Los ciudadanos argentinos responden hoy a una nueva convocatoria a las urnas. Puntualmente, los mendocinos definirán quiénes serán los representantes que se sumarán a la Cámara de Diputados de la Nación, también deberán elegir senadores y diputados provinciales, junto a concejales en la gran mayoría de los departamentos.
Elecciones como las de este domingo, solamente parlamentarias, de mitad de mandato de las autoridades ejecutivas, deben acentuar la capacidad popular de reclamar en silencio y en secreto, pero con profunda certeza e independencia, la corrección de un determinado rumbo político o bien avalar el mantenimiento del camino elegido por los gobernantes de turno. Ese es el mandato que queda expresado a través de los verdaderos representantes del pueblo, los legisladores.
En condiciones de gobernabilidad normales, no hay otra herramienta más representativa de la voluntad popular que el silencioso pero contundente camino electoral.
La ciudadanía debe concurrir al comicio convencida de que con su voto puede contribuir a la elección de los mejores representantes a los órganos legislativos y deliberativos del Estado.
El Parlamento es la institución democrática por excelencia en una nación republicana. Y son el equilibrio de poderes, el respeto al disenso, el pluralismo sobre el hegemonismo político, pilares sobre los que se edifica la democracia correctamente ejercida.
En un país que tradicionalmente ha hecho gala de un sistema presidencialista fuerte, en el que mayoritariamente muchísimas veces se ha valorado más el carisma político de los dirigentes que los programas de gobierno, es de vital importancia detenerse a meditar un voto que priorice el respeto a premisas básicas: el federalismo a nivel nacional, los intereses departamentales o regionales en el caso de la provincia y, muy especialmente, el pleno funcionamiento parlamentario con moderación, respeto del debate de ideas y del disenso y búsqueda de caminos de acuerdos.
Por otra parte, la participación ciudadana siempre es importante para cumplir el rol de garante de la legitimidad del comicio. Para ello se puede realizar un importante aporte respondiendo al llamado del Estado a ser autoridad de mesa y también colaborando en la fiscalización del acto cívico.
La tarea del fiscal de mesa no exige filiación ni simpatía políticas, sino la inestimable colaboración del ciudadano independiente para asegurar que no exista la tentación de alterar la transparencia del acto electoral.
Ojalá, entonces, a partir del día lunes, luego de haber culminado el acto comicial, los dirigentes electos mejoren la representatividad política y no se olviden de las promesas efectuadas al pueblo.
