Shanghai es la ciudad más moderna y poblada de la República Popular China con 20 millones. East Nanjing Road es la calle comercial por excelencia con luces de neón y centros comerciales por doquier. La vista nocturna del skyline de Pudong es alucinante.
Las elevadas torres de cristal se convierten en gigantescas pantallas de TV. Me alojé en el hostel Captain en pleno Bund que es la antigua costanera con los edificios más tradicionales construidos por los ingleses quienes manejaban desde aquí el comercio del opio a finales del siglo XIX. Desde la terraza gozaba de una panorámica de los rascacielos
Abordé el ferry para cruzar el río Huangpu hacia Pudong.
Elegí ascender a la torre Perla de Oriente que es la antena de TV y el símbolo arquitectónico de Shanghai. Es un trípode de cemento que sostiene la torre de 468 metros de altura. Cuenta con tres esferas en distintos niveles. Yo subí a la segunda, ubicada casi a 300 metros, con vistas de 360 grados. Fue el edificio más alto de China hasta que construyeron el World Financial Center de 492 metros y luego la Torre de Shanghai de 632 metros que es también el segundo rascacielos más elevado de la tierra tras el Burj Khalifa de Dubai con 828.
La mirada se pierde en el horizonte pero lo más asombroso es la plataforma con piso transparente. Es vertiginoso pararte allí con solo un cristal separándote del abismo a 80 pisos del suelo. Me hice varias fotos descalzo encima del vidrio. Uno de los momentos más divertidos se dio cuando me acosté de espaldas al cristal para crear un efecto de caída al precipicio como el del Coyote con el Correcaminos y los chinos comenzaron a fotografiarme tirado allí.
Bajé de la torre y pasé toda la mañana caminando entre rascacielos y tiendas de lujo hasta que la tortícolis de tanto mirar para arriba me hizo desistir. Volví en el ferry a la parte antigua pensando en la ironía de observar el consumo capitalista elevado a la enésima en un país con ideología y nombre comunista.
Por la tarde dejé atrás el agitado ritmo citadino y me adentré en la serenidad de los Jardines de Yuyuán con exquisito diseño de la Dinastía Ming.
Hay un pequeño lago en cuyo centro se alza una de las casas de té más tradicionales de China: la Huxinting Tea House. Me di el placer de degustar un té negro con aromas de lavanda sentado junto a una ventana del primer piso para contemplar el paisaje desde lo alto. Para merendar acompañan el té con tres huevos de codorniz (ni los toqué), un dulce muy pastoso que se pegaba a los dientes (lo abandoné al primer bocado) y una fruta acaramelada. Esto fue lo único que comí. Llegué a preguntarme si conocerían el pan tostado con manteca y dulce.
Para despedirme por todo lo alto fui hasta la estación del tren Maglev, el más rápido del mundo. Alcanza la deslumbrante velocidad de ¡430 km por hora! superando por mucho a un Fórmula Uno. Los coches que van por la autopista parecen ir marcha atrás. El tren se desliza sobre rieles ejerciendo levitación magnética. Había viajado en los trenes bala de Inglaterra, Francia y Rusia pero aquí estamos hablando de un nivel superior: tecnología flotante.
Une los treinta kilómetros que separan el centro de Shanghai del Aeropuerto Internacional en solo ocho minutos. Llegó la hora de regresar a casa y en el avión abrí mi cuaderno de apuntes para ir tomando nota de la singular travesía por este país milenario encaminado a ser líder mundial en un futuro muy cercano.
Datos
Hostel Captain: 11 dólares
Ferry a Pudong: 2 dólares
Observatorio Pearl Tower: 35 dólares
Jardines de Yuyuan: 7 dólares
Tomar el té en Huxinting Tea House: 10 dólares
Tren Maglev: 16 dólares (ida y vuelta desde Shanghai al aeropuerto)