“Me acuerdo cuando llegó a entrenarse a la Universidad; tenía 7 años y era flaquito y muy alto para su edad. Le encantaba el deporte y a sus padres también. Le encontré rápidamente que era muy habilidoso y perseverante. En Mendoza participó en varios campeonatos provinciales, ganando muchas medallas desde temprana edad. También fuimos a un torneo a Rosario. Después se fue a Estados Unidos a vivir y allá siguió tomando clases. Cuando regresó a Mendoza, con la humildad que lo caracterizó siempre, volvió a la Universidad a seguir tomando clases conmigo y fue ese el momento en el que empezó a competir a nivel nacional e internacional.
Un chico muy voluntarioso, al que le encanta entrenarse y al que lo ayuda su altura. Empezó con florete y como era tal alto querían que hiciera espada, porque espada vale todo el cuerpo. Él estudiaba criminología y la verdad que viajaba tanto que se empezó a hacer costoso vivir en Mendoza. La Universidad le ayudaba en lo económico, pero no alcanzaba y por eso se fue a vivir al Cenard. Ahí tomó más vuelo y comenzó a hacer florete y espada, más allá de que generalmente un esgrimista hace una sola arma. A la larga siguió con espada. Yo cuando era chiquito le daba florete, porque cuando sabés florete podés hacer también espada o sable. El florete es el arma escuela”.