Piel Naranja (de jugo y de ombligo)
Larry habla por teléfono con su novia Piper, ella lleva unos meses presa y le quedan varios meses más de encierro, él le cuenta que se ha pasado las dos últimas horas haciendo fila para comprar un/a “bagnut” (mitad bagel mitad donut).
Ella dice: “me había olvidado lo que es tener tanta libertad como para poder desperdiciarla”.
Estar encerrada pone todo en perspectiva, como estar enfermo o frente a la presencia de la muerte.
En la segunda temporada de “Orange is the new black” (por Netflix) hay, por sobre todas las cosas, una puesta en perspectiva constante de las cosas que quienes permanecemos en la civilización damos por sentado.
Desde el ritual de encender un fuego (usan una pila y un papel metalizado muy tumberamente) hasta la forma sexual de expresar nuestras emociones.
El mundo de la cárcel –del tiempo que pasa cada vez más lento a medida que se acerca el final de la condena- y su encierro filtra todas esas costumbres adquiridas.
El mundo de la cárcel se regodea con los humanos, los trata como niños, les impone esa dinámica de la prohibición y el posterior acceso. La austeridad impuesta tiene su parte buena.
Piper comprende y se autoengaña con esa idea, un poco porque desea y fantasea que cuando salga de prisión todo va a tener mejor gusto.
“Orange is the new black” (El naranja es el nuevo negro) es una serie que inicia con el encierro de su protagonista; Piper Chapman es una rubia neoyorquina intelectualoide que por esas cosas del pasado y de la delación termina pagando una condena por un crimen que cometió hace 10 años, cuando era joven veinteañera y se dejaba llevar por sus impulsos lésbicos, en esos tiempos (que en la cultura americana son para la experimentación y la liberación) la ingenua se cruza con la zorra sexy de Alex, semi líder de un cartel de drogas; Piper la ayuda a cruzar un cargamento, por única vez, luego se separan y 10 años después Alex la delata y ambas caen presas a la misma cárcel.
La entrega de la segunda temporada completa de la serie, sin recurrir a la espera de un capítulo por semana, funciona perfectamente, es imposible no verla en unos días; y es imposible tener que esperar un año más para volver a reencontrarnos con ellas.
Hay nuevos personajes que incentivan ese juego entre el pasado y el presente que ya es una marca de la serie y hay nuevas historias, la tan esperada vida de “Crazy Eyes” con sus padres blancos o la historia de la novicia rebelde o la jefa latina.
Todas las historias de encerramientos se dividen entre los optimistas (que eligen contar una historia de triunfo del espíritu humano por sobre todas las cosas, “Naufrago” por ejemplo) y los normales (que eligen narrar el proceso de degradación que sufre un humano cuando es apartado de la cultura, “El ángel exterminador” es mi ejemplo favorito).
Hasta el pobre Alf podría calificar para este género, aislado de su civilización melmaquiana, viviendo en un estado de psicosis permanente y soledad sexual, con su cultura negada por los Tanner (que no le dejaban ni comer un gato y ellos comían vacas y pollos) lo bien que le hubiera venido al pobre y peludo enano tener una banda ancha, una red social donde expresar su fetichismo y frustración.
Como hacemos todos. En esta segunda entrega las relaciones entre Alex y Piper se desplazan del centro de la trama y la acción focaliza más bien entre las luchas de poder –al interior de la cárcel entre reclusas, entre directivos-.
Y siempre cada raza por su lado, así es en el mundo de Orange.
A no preocuparse, la serie sigue siendo un festín lésbico; una lesbianitud muy bien entendida y conocida, el deseo por el cuerpo femenino es algo que está muy presente en toda la serie y la forma en que Piper y las demás dan forma a ese deseo va marcando profundamente el desarrollo de la historia.
Los vínculos sáficos pueden tomar múltiples formas: desde una competencia entre dos reclusas para ver cual anota más relaciones sexuales o ser un beso tierno y con risas entre dos mejores amigas latinas que ya son tan amigas que no pueden más.
Los elencos múltitudinarios, las grandes actuaciones, el humor que se mezcla justo con el drama, Alex ( Laura Prepon quien interpreto a Donna Pinciotti en “That ´70 show”) con esa voz grave y ese cuerpote de gigantona y la me-hago-la-fuerte-pero-soy-re-dulce, Nicky (interpretada por Natasha Lyonne, ex American Pie, por fin tiene una oportunidad de lucir su reventadez), drogona en la vida real y en el personaje, la Roja y Vee, la dulce latina embarazada, la serie tiene todo. Ahora a esperar un año más.