"Desde niña siempre supe que quería ser bailarina. En esa época habían pocos institutos de formación y además no era muy común que los padres acompañaran a sus hijos. Pero los míos rompieron el molde, siempre estuvieron presentes". De este modo comienza la charla con la flamante Directora Artística del Ballet Provincial de Salta: la bailarina, puestista y coreógrafa mendocina Shirley Jorquera.
Al hablar sobre el camino que la llevó hasta este nuevo reto, dos elementos se repiten en cada uno de los relatos que la tuvieron como protagonista: pasión y dedicación. Sin embargo, asegura que en algunos casos no alcanza poner todo si no hay un sostén institucional que apoye al bailarín.
Sus últimos días en la provincia la encontraron en plena producción de "Don Quijote", obra de repertorio que estrenó junto a un equipo de colegas en San Juan y que la deslumbró. "Es asombroso que un grupo de profesionales pueda reunirse y poner en marcha este tipo de proyectos", dice la puestista que se rindió en elogios hacia el nivel y la técnica de la danza académica de la vecina provincia pero también por su situación cultural y artística, algo que compara con la realidad de su próximo destino.
- Y en Mendoza, ¿cómo se vive la danza hoy por hoy?
- Lo que hice en San Juan no tiene lugar en Mendoza. Con el cambio de gestión veo que estamos un poco en el vacío. Y no sólo en la danza sino en todo lo que compete a actividades artísticas. Hay poquísimas producciones, pero lo que más llama la atención es que no hay coproducciones del teatro, situación contraria a lo que sucede en Salta y en San Juan.
-Pero se ven producciones...
-Claro. Pero son producciones del ámbito privado que se realizan en los espacios que ellos proponen. No digo que esté mal, pero hace falta una buena oxigenada en estos aspectos.
- ¿Una buena oxigenada?
- Sí. Se necesita apoyo desde arriba: propuestas que vengan desde una dirección de teatro, algo que no se ve desde el año pasado. Estamos como anestesiados en el desarrollo artístico y uno de los grandes problemas que tiene la provincia es la falta de una escuela oficial: a Mendoza le falta un Ballet Provincial.
-¿De qué modo esto afecta a los bailarines?
-Como el proceso de formación de un bailarín es temprano, al no tener apoyo en ese momento es difícil lograr una identidad común. Y a la larga se ve en las producciones.
- ¿Cómo se ve?
- Y... se ve en aquellas ocasiones en las que se requiere armar un elenco con plantel exclusivamente mendocino, tal como me pasó hace unos años. Desde el primer día de montaje realizamos un trabajo de escuela para moldear la identidad de un grupo de bailarines que venía cada uno de su ámbito. Porque, a pesar de que la técnica es una, la forma de incorporarla varía según la enseñanza.
"Uno nunca llega a su punto máximo, siempre hay más"
Jorquera se refiere a la producción de “La Bayadera”, obra que se estrenó en agosto del año 2011. No vacila al señalar que fue uno de los grandes desafíos de su carrera ya que tuvo que cumplir tres requisitos: la obra debía ser de repertorio clásico, nunca realizada en la provincia y con un elenco mendocino. “Fue un proceso duro, pero valió la pena”.
No se considera una experta en temas políticos, pero -como todo artista- es una ferviente defensora de su ámbito. “No importa la gestión, la cultura y el arte necesitan del apoyo estatal. Y hablo de los dos términos porque parece que sólo se habla de cultura y no se involucra a la expresión artística en general. La danza tiene que ser reconocida como una actividad profesional, no sólo artística.
A lo largo de su vida, esta bailarina enfatizó que su deseo era -y es- vivir en el mundo del Ballet. Por eso, cuando se enteró del concurso para la Dirección Artística del Ballet de Salta no lo pensó dos veces. Y el mérito es doble: el llamado para ocupar el cargo era abierto y de características internacionales, algo que no suele suceder en las pocas compañías que hay en el país, según nos cuenta Jorquera.
El fin de semana previo al cierre preparó su proyecto y carpeta de antecedentes y para el lunes el material ya estaba en viaje. Días más tarde llegó la noticia feliz: fue elegida en una terna para lo cual tuvo que viajar a Salta y, después de dos días de entrevistas y concurso, quedó seleccionada.
“Soy del interior y sé cuales son las necesidades que hay en una provincia. Una de las más importantes es que el presupuesto nunca alcanza, sobre todo cuando hay un elenco artístico y profesional que se desarrolla en el campo de la danza”, afirma a la hora de responder acerca de la motivación que la llevó a participar.
- ¿Cuáles son los planes que le deparan al Ballet de Salta?
- Primero que nada tengo que llegar a ordenar mis objetivos y horarios de acuerdo al proyecto que presenté. Es un plan que incluye obras de repertorio, programas mixtos y de carácter didáctico y de formación para el espectador.
Y aquí, con vehemencia, destaca la importancia de esta figura. No habla de los padres que acompañan a sus hijos, sino del público en general. “Mucha gente no se acerca al ballet porque desconoce, y el que no conoce no acompaña. Por eso es importante nutrir al espectador de danza en general. En Salta será una tarea fácil, hay un movimiento que acompaña”.
-¿Es este el punto máximo de su carrera?
- Claro que no. Uno nunca llega a su punto máximo, siempre hay más.
Desde el Colón
Como lo requiere esta disciplina, Jorquera empezó su largo camino en la danza a la edad de ocho años en la legendaria Escuela de Danzas Elina Molina Estrella. Y no fue hasta el año 1971 que tuvo la posibilidad de incorporarse a un cuerpo de baile más profesional: el Ballet estable de la Universidad Nacional de Cuyo, bajo la dirección de María Teresa Carrizo. “Tuve la suerte de vivir la época dorada del Ballet de la UNCuyo y fue en ese ámbito que alcancé el crecimiento necesario para llegar a ser becaria del teatro Colón”.
En su hoja de vida aparece una Licenciatura en Creatividad Educativa y la figura de Rodolfo Fontán, su maestro preparador y figura que la introdujo en el mundo de la “Escuela de Vaganova”.
Y así, habiendo pasado gran parte de su vida entre libros e investigaciones, reconoce que todavía encuentra falencias en el campo. “Veo bailarines mecanizados, sin expresividad y sin paciencia. Y sin eso no es posible lograr una buena interpretación”.