Septiembre

Septiembre

Jorge Sosa  -Especial para Los Andes

Y bien, comenzó septiembre, ya estamos en el mes en el que, al decir de los poetas: “Ha llegado setiembre con sus trinos / con el verde que estalla con tanto esmero / y la paz del amor en su regazo / ahora esperemos que no venga un tarifazo”.

Septiembre es el mes del renacimiento de la vida, el mes de la esperanza, del regreso a la plenitud de la naturaleza, el del retorno de las mariposas, y muy posiblemente, la abundancia de las alergias. Se está por terminar el invierno, el que, a juzgar por el frío que está haciendo, va a dar batalla hasta el último día, que será el día de la primavera, pero también el día del estudiante, cuando niños y jóvenes munidos de las tradicionales milanesas y huevos duros invadan los parques para celebrar junto a alguna banda de su agrado.

Ocurrirá, entonces, el tradicional picnick de la primavera que demuestra que los prados y parques de nuestra provincia aparte de servir para embellecer, para depurar el aire, para el esparcimiento, también sirven para ser ensuciados. Pero setiembre trae, además otras celebraciones. El 4 será el día de la secretaria, esas mujeres preparadas para bancarse los malos humores de su jefe y sin embargo, contestar el teléfono para protegerlo: “El señor Fulano no lo puede atender porque está en una reunión de trabajo”; “El señor zutano no lo puede atender porque está llorando a dúo con su contador”; “El señor mengano no lo puede atender porque está arrodillado haciéndole una promesa al CODEME, porque en eso él es muy VERAZ”.

También el 4 será el día del inmigrante, aunque, si tenemos en cuenta como se ha revertido la cosa en los últimos años bien podríamos celebrar el día del emigrante.  El 11 de setiembre es el día del maestro. Seguramente los docentes argentinos en vez de un acto van a hacer una colecta y Sarmiento será alabado hasta el cansancio porque “Fue la lucha tu vida y tu elemento”  (¿Estará bien tutear a Sarmiento?).

El 14 es el día del cartero, tal vez ese día los carteros no vayan a trabajar y se queden en el sobre. El 15 es el día de la flor, durante ese día todos rogaremos para que la vida sea color de rosa, no tengamos que aguantar ningún clavelino, no nos veamos en la situación de tirarle margaritas a los chanchos, y le regalemos un nomeolvides a la esperanza.

El 18 festejarán los chilenos el día de la elevediez. El 21 es el día del almacenero, si es que todavía queda alguno como muestra y el 26 el día Internacional del Turismo, esa industria sin chimeneas que sin embargo es aprovechada por aquellos que tienen muchos humos.

En septiembre las mujeres comienzan a desabrigarse por arriba, por abajo, y por el medio, que es cuando el tipo vuelve cansado a su casa y dice: “¡Qué día he tenido hoy! Anduve caminando todo el día, así que vuelvo de ombligo hasta los ojos, pero no importa, me he sentido bien a busto”.

Con el calorcito, el desabrigo, y las exhibiciones epiteliales las hormonas comienzan a trabajar a destajo y el amor vuelve a estar de temporada. La poesía encuentra un tiempo propicio y se larga a poetizar. Si el amor tuviera que elegir un mes para su cumpleaños ese mes sería septiembre.

Los arbolitos se visten de verde, los arbolitos de la calle san Martín de verde dólar, vuelven las golondrinas a decirnos: “Che, lo vi a tu primo allá en Manhattan, dice que le va muy bien vendiendo hamburguesas sin carne”. Los mimos se ponen más mimosos, las plazas se llenan de abrazos, y los obstetras se frotan la mano porque seguramente tendrán mucho trabajo nueve meses hacia adelante.

Septiembre está con nosotros, hemos entrado en la última parte de este 2016 donde el mayor logro que podemos arrogarnos es haber sobrevivido, medianamente ilesos. Septiembre, nombre derivado de séptimo que sin embargo es el noveno. Como para confundirnos más.

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