Si bien en la Argentina la tasa de lactancia materna es alta (95% a la salida de la internación y 54% exclusiva antes del sexto mes), y existen diversas políticas de salud para estimularla por los múltiples beneficios que genera en la salud del bebé y en la de la mamá, todavía hay mucho desconocimiento relacionado con el tema.
Por ejemplo, se suele subestimar la necesidad de que la mujer que amamanta implemente cambios en su alimentación e hidratación, no sólo para que le pueda ofrecer la mejor leche a su hijo, sino también para que ella misma se sienta bien y pueda afrontar las nuevas demandas a las que está expuesta.
Así fue como nació la idea del Proyecto LACTAR, un análisis cuali-cuantitativo en dos etapas desarrollado por la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a través del equipo del Programa de Intervención Nutricional (ProINut), con la colaboración de Fundalam. Tomando como referencia el concepto “cuánto más fuerte es una creencia, más herramientas se ponen en juego para lograr un objetivo”, quisimos averiguar qué saben las mujeres sobre la alimentación durante la lactancia y cómo manejan esa información.
Algunas de las metas fueron conocer si las mamás tienden a modificar sus hábitos de alimentación y nutrición por el amamantamiento; qué valor le otorgan al “auto-cuidado”; si tienen conciencia de que su alimentación condiciona parte de los nutrientes disponibles en la leche y cuáles son las principales fuentes de información a las que recurren.
Los resultados muestran que la voluntad de ajustarse a la nueva etapa está, y que se materializa, por ejemplo, en la cesación tabáquica, el incremento del ejercicio, la elección de frutas y verduras y la desestimación del café y las bebidas azucaradas. Sin embargo, aún falta reforzar la noción de que durante el embarazo y la lactancia es fundamental redoblar esfuerzos para ganarle (o minimizar) al cansancio, y que es clave cubrir los requerimientos de nutrientes esenciales como vitaminas, ácido fólico, iodo, zinc, cobre y calcio.
Pensando en ayudar a las mujeres a comprender cuán importante es cuidar su propio equilibrio nutricional al alimentar al bebé, creo que es momento de trabajar con los pediatras, los obstetras, las puericultoras, enfermeras y doulas; así como también de “aunar mensajes” con familiares y amigos, que sabemos que se encuentran entre las voces más escuchadas por las flamantes mamás. Esto es así porque los primeros 1.000 días de vida de un niño -que abarcan desde la concepción hasta los 2 años- constituyen “la” ventana de oportunidad para intervenciones nutricionales. Como la lactancia es clave en esta etapa, cuidar la alimentación de la mujer que amamanta la gran base para lograrlo.