Los Andes viene advirtiendo sobre la mala relación que existe entre el preocupante periodo de sequía que venimos atravesando y el peligro de los incendios de campos.
Las informaciones dan cuenta que en los últimos tres meses se quemaron 21.000 hectáreas de terreno y que ese valor es 30% mayor que en el mismo período de 2018.
Por eso las autoridades piden insistentemente que la población extreme los cuidados y no provoque incendios por descuidos en sus salidas al campo ni que se realicen quemas de pastizales, una práctica peligrosa que persiste pese a estar prohibida.
Inclusive, el número de hectáreas dañadas puede ser mayor ya que esas 21.000 has mencionadas corresponden a la estadística que lleva el Plan Provincial de Manejo del Fuego. A ese valor, habría que sumarle las superficies afectadas por incendios que son atendidas por los bomberos de la Policía de Mendoza y los voluntarios de los departamentos.
La contribución que puede hacer el ciudadano en esta materia -evitar el estallido y propagación del fuego en las zonas rurales y del piedemonte- es determinante, de igual entidad que manejar vehículos con apego a las reglas de transito evitaría la gran cantidad de siniestros viales que hay.
El pedido que se formula en este sentido es perentorio: cuando alguien se desplaza en zonas agrestes, como las piedemontanas, tendría que abstenerse de encender fuego y si hace una fogata por razones de necesidad, esforzarse al máximo para que no queden vestigios de esa combustión y no haya posibilidad de que se extienda la misma a pastos secos.
Las altas temperaturas que empiezan a aparecer en esta época, los bajos porcentajes de humedad existentes y la sequedad de la vegetación, conforman un combo perfecto para que se desarrolle un incendio de magnitud.
Los expertos hablan de muchas zonas de riesgo en distintas partes del territorio. Una cercana a la capital y de mucho peligro es el área comprendida por lugares como Blanco Encalada, La Crucesita, Colonia Suiza, al norte de la ruta provincial 82. Allí hay posibilidades de fuego de interface, en referencia a una región donde se mezclan recursos desarrollados por el ser humano con combustibles forestales.
Se carece de limpieza en los alrededores de las viviendas, las que se encuentran en contacto con los combustibles vegetales… y viceversa. Es así que un incendio pueda iniciarse en zona poblada y afecte la vegetación nativa, como ocurrió en Potrerillos el 20 de julio pasado, o se puede dar a la inversa.
Otros departamentos que pueden sumarse son el Valle de Uco, Santa Rosa, La Paz, San Rafael (el norte) y el sureste de General Alvear.
El piedemonte, como ya expresamos, es un ambiente de mucho riesgo debido a la carga de combustible que posee por las pastura que allí se desarrollan.
A esto se suma la cantidad de zonas que se están poblando sin que hubiese un ordenamiento territorial que normara los tipos de construcciones, una obligación que trata de imponer la organización que conocemos como Unicipio, aunque sin resultados muy satisfactorios hasta ahora.
La masiva afluencia de ciclistas y caminantes (trekking) a las zonas de cerros, es muy estimulante y rinde beneficios para quienes practican esas actividades, que forman parte de nuestros atractivos turísticos. Pero sus cultores deben ser los primeros vigías en la guardia contra el fuego y evitarlo de todas formas posibles.
En las zonas del piedemonte de El Challao, sector muy castigado hace dos años, hay que ponderar el plan de restauración ecológica puesto en marcha por técnicos del Conicet, la UNCuyo y el del Instituto Nacional del Agua (INA). Pero esa labor, por eficiente que sea, llevará años para recuperar plenamente la flora y fauna de ese suelo degradado para que vuelva a su estado o natural. Además, si estalla un incendio en los espacios restaurados, se perderá el valioso trabajo hecho.