Cuando se quedaron rápidamente eliminados de la Eurocopa de 2000, los alemanes hicieron un replanteo de su fútbol. Fiel a su estilo, los germanos se unieron para trabajar en la reconstrucción (cómo lo hicieron con el país tras la guerra) de su estilo futbolístico. Así llegaron Klinsmann y Low al banco de la selección y entonces se enterró con el modelo de imponer la fortaleza física y mental y se optó por buscar más técnica y mucho acento en la táctica.
Se decidió abrir las fronteras, algo poco habitual en aquella sociedad, para que jugadores con ascendencia alemana también pudieran vestirse de blanco, amarillo y negro. Hoy, por ejemplo tienen a Mezut Özil (de origen turco) y Miroslav Klose (polaco y máximo goleador de los Mundiales) entre sus principales figuras.
Esa reconstrucción le ha dado lugar a este equipo que ha llegado a cuatro semifinales en forma consecutiva, un hecho inédito en Mundiales. Lo que se llama un verdadero grande y el que tanto ustedes como yo, siempre pone en las instancias finales cuando se hacen los pronósticos previos al Mundial.
Ya no es el equipo que nos sorprendió en el partido inicial, cuando le dio un baile a Portugal, pero la estructura que han creado le permiten bajar al rival. "Esto no es un videojuego, no siempre podemos jugar bien", decía el técnico antes del encuentro y en esa filosofía se basa su éxito.
No dependen de un jugador, sino de lo que pueda hacer el conjunto. Cada uno sabe cual es su función y la cumple con eficacia. Ayer, la figura fue su arquero, pero en otros casos lo son sus delanteros.
Son un bloque que aparece difícilmente de romper. Ya a nadie le importará que Argelia los llevó a jugar un alargue, o que Ghana les empató el partido.
Puede tropezar de cara al futuro. Es posible que vuelvan a quedarse en el penúltimo escalón, pero lo real es que hay que destacar que conciben una sola manera de hacer las cosas y es bien.