Sexta Sección: una zona que creció entre viñedos y cañaverales

Sus vecinos destacan que todavía reina la tranquilidad, a pesar de que está a unas pocas cuadras del Centro.

Sexta Sección: una zona que creció entre viñedos y cañaverales
Sexta Sección: una zona que creció entre viñedos y cañaverales

Por la siesta, mientras reina una calma envidiable en la que casi ni se oye el motor de los autos, puede oírse el agua bajar por las acequias, dejando como resultado una melodía hipnótica de esas que si no lo empujan a uno al sueño, al menos lo dejan en un trance de relajación.

Este relato no empieza con un "cuenta la leyenda" ni tampoco habla de un lugar de ensueño. Es sobre la Sexta Sección, esa zona del oeste capitalino que comenzó a crecer con la acción y el protagonismo de los trabajadores ferroviarios y donde en menos de 10 manzanas se ubica una miniciudad con sus plazas, su escuelas, sus iglesias, sus clubes y sus comercios, todo a menos de cinco minutos del centro.

Sus vecinos coinciden en que, más allá del crecimiento de la población y de la construcción de nuevas viviendas (pocas), la fachada de las cuadras de la Sexta se mantienen y más que agregar casas la gente ha optado por remodelar las que siempre tuvieron o heredaron.
 
"Esta zona no ha crecido mucho, la esencia del lugar se mantiene", grafica Daniel (62), vecino de la calle Martínez de Rozas mientras pasea junto a su perro por la Plaza Mathons.

La Sexta por sus protagonistas

Juanita Alejandrina Humeres celebró el miércoles 13 de marzo sus "primeros cien años de vida". La noticia de la designación de Jorge Bergoglio como Papa fue el condimento especial de esa tarde en su casa de calle Tabanera, donde vive hace más de 50 años y desde donde ha visto crecer la Sexta Sección.

"Me acuerdo cuando había viñedos por todos lados y la calle Boulogne Sur Mer era un cañaveral. La Sexta siempre ha tenido a gente muy buena, vecinos que siempre han sabido que cuentan conmigo", inicia la alegre mujer su charla. "Soy muy feliz, con todos me llevo muy bien y no vas a encontrar a nadie que te diga que no me quiere", repite una y otra vez Juanita.

A mediados de los '50, la familia llegó a la Sexta Sección cuando el gobierno de aquella época empezó a ampliar la zona, que había nacido con los barrios ferroviarios que se habían construido al oeste de la calle Tiburcio Benegas y donde se encuentran los talleres del viejo ferrocarril. El esposo de Juanita trabajaba en el correo y le adjudicaron la vivienda de calle Tabanera al 2.200.

"En esos años nos juntábamos todos y nos sentábamos en la vereda todo el día, mientras los chicos jugaban. Íbamos a la Plaza Mathons y al cine Suipacha y existía la tranquilidad de poder salir a caminar tranquila. En esa época esta parte (oeste) no estaba muy edificada", continúa la mujer, tupungatina de nacimiento.

"Muchos de mis vecinos son los hijos y nietos de la gente que estaba acá cuando llegué", cierra la vecina quien -al igual que muchos vecinos- se muestra preocupada por el crecimiento de la inseguridad en el lugar.

Ricardo Romero (más conocido como Quique) llegó a la Sexta Sección hace 6 años, luego de vivir mucho tiempo en Estados Unidos. Vive sobre calle Paraná, a media cuadra de donde tiene su mercado "Blue" (en la esquina con Paso de los Andes).

"Las calles están muy bien mantenidas, me gusta que se hayan puesto los semáforos y la gente tiene una forma de ser muy especial. Lo único que le estaría faltando a la zona es una Unión Vecinal", sostiene.

Aire fresco

Las plazas Mathons y Malvinas Argentinas -y la plazoleta ubicada en Alpatacal y Aguado- son los espacios verdes más tradicionales del lugar.

Martín Rivas tiene 28 años, juega al fútbol y trabaja en un mercadito de Rodríguez y Lugones, frente a la Plaza Malvinas. Allí despunta su vicio no sólo como jugador sino entrenando a un grupito de chicos de entre 8 y 15 años: el Malvinas FC. Cada sábado, sean los que sean, se dan el gusto de patear un poco. "Lo que más nos gusta de la zona es la plaza y los amigos.

Estamos preparándonos para jugar un amistoso con los chicos del (barrio) Cementista", indican Walter (8), Joaquín (10), Pablo (15) y Facundo (6).

"La zona es tranquila, aunque se ha puesto un poco más complicado con lo que pasa en los terrenos del ferrocarril. Pero la esencia del barrio no cambia", cierra Martín.

Comercios históricos

La calle Jorge A. Calle se ha transformado en el centro comercial de esa zona. Dos supermercados, farmacias, veterinarias, casas de ropa y ferreterías, entre otros comercios, se encuentran con solo caminar por el lugar.

Pero no todo se focaliza en esa calle. En la esquina de Paso de los Andes y Suipacha, está "Aldo", una tradicional sandwichería y restaurante que ya lleva más de 20 años en la zona. Lejos quedaron aquellos primeros días en los que el local era un carrito bar y estaba en la vereda de en frente.

"Siempre ha sido algo familiar, manejado por Aldo y yo cuando empezamos en los '90. Hoy lo hemos dejado en manos de nuestros hijos, se han encargado de la modernización", relata Nora, propietaria del local. Como comercio histórico, Aldo ha visto crecer no sólo al barrio sino a sus vecinos. "Ahora vienen a comprar los hijos de nuestros primeros clientes con sus familias", sigue.

Otro local histórico es la panadería El príncipe de Asturias, que ya lleva 91 años enclavado en la esquina de Paso de los Andes y Juan de Dios Videla.

Anzorena, un referente de la zona

Pedro Femenía tiene 93 años, vive desde 1931 en calle Suipacha y Olascoaga y es uno de los socios fundadores del Club Anzorena, un símbolo de la Sexta. También fue un destacado jugador durante su juventud.

A principios de la década del '30 en la propiedad de la familia Anzorena (sobre lo que hoy es la calle Tiburcio Benegas) funcionaba una escuela y lo más cercano al básquet que había era la práctica de pelota al cesto. Y fue en ese momento en que Napoleón Calderón, amante del básquet, se acercó a Femenía para avanzar en la construcción de una cancha.

"Compró dos aros para armar los tableros en Gath & Chaves. Fue el primer intento de cancha que se hizo", relata el histórico vecino, quien también tuvo su local en el lugar hasta hace algunos años.

El entusiasmo por ese deporte se fue propagando, no sólo entre los alumnos de la escuela, sino entre sus padres. Y el sueño de la cancha profesional se concretó pronto.

En 1938 el club tuvo que mudarse a calle Suipacha, entre Benegas y Perú (terrenos del ferrocarril) porque la familia Anzorena vendió su propiedad, pero finalmente en 1940 el club se instaló en la que es su ubicación actual (en Suipacha, entre Olascoaga y Martínez de Rozas, frente a la casa de Femenía).

Desde ese momento, Anzorena pasó a ser conocido como "el club de la familia", siendo sede de kermeses, bailes, obras de teatro (interpretadas por los propios jugadores del club) y carnavales.

"La Sexta, su gente y el ambiente siempre fueron tranquilos y eso se mantiene", concluye.

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