Sequía crónica, una amenaza para la producción agroalimentaria

Sequía crónica, una amenaza para la producción agroalimentaria
Sequía crónica, una amenaza para la producción agroalimentaria

El cálculo del Instituto Global Mc Kinsey es que la producción mundial de agroalimentos demanda más de 70% de la provisión global de agua en 2017 y que esta demanda de recursos hídricos se incrementaría más de 40% en 2030.

El corolario de esta previsión es que este plus de recursos hídricos imprescindibles para el crecimiento de la producción agroalimentaria no estaría disponible en 2030. Simplemente no existiría entonces.

La alternativa es nítida: o se enfrenta en 13 años una crisis alimentaria de envergadura global, con un alza de los precios por encima de los niveles alcanzados en 2008 y 2011, lo que afectaría la seguridad alimentaria de la población mundial, sobre todo en los países más vulnerables o, por el contrario, es imprescindible desarrollar una producción agroalimentaria que requiera estructuralmente menos recursos hídricos.

Esto equivale a prever una transformación tecnológica de características revolucionarias para la producción agroalimentaria mundial, superior, por ejemplo, a la "revolución verde" de las décadas del 60' y el 70' del siglo pasado.

La Reserva Federal de Kansas en Estados Unidos señaló que 36% de la población mundial (2.400 millones de personas) vivía en regiones de sequía crónica en 2010, y lo mismo ocurría con 39% de la producción global de granos.

Estas tendencias abarcarían a 52% de la población mundial (4.800 millones de personas) y a 49% de la producción global de granos en 2050, lo que implica un nítido agravamiento de la carencia hídrica y un fuerte impacto en la producción de alimentos.

Esto ocurriría en el contexto de un aumento sostenido de los precios agroalimentarios. El precio de los granos aumentaría más de 20% en 2050, sin considerar en esta proyección los efectos del cambio climático.

Si se agrega el impacto del calentamiento de la atmósfera, que hay que dar como un hecho, el precio de los granos aumentaría más de 50% en este período.

Esto agrava la vulnerabilidad de las regiones más pobres del planeta, que sufrirían una drástica reducción de su ya escaso PBI. En África subsahariana, el PBI caería 7% en 2050 y 11% en el norte de África, mientras que se hundiría 14% en Oriente Medio.

La clave para enfrentar esta crítica situación es lograr una mejora cualitativa de los rendimientos de la producción agroalimentaria en relación al agua utilizada (cosecha por metro cúbico de agua aplicada) y para esto la disponibilidad de nuevos genes es esencial.

La nueva revolución tecnológica que se aproxima en biotecnología está liderada por la ingeniería genética, que es la cabeza de las "ciencias de la vida".

La ingeniería genética ha dado un salto cualitativo en los últimos 10 años al crear células vivas, lo que significa que ha realizado un acto de creación y ha ido más allá de la razón instrumental.

Se trata ahora de crear nuevos genes -nueva vida- específicamente resistentes a la carencia de recursos hídricos.

Lo que está en juego surge del encuentro de la necesidad -que es la sequía crónica del sistema mundial-, con la producción agroalimentaria en el mundo, sobre todo la más avanzada, y la biotecnología de punta, liderada por las "ciencias de la vida".

Es una tendencia decisiva, además, para países como Argentina y Brasil, en donde se encuentra una de las plataformas de proteínas vegetales más importantes del mundo y también abundantes reservas de agua dulce en las cuencas de los ríos Paraná, Uruguay y del Río de la Plata, entre otros.

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