Seriando

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Elige tu propio personaje: Sense8 + Orange.

La era de las series también les llegó a los directores de cine, desde Alfonso Cuarón con su subestimada “Believe” hasta Woody Allen preparándose para debutar con Amazon, todos tarde o temprano harán su serie. Y también ha llegado el turno de las hermanas Wachowski.

“Sense8” se estrenó esta semana por Netflix, con esa modalidad de exhibir la serie completa y no ir liberando un capítulo por semana. Desde la aparición de su primera película los Wachowski siempre tuvieron una parte mística que ha ido creciendo con los años hasta estallar en “Cloud Atlas”, donde cierta idea norteamericana de una espiritualidad poco sofisticada forma parte del centro de la trama.

Como en esa película la nueva serie también es un mosaico de historias tocadas por “lo espiritual”, por historias que nos llevan a “recorrer el mundo”, un mundo muy definido por paisajes con una estética de fondo de escritorio y un grupo de protagonistas que logran transformar la diversidad en una especie de extraño estereotipo.

Así los espectadores contamos en cada capítulo de una hora con unos minutos destinados a cada uno de los ocho protagonistas cuyas almas o mentes están conectadas telepáticamente o como definen en el primer capítulo por “resonancia límbica”.

Después de “Lost” y su idea de la diversidad tratada como personaje, la noción de construir un elenco multicultural y multisexual se transformó en fórmula (¿eso que veo es un dildo con los colores del arcoiris?).

En “Sense8” se define en pocos detalles la construcción de ese espacio “no americano” que somos el resto del mundo, visto desde un punto de vista muy norteamericano (muy ‘carmenmirandesco’, muy ‘todos hablan en inglés’) donde todo tiene que tener un poco de plástico para que brille (desde la acrobática danza hindú de Kala, hasta la ridícula parodia de telenovela en la que trabaja Lito, todo transformado en signo unidimensional).

Esto deriva en artefactos ficcionales un poco superficiales o seriados, que en ocasiones funciona y en ocasiones no: personajes en/con “conflicto”, solucionados con la ayuda y asistencia de otro de los personajes y el aporte de su saber particular.

“Sense8” tiene la mirada puesta en un resto del mundo: en África, en Asia, en Europa, es donde viven algunos de los personajes y donde se transportan (astralmente y entre sí) luego de descubrir que están conectados. Cada uno de los protagonistas representa literalmente un continente (a Europa le tocaron dos protagonistas).

En esa representación de resto del mundo América Latina queda absorbida dentro de Norteamérica. El personaje que representa a América Latina es Lito, homosexual reprimido, actor de telenovelas y ciudadano norteamericano y uno de los más flojos, comparado con la tristeza y curiosidad que transmite la historia de Nomi, una mujer trans y hacker en pareja con una chica negra (todo lo que alguna vez estuvo prohibido puesto junto en una sola relación, da como resultado sexo trans lésbico interracial). Nomi y un agente de policía son los personajes americanos.

Esta estructura de serie con múltiples personajes también permite conscientemente al espectador adelantar la parte del personaje que no gusta y todo sin perder el hilo de la trama. Y hay algo de esto que puede derivar en formatos más interactivos para “consumir” series. Algo similar suceder con “Orange is the new black”.

Ya en su tercera temporada, el drama sobre una chica blanca y rica que cae presa mostró un lado más amable, “Orange...” volvió con un tono más de comedia y menos trágico, menos violenta si se quiere, en esta temporada es imposible imaginar a la Piper que terminaba acuchillando a otra interna.

A pesar de tratarse de historias con contenidos y registros muy distintos ambas series parecen seguir una estructura muy delimitada por la explosión de multiculturalidad, una caterva de personajes protagonistas a los que conocemos a través de flashbacks (en los que una escena de la infancia nos resume toda la personalidad del presente y terminamos amando al malo porque tuvo una infancia horrible) y mucha sexualidad no tradicional.

Lo que más iguala a ambas series tiene que ver con la forma, con la posibilidad de que el espectador “elija” descartar la historia de algún personaje porque no le gusta y poder adelantar hasta la próxima situación, poder percibir ese mosaico de personajes como una construcción propia, seleccionando cuál historia seguir sin perder el hilo general de trama.

No debe ser lejano el desarrollo de un entorno o de un software que permita al espectador directamente saltear la historia del personaje que no gusta (Lito, en “Sense8”); algo entre lo que hizo Jack White con su video de “That Black Bat Licorice” (donde cuenta tres historias en una y el que va decidiendo es el espectador) y lo que hizo Björk con su video de 360° de Stonemilker. Así, en lo que sería un lindo  gesto barroco, devolver al espectador un poco del control que ha ido cediendo ante la tecnología.

La temporada tres de “Orange...” también se distingue por llegar un final lleno de historias sin concluir, múltiples e injustos ganchos, incluida la desaparición a lo Greta Garbo de dos personajes principales que simplemente “se fueron” para nunca volver. ¿Podría decirse que hay una diferencia entre dejar una historia inconclusa y crear un misterio o es el misterio una forma de inconclusión, de cosa sin terminar que deja ‘sensación de’.

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