La educación es un derecho y es un deber. Su obligatoriedad nos involucra a todos y cumplirla con calidad es la mejor forma de garantizar el futuro de nuestra sociedad. Lamentablemente, las estadísticas demuestran que la misma no se cumple y muchos alumnos –por diferentes motivos- abandonan el sistema. Es nuestro deber reinsertarlos y darles todas las herramientas que estén al alcance, para que completen sus estudios, y para esto también debemos utilizar toda la infraestructura estatal existente.
El Servicio Cívico Voluntario fue un programa educativo que aplicamos en Mendoza y tenía un objetivo integral con diversas aristas: dar terminalidad educativa, formación en oficios y formación en valores, entre otros. Además, se instauró un sistema de becas monetarias para incentivar a los alumnos a concurrir, esa beca se fraccionaba y se terminaba de pagar cuando acreditaban haber aprobado el curso. También, se les otorgaba una merienda y educación física.
Para esto se utilizaron –entre otros, edificios públicos- instalaciones del Ejército, que contaba con una capacidad ociosa debido a la eliminación del servicio militar obligatorio. Estos cursos no incluían ningún tipo de formación militar y eran llevados adelante por docentes de la provincia.
Participaron en el Servicio Cívico más de 4 mil personas, quienes asistieron a capacitación, a almorzar, a ser formados en oficios como zapatería, talabartería, panadería y electricidad, y concurrir a talleres sobre valores. La formación en valores fue uno de los pilares fundamentales del programa; se buscaba que los jóvenes asumieran como propio el desafío de la superación personal y la autoestima. Valores como la honestidad, la solidaridad, el respeto, el compromiso y el esfuerzo en el trabajo, como modeladores de buenos hábitos, repercutían directamente en la persona y en su vida en sociedad.
Por eso, la experiencia ofreció un marco integral de educación y contención y permitió que muchos chicos y chicas continuaran sus estudios, accedieran a un trabajo digno y se formaran como personas.
Asimismo, buscábamos el compromiso de todos los sectores para aunar esfuerzos y lograr el éxito del programa. Por eso, convocamos a universidades públicas y privadas para que –a modo de pasantías- sus alumnos participaran como tutores, dando clases de apoyo, participando en los talleres afines a sus especialidades y tutorías. Este fue un buen mecanismo para que estudiantes universitarios retribuyeran a la sociedad parte de lo que recibieron y ayudaran a la superación personal de otras personas.
El Gobierno nacional anuncia un programa que, con matices diferentes, constituye una nueva oportunidad de recuperar a esos alumnos fuera del sistema, reinsertarlos y capacitarlos. Esperemos que este Servicio Cívico evolucione y se implemente en todo el país con una clara impronta educativa.
Aquellos que sin conocimiento o con algún tipo de mala intención confunden y expresan que esto es un servicio militar encubierto, deben ponerse al tanto que el servicio militar ya existe, no necesita ser creado y es una opción para quien así lo considere. Lo que también existe es la educación primaria obligatoria por Constitución y la secundaria obligatoria por ley, y si un chico en edad escolar no está en la escuela aprendiendo con una educación de calidad, debemos emplear todos los recursos a nuestro alcance para que vuelvan al sistema. De no hacerlo, les estamos negando un futuro laboral de prosperidad, el futuro de crecer y poder construir una familia.
Que el oportunismo y los prejuicios infundados no priven a nadie de estas herramientas para modelar su propio futuro.