Senegaleses se ganan la vida en tierras mendocinas

Venden relojes, cadenitas y otros objetos de fantasía. Afirman que son unos 40. Vienen por motivos económicos. Algunos son víctimas de la discriminación, aunque ellos dicen haber encontrado personas muy amables.

Senegaleses se ganan la vida en tierras mendocinas
Senegaleses se ganan la vida en tierras mendocinas

Cuando caminan por las calles, varias miradas se posan sobre ellos y algunos, sin delicadeza y con claras muestras de poca educación, giran su cabeza y codean a su compañero para señalarlos. Si bien hace varios años inmigrantes afrodescendientes llegaron a nuestro país, durante los últimos meses es más frecuente notar su presencia.

Con brillantes relojes, doradas pulseras y otros objetos de fantasía, muchos senegaleses transitan las calles mendocinas intentando juntar unos pesos para comprar comida, pagar alquileres y demás impuestos, como cualquier ciudadano local.

Según el Censo de 2010, casi cinco mil personas originarias de África habitan esta provincia (2.557 hombres y 2.229 mujeres). En el caso de los provenientes de Senegal, cuya capital es Dakar, ellos mismos estiman que son unos cuarenta, todos de sexo masculino, distribuidos por todo el territorio mendocino.

"A las mujeres no les gusta viajar tanto como a los hombres. Son más de quedarse en casa", cuenta Jack Dia, de 27 años, oriundo de aquel país hoy cómodamente instalado en su negocio de una feria persa de calle General Paz.

Como Jack, quien eligió un nombre "artístico" para que pueda ser pronunciado por sus amigos -el verdadero es Mahamadou Mounetakha- son muchos los senegaleses que hoy tienen su hogar en estas tierras y ahorran para poder enviar dinero al otro lado del Atlántico.

¿Por qué Mendoza?

Aunque no hay motivos concretos, una de las principales razones por la que los senegaleses eligen la provincia -a la cual llegan luego de 24 horas de viaje, porque las conexiones entre los aviones no son fáciles- es la laboral.

"En mi país era camionero profesional, pero acá tuve que dedicarme a otra cosa", dice Cheickh Ahmet (35), en un mejor español que el que uno puede imaginar. "Nosotros somos muy trabajadores y estamos acá para ayudar a nuestras familias", agrega.

Según Jack, que vive hace cuatro años en el país, ellos envían por mes unos 1.500 pesos los cuales equivalen a unos 100 mil CFA, la moneda de Senegal y de otras 14 repúblicas de África que comprenden el Área Monetaria Francesa. "Con 150 mil CFA una familia de cinco personas puede vivir bien", relata

Cuando llegó a la provincia -había venido a ver la Fiesta de la Vendimia y se quedó-, Jack llevaba en un pequeño maletín todas sus mercancías, pero poco a poco las ventas fueron aumentando, a fuerza de mucho trabajo.

En tanto, Cheickh dice que siempre que sean trabajos legales, hace de todo, "pero sin robar". Así, afirma que tiene sus impuestos al día, paga el alquiler, la obra social, el monotributo y el resto de sus responsabilidades sociales. "No es fácil y tengo que luchar como un loco para vivir cómodo. Pero estoy tranquilo", afirma con seguridad entre los artículos de su local que ofrece a curiosos compradores del centro.

Dos veces por semana, los oriundos de Senegal se reúnen en dos lugares específicos: en la calle 9 de Julio, entre San Martín y General Paz, donde conversan acerca de su vida cotidiana y sus problemas, y cuando asisten a la mezquita, en la Alameda, porque son musulmanes y allí rezan.

Allá, lejos

Senegal está ubicado en el noroeste de África, sobre el océano Atlántico y allí habitan unas 13 millones de personas distribuidas en lo que en otras épocas fuera territorio francés. Pero de todos estos habitantes, tanto Jack como Cheickh, a quienes más extrañan es a sus madres respectivas y a sus familias.

"Ella me ha dicho que va a venir a visitarme pronto", cuenta Cheickh regalando una blanca sonrisa. En tanto, Jack, que estuvo en sus tierras hace menos de un mes y durante tres meses, dice: "A la madre siempre la echas de menos, y a mí me gustaría tenerla acá".

Pero lo cierto es que ambos destacaron que vivir en Argentina se les ha hecho fácil sobre todo porque han hecho muchos amigos y porque la familia de sus novias los ha acompañado. "Mi suegra es como mi mamá", cuenta Jack, quien tiene un hijo de seis años con una argentina.

Cheickh, que aprendió este idioma y portugués en Senegal, relata que aquí ha hecho muy buenas relaciones con la gente y que las mujeres, en especial, lo tratan muy bien. "Yo salgo mucho a bailar y la verdad es que siempre tengo suerte con las chicas", dice sonriendo con picardía.

Acá, cerca

Los senegaleses también tienen problemas a la hora de integrarse con el resto de la sociedad. Uno de ellos, que prefirió no dar su nombre, contó que es muy perseguido por la policía. Aunque tiene documento, este hombre de mediana edad, contó que es frecuente que le pidan papeles de identificación sin estar involucrado en una actividad sospechosa ni nada que se le parezca.

Sus vecinos en el persa tampoco los quieren demasiado. Uno de ellos dijo: "Son buena gente, pero creo que son muy bocones con las mujeres. Son muy atrevidos y lo único que quieren es tener un hijo argentino acá para que les den la residencia".

Es difícil comprobar este último testimonio, pero lo cierto es que para los senegaleses es difícil obtener la ciudadanía. Según contó Jack, uno de cada cinco obtiene los papeles legalmente, mientras que los otros se mueven en la clandestinidad.

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