"Me jubilé y algo había que hacer", dice Julio César Pérez (89) como si fuera poco. Detrás suyo, una de las paredes de su casa está casi completamente cubierta por los rompecabezas que armó y encuadró desde que empezó a hacerlos a los 75 años.
Oriundo de Bowen, General Alvear -lugar que aparece con añoro durante varios de sus comentarios y en donde lo conocían como "El Negro"-, dice que lleva más de 45 mil piezas colocadas en su lugar y asegura que aún tiene planeado seguir muchos años más con esta tarea que lo mantiene ocupado, lúcido y saludable.
Junto a él se para -inseparable- su esposa, Margarita Nieto (86), quien también ha colaborado con algunos de los rompecabezas y que lo ha acompañado durante 65 años de matrimonio y un puñado más de noviazgo.
Su obra más importante, además de sus hijas Graciela María Elena y Laura, es un rompecabezas de 5 mil piezas que luce en el centro de su casa desde hace una década, aunque en las habitaciones tiene preparadas otras sorpresas.
"Fui electricista del automóvil toda la vida y nunca había tocado un rompecabezas, ni siquiera en la escuela. Ahora, a veces nos quedamos con ella (señala a Margarita) hasta las 2 de la mañana. Me encantan", dice el hombre, que admite ser de pocas palabras aunque cada una de ellas transmite la emoción que le provoca su "trabajo" de jubilado.
Pedazos de cada viaje
Julio logró recorrer toda la Argentina con su casilla rodante -llegó a hacer más de 10 mil km en una travesía- y muchas de las imágenes que decoraron sus travesías ahora lucen detrás de una vitrina, transformadas en este juego de mesa que es su pasión. Otros lugares a donde quizás hubiera querido ir también decoran su casa. Fotos famosas, pinturas y hasta un globo terráqueo hecho rompecabezas terminan de armar el panorama al que uno se enfrenta cuando entra a su casa.
"Para el más grande que tengo demoré en hacerlo siete meses, pero porque en el medio me tuvieron que operar. Igual, cuando ya me estaba recuperando, el médico venía a mi casa y me ayudaba a armarlos. Pero en general el tiempo que demoro depende de la dificultad", recuerda, aclarando que su única estrategia para armar los puzzles es la paciencia. Y recomienda empezar por los contornos. "Siempre fui medio nervioso, pero para el trabajo siempre fui paciente", agrega.
Por circunstancias de la vida que no viene al caso mencionar, en una oportunidad la diputada Lilita Carrió estuvo en el hogar de Julio y a modo de reflexión le dijo que lo que él hacía era "un yoga intelectual".
Otra curiosidad es que hasta el momento Julio no ha comprado un sólo rompecabezas, ya que sus hijas y sus ocho nietos (cinco varones y tres mujeres) le han regalado todos. "A ellos les encanta que yo haga esto. Es más, me han dicho que quieren hacer una exposición. Ahora tengo dos pendientes que me regalaron para las Fiestas y otros dos para enmarcar", describió.
Un hobbie saludable
Las herramientas de su antigua profesión, hoy usadas por sus nietos, están colgadas en el taller de su casa donde trabajó largos días. Actualmente, su refugio de labores es una de las habitaciones de la casa, donde esperan a ser enmarcados los últimos dos rompecabezas que terminó.
"Vinimos de Bowen hace 45 años y estuvimos en una casa que nos expropiaron para construir la Costanera. Luego compramos acá, y siempre hemos vivido en este lugar", cuenta mientras todos -periodista, fotografo y entrevistados- nos calentamos con una estufa de diseño increíble que está en el comedor.
Aquí, aprovecha para contar -complice y risueño- que el médico lo ha felicitado: "Me dijo que el rompecabezas y las palabras cruzadas son el mejor método para evitar el Alzheimer y por ahora voy bien".
"Una vez le pregunté al médico qué es lo que era mejor: si tener ganas de hacer cosas y no poder, o viceversa, hacer cosas sin tener ganas. Él me dijo que sin dudas lo primero y es lo que nos pasa a nosotros. Tenemos muchas ganas, pero a esta edad no se puede hacer todo", colabora con el relato Margarita, quien asegura que se le han quemado varias comidas por quedarse enganchada a este entretenimiento doméstico.
Cómplices de largas mañanas y tardes de silencios, admiten que el próximo rompecabezas que les gustaría tener para colgar en la pared es el de la pintura Las Meninas, de Velázquez.
"Cuando termino uno siento una gran alegría. Después los pinto y los enmarco". cierra Julio dejando en el aire una sensación que hace reflexionar. Es una labor simple y apenas asoma distinta frente a las grandes proezas del hombre, pero es su gran alegría, por piezas y en su propio domicilio. Y lo es porque lo comparte junto a su mujer de toda la vida. Pareciera que, viendo ese pequeño pero inmenso universo casero, más no se puede pedir.