, guía de Tierra Ventana, a recorrer la comarca, y la primera escala es el parque provincial Ernesto Tornquist, donde se pueden hacer distintas caminatas guiadas. El parque recibe 100 mil visitantes al año y es la principal atracción del lugar, con los cerros Ventana y Bahía Blanca, el jardín botánico, sitios de arte rupestre, la Garganta Olvidada y los piletones naturales.
Seguimos hacia Villa Ventana, la población más coqueta, con hermosas casas de grandes jardines, un tupido bosque y calles con nombres de aves: carpintero, colibrí, benteveo. Por algo la llaman "El Cariló de las sierras". A la salida, Javier se detiene a las puertas de la hostería La Península y busca la pista correspondiente en la audioguía que él mismo creó (y que puede comprarse en distintos comercios, para hacer recorridos autoguiados): escuchamos, entre otros datos, que es el hotel más antiguo de la zona y que tuvo entre sus huéspedes a los marinos del acorazado alemán Graf Spee, hundido en el Río de la Plata en la Segunda Guerra Mundial.
Hace poco el hotel reabrió en manos de Adolfo Díaz y su esposa, que cumplieron el sueño de tener su hotel -es como su casa, y así hacen sentir a los visitantes- y, de paso, Adolfo da rienda suelta a su pasión por la cocina -estudió en la escuela del Gato Dumas- en el restaurante. Si no se aloja aquí, al menos pase a saborear una sopa muy especial, "de la nostalgia", que prepara los fines de semana.
Nuestro destino es Tornquist, cabecera del partido y principal localidad de la zona, con más de 8.000 habitantes. Una muy linda ciudad allí donde las sierras se van transformando en la interminable llanura bonaerense, y que tiene su epicentro en la amplia plaza principal, con un lago cruzado por puentes y la iglesia Santa Rosa de Lima. De un lado, el antiguo teatro municipal Rodolfo Funke, y enfrente, el singular edificio de la Municipalidad, que forma parte de la "Ruta de Salamone": 60 edificios y espacios públicos diseñados por el arquitecto Francisco Salamone, que aquí -sobre todo en Tornquist y Saldungaray hizo buena parte de su llamativa obra, que combina el art decó con el futurismo y el funcionalismo.
Historia de gloria y ruinas
Volvemos para las sierras por la ruta 76, y pegado a Villa Ventana se impone una parada obligada: las ruinas del ex Club Hotel de la Ventana, ese que fue calificado como "la maravilla del siglo" por el ex presidente Julio A. Roca cuando asistió a su inauguración, con toda la pompa y lujos, en 1911.
Otra vez, Javier detiene la camioneta antes de llegar y pasa un video con fotos de época: los lujosos salones, los pisos de pinotea y mosaicos, el restaurante de estilo Luis XVI, el salón, amoblado con muebles ingleses; el salón de fiestas con 150 butacas para ver películas; la sala de conciertos; las ruletas, las habitaciones y suites... el servicio y el lujo eran únicos en Sudamérica; tenía su propia usina, recuperaba el agua para riego, criaba su propio ganado, tenía tambo, quesería, capilla, canchas de tenis y campo de golf con club house. Hasta se construyó un trencito de trocha angosta desde Sierra de la Ventana hasta la mismísima puerta del hotel, y se forestaron más de 100 ha para lograr un paisaje europeo, con árboles que hoy siguen dando sombra.
Entre esos árboles avanzamos hasta encontrarnos la mole en desgracia: entre paredes que se derrumban y algunos hierros retorcidos, los carteles cuentan esta historia increíble, que duró muy pocos años: cerró en 1917 y, pese a intentos posteriores -de los que también formaron parte los marineros del Graf Spee-, todo terminó en 1983 con un incendio intencional. Queda su historia fascinante, y los árboles frutales que aún florecen.
Esa historia y esas imágenes siguen dando vueltas en la cabeza y en la charla mientras cenamos en la parrilla Don Roberto, cerca del Hotel Provincial y su moderno casino, y también cuando nos vamos a dormir con el croar de las ranas.
Sabores serranos
Comenzamos la mañana con una caminata por la larga bicisenda que acompaña la avenida San Martín, y luego por el centro, desde donde se ve, enfrente, el Cerro del Amor -nombre que hace referencia a una apasionada historia entre indígenas-, cuyas laderas poco a poco se va poblando de nuevas casas.
Cruzando el arroyo Sauce Grande está el Barrio del Golf, con grandes casas, calles sinuosas de tierra y un verde campo de golf. Una de las mejores excursiones para hacer en la zona es el safari, que recorre caminos entre sierras para ver animales hasta la cima del cerro Tigre, desde donde se divisa la interminable llanura y se ve una gran cueva que, dicen paleontólogos, cavó un gliptodonte hace unos 8 mil años. Pero hoy no vamos hacia allí. Y como el cielo de este lado sigue nublado, está en peligro la Astro travesía, una excursión que Javier organiza apenas anochece, para "leer" el cielo -con una cantidad de estrellas inimaginable para alguien de la ciudad.
Vamos hacia el complejo El Mirador, al pie del mismísimo cerro Ventana: un gran hotel, cabañas y un restaurante decorado maravillosamente -cientos de objetos antiguos, de discos a patentes, gramófonos, máquinas de escribir o radios a transistores- y platos como raviolón de jabalí, ragout de ciervo o goulash de cordero. Un encantador refugio serrano en manos de la misma familia -Maipach- desde hace más de 50 años.
Nos espera, para el final, un paso por Saldungaray, con sus casas antiguas. ¿Qué regalo podemos llevar? Primeros en la lista, los alfajores que prepara a mano Mónica Sozzani en pleno centro de Sierra de la Ventana, siguiendo recetas de su padre. Están los clásicos, de chocolate y dulce de leche, y también de membrillo, frutilla, almendrado, uvas al rhum, además de chocolates y bombones.
O a una cuadra de allí, en la casa de regionales La Rueda, donde el problema pasa a ser elegir entre tantas delicias: quesos, salames, embutidos, vinos, cervezas, bondiolas, miel, productos orgánicos y mucho más.