La modificación de algunos de los códigos de conducta tradicionales ha sido propia de los jóvenes en las últimas décadas y no corresponde sólo a la Argentina, sino que tiene su fundamento a nivel mundial.
Desde siempre los jóvenes han tenido las rebeldías propias de su edad. Hace décadas hubo movimientos innovadores que causaron gran sensación entre las nuevas generaciones proponiendo reformas a lo establecido, pero por eso mismo produjeron innumerables sentimientos de rechazo por parte de los sectores más conservadores de la sociedad, como el caso de los movimientos contestatarios o los recordados hippies, nacidos en los años 60 en los Estados Unidos, de características críticas pero pacifistas.
Es por ese historial que no está de más recordar el viejo refrán que indica que la generalidad de los jóvenes suelen defender ideas revolucionarias, de cambios drásticos aunque de mayores tiendan a tendencias más conservadoras o moderadas por la lógica evolución de la vida y de sus aprendizajes.
Quizá por eso a muchos les siga costando entender las actitudes rebeldes de los chicos, pero, sin embargo, aunque se los comprenda en toda su entidad, ello no entra en contradicción con la indispensable puesta de límites, o sea las medidas que se deben adoptar para el mantenimiento de ciertas conductas.
Que es lo que a veces no ocurre con ciertos progenitores, que en su afán por mantener cierto nivel de "complicidad" con sus hijos no les advierten sobre tales límites que deben respetar para que nadie resulte perjudicado con sus procederes.
Queremos referirnos en esta oportunidad a lo sucedido con un importante colegio de Capital, cuyos alumnos se excedieron en sus festejos, cortaron calles generando caos vehicular, razón por la cual la comuna procedió a aplicarle una multa al colegio. Pocos días después, los jóvenes volvieron a concentrarse frente al colegio y sus autoridades procedieron a solicitar la participación de preventores municipales para controlar cualquier tipo de desmán. Y si bien en esta oportunidad dejaron las calles libres al tránsito, se dedicaron a arrojar pirotecnia, se apropiaron de espacios públicos (una plaza), realizaron pintadas y arrojaron papeles en las calles.
En este caso, la comuna procedió a identificar a los padres de los alumnos que estaban en el lugar y les aplicaron las multas correspondientes.
Es necesario advertir también que hace un año, el municipio realizó una jornada de convivencia con los chicos, directivos de los colegios, docentes y padres, a los efectos de trabajar sobre alternativas en los festejos para la presentación de los buzos dentro de los establecimientos. Y si bien cabe acotar que en la gran mayoría de los colegios esas normas fueron respetadas, también vale advertir que las sanciones terminaron siendo coherentes hacia quienes no cumplieron con lo acordado.
Es importante señalar también que hay comunas que tienen reglamentada la presentación de buzos, como es el caso de San Martín, donde cada colegio tiene un recorrido fijado de antemano; que dos colegios no pueden salir el mismo día, nadie puede llevar alcohol y por cada diez alumnos debe haber un padre que acompaña al grupo.
Cuando los hechos ocurridos en el colegio de la Capital tomaron estado público, referentes de otros municipios del Gran Mendoza aseguraron no tener problemas de este tipo y otro tanto surgió desde otros departamentos, mientras desde la comuna de la ciudad salieron a aclarar que se había tratado de un caso aislado. Es de esperar que sea así, para que los legítimos festejos e incluso protestas cuenten con los controles suficientes de autoridades y padres, a la vez que de las sanciones debidas cuando ocurran excesos.