Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
La madre sabe que la fiebre de su hijo habrá de resolverse en alguna infección, porque la madre tiene sentido común. El padre sabe que no le va a alcanzar el sueldo de este mes para pagarse las vacaciones que se pensaba mandar en un pueblo de Chile que tiene que ver con su idiosincrasia: El Zapallar.
La maestra ya prevé que el día lunes la mayoría de sus alumnos no va a traer la tarea resuelta porque el domingo no es día para hacer tareas sino para jugar hasta reventar. El jefe sabe que sus empleados no van a vivir mucho tiempo con los 1.800 pesos en un bono que la empresa le ha dado como “regalo” de fin de año.
El micrero entiende muy bien que si el interior del micro acepta a cuarenta personas como máximo pueden entrar tranquilamente 93. El mozo sabe que lo que va a vender por la mañana es prioritariamente café, por lo que es conveniente lavar el único pocillo que el bar tiene.
Todo se resuelve por el sentido común. Napoleón dijo “para triunfar, más que otra cosa, es necesario tener sentido común”. Holmes expresó: “La ciencia es un magnífico mobiliario para el piso superior de la casa, siempre y cuando su sentido común esté en planta baja”.
Hay otras frases: “El sentido común es el instinto de la verdad”. “El sentido común no es el arte de plantear los problemas sino de resolverlos”. Sin embargo hay una, muy remanida, que dice: “El sentido común es el menos común de los sentidos”.
Muchas veces falta ahí donde debería sobrar. Por ejemplo en los estamentos de decisión, en los gobiernos. Sentido común, para hacer una definición de diccionario, es la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, de actuar razonablemente.
Yo agregaría de darse cuenta permanentemente cuál es el beneficio para la mayoría, cuáles son las necesidades de aquellos que son sus mandatarios y sus mandados, qué caminos hay que acceder para actuar correctamente, para corregir rumbos, para remendar errores, para procurar el bienestar general como dice la Constitución que se redactó en base, ¿a qué?; pues al sentido común.
No es inteligencia. No es necesario ser del todo inteligente para tener sentido común.
A veces, la solución de los problemas, de los conflictos implican una sencillez en la resolución, tomar el camino más corto, aferrarse a conceptos simples y sin embargo nos embarullamos con tramas complejas, con resoluciones que más que simplificar implican meterse en un laberinto.
Nos complicamos la vida y le damos más barullo al barullo porque ya sabemos, de por sí, que la vida es complicada. Usar la cabeza para el lado de la claridad, (siempre es clara la claridad), y no hundirla en un universo oscuro dónde es muy difícil encontrar dónde está la puerta.
El funcionario, político devenido a trabajar (no en todos los casos) debería usar siempre el sentido común para procurar el bienestar de todos (no es un concepto que tengan todos los funcionarios) y hacer de tal modo que no se nos haga más difícil lidiar con la burocracia por un lado y la indiferencia por otro.
Es lo menos que podemos pedirles a aquellos que nos ofrecieron con afiches y avisos publicitarios su capacidad para entender los problemas del pueblo y resolverlos. No se vende en los shopping, ni lo produce Apple, ni lo regala Papá Noel. El sentido común.., el mejor ministro que debiera tener todo aquel que gobierna.