Ocho penales, cuatro atajados, dos desviados y otros tantos convertidos. Y Videla. siempre Videla. Porque el “1” aurinegro aparece en las bravas. Da la cara cuando hay que hacerlo y, visto desde los doce pasos, parece un gigante metido en un arquito de metegol. Siempre atajará uno. Lo hizo en varias definiciones anteriores y volvió a hacerlo ayer. Bastaron dos manotazos, ante los remates de Clavijo y Páez para poner a su equipo en la siguiente fase. La sensación crece en cada definición desde el punto penal: siempre va a ganar Videla.
Fue una tarde de emociones varias la que se vivió ayer en Gutiérrez. Lo arrancaba ganando el visitante con ese tanto del Mocha Pinea apenas comenzado el juego. Respondía el Celeste con el tanto del Tero Abba unos minutos después. No había respiro. Era de ida y vuelta aunque el local mostraba más claridad en ese intercambio de ataques. Muchas emociones tuvo esta etapa, es cierto, aunque también el desgaste fue importante.
La ventaja pudo ser para Gutiérrez pero Clavijo se vistió de héroe para sacar un balón que ingresaba manso a un arco que ya no custodiaba Videla. Y tampoco fue del Jarillero porque Pinea elevó demasiado su cabezazo bajo el arco de un Aracena que ya se sometía a un fusilamiento. Y el desgaste era importante. Y Arce intentaba jugar, pero el Celeste no consiguió desequilibrar la balanza en su favor. Se corrió mucho y se definió poco.
Lo que trajo la segunda mitad fue intrascendencia absoluta. Mucha lucha, poco toque y escasas ideas para romper las defensas, aún cuando Gutiérrez dejó la impresión de ser el que pretendía más. Apenas se rescata la tremenda volada de Videla para desviar ese tiro libre de Arce que se clavaba en el ángulo. Y no pasó mucho más hasta el final.
Y los penales trajeron un remate para el olvido de Abba, muy lejos del palo izquierdo. Y el de Clavijo que no pudo con Aracena. Tampoco Vélez con Videla. Zapata si mostró su jerarquía y Arce se pareció poco al Arce original con su disparo elevado. Páez le dio una vida al Cele con su tirito y Lucero gastó la última bala. Y fue el tiempo de Pinea. Y de la clasificación. Videla ya había hecho lo suyo.