El presidente Mauricio Macri recibió esta semana señales ambivalentes desde la Iglesia y también nuevas advertencias sobre las consecuencias de un programa económico que, según los obispos, prioriza la transferencia de recursos y dilata la solución de los problemas sociales urgentes.
La señal positiva llegó del Vaticano, con la confirmación de que el papa Francisco recibirá al primer mandatario el 15 de octubre, en la víspera de la canonización del Cura Brochero, y no el 17 de octubre, Día de la Lealtad, como se había anunciado. Cambio que trajo alivio en la Casa Rosada, por las connotaciones políticas que la fecha peronista conlleva.
La Mini Davos, como llamó el Gobierno a la cumbre de empresarios en Buenos Aires, tuvo lecturas dispares en la Iglesia. Entre otras, varios obispos aseguraron que ese foro puso en evidencia que la administración macrista confía “demasiado” en la llegada de inversiones del extranjero, y en la “teoría del derrame”, la misma que cuestiona el pontífice argentino.
Francisco, que fue tildado de marxista por esa opinión, no dio rodeos para manifestar que descree de esa teoría del derrame, nunca confirmada en la práctica, que expresa “una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico”.
En esa línea, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) alertó sobre el riesgo que implica poner “demasiadas expectativas” en el efecto derrame como estrategia de gobierno para alcanzar el prometido objetivo de pobreza cero.
Los obispos consultados manifestaron también su preocupación por las declaraciones de empresarios que, durante la mini cumbre condicionaron la llegada de nuevas inversiones a una flexibilización del sector laboral argentino.
Sin embargo, la señal eclesiástica más contradictoria para los residentes de Balcarce 50 provino de la reunión que la mesa ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina mantuvo el miércoles con la nueva conducción de la CGT unificada y dirigentes gremiales.
Los obispos encabezados por monseñor José María Arancedo dijeron coincidir con la central obrera en la necesidad de pedirle a Macri mayor “celeridad” en dar respuestas a problemas sociales, entre ellos la falta de empleo, y de cuestionar que ahora el macrismo apueste a la gradualidad, cuando en la campaña electoral prometió grandes cambios en el impuesto a las Ganancias.
Además las autoridades eclesiásticas instaron a los referentes de la CGT unificada a agotar todas las instancias de diálogo antes de adoptar medidas de fuerza extrema como un paro general. Un pedido episcopal a los sindicalistas que aflojó la tensión de varios funcionarios de Cambiemos.