Su casa porteña es como una pequeña isla: vive en un callejón de Flores donde los tilos mecen el otoño y abundan los ancianos. A una cuadra, la locura de avenida Rivadavia. Pero allí el ruido no entra, allí está a salvo. Y le recuerda el tempo de provincia.
La entrerriana se mudó a Buenos Aires hace diez años. Se dedicó a escribir libros que arrasaron. Con el aire crudo de las orillas, Selva impregnó la nueva narrativa argentina. Escribió “El viento que arrasa”, “Ladrilleros”, “Chicas muertas”.
Y un día, le llegó una propuesta inesperada: participar en el rodaje de “Zama”, la película que proyectaba Lucrecia Martel (inspirada en la novela de Di Benedetto), para escribir lo que percibiera.
Si bien todo parecía indicar que la cosa iba por el “cuaderno de rodaje”, tenía total libertad. Además no iba a quedarse los dos meses enteros de filmación. Iría, vería, anotaría...Tenía la agenda complicada y significaba, otra vez, abandonar la casa de los tilos, pero se embarcó para Formosa. Lucrecia Martel había sugerido a los productores que, si iba una escritora, la llamaran a ella.
- ¿Ya habías tenido contacto con la obra de Di Benedetto?
- No sé cómo llegó “Zama” hace años a mi biblioteca. No me acuerdo quién me lo regaló. Leí el principio y lo dejé. No me enganché o no era el momento. Una noche, un amigo lo vio en el estante y alucinó. Me lo pidió prestado y, al devolverlo, me dijo que era fascinante.
Contagiada por su entusiasmo lo encaré de nuevo. Y esa vez, claro, entré.
Ahora que está leyendo “Río de las congojas”, de Libertad Demitropulos, Selva siente algunas afinidades con esa “lengua construida” por Di Benedetto, la que el mendocino eligió para dar voz a su personaje en un hipotético siglo XVIII y en una zona marginal de las colonias.
Hay cierta atmósfera que le resulta cercana: los seres que deambulan por esos territorios, entre pesadillescos y protocolares, antes de convertirse en naciones.
- Tierras de nadie.
- Eso.
- ¿Y qué viste?
- Bueno, mi primera preocupación era tratar de ser invisible. Un rodaje de esas características implica un equipo grande: cada uno tenía su rol, bien claro. Las jornadas de trabajo eran largas y la dinámica, constante. Yo al principio era como un sapo de otro pozo. Me parecía que no estaba haciendo nada útil y no quería molestar. Quería camuflarme con la naturaleza, con los matorrales.
Ríe porque, precisamente, en ese camuflaje encontró su foco de atención. “Eso que está en todo lo que escribo: la naturaleza”.
Claro que antes intentó por otros senderos. Primero se le ocurrió que podría escribir sobre la espera de “Zama” como film, sobre esa supuesta maldición de no poder llevar la obra de Di Bendetto a la pantalla, sobre el rodaje trunco que inició Sarquís en los ‘80.
Se sabe que el propio Di Benedetto se frustraba porque no alcanzaba a ver las adaptaciones fílmicas de sus escritos. En 1959, luego de que escribiera el guión para la versión de su propio cuento “El juicio de Dios” que, con el título de “El inocente”, recibió un premio del Instituto Nacional de Cinematografía, tuvo su primera decepción. Nunca llegó a filmarse. No se supo por qué.
Tal vez, quedó atrapado en la burocracia. Lo que sí llegó a la pantalla un año después fue “Álamos talados”, la adaptación de la novela de Abelardo Arias que él guionó.
En 1984, el cineasta argentino Nicolás Sarquís se aventuró a rodar “Zama” durante tres semanas en Paraguay. La novela escrita por el mendocino en 1956 parecía concretarse en el cine.
Sarquís, amigo de Di Benedetto, con quien además compartió el exilio en Madrid a finales de los años ‘70, convocó a un elenco con chapa internacional: la española Charo López en su momento de esplendor, su compatriota Mario Pardo y los locales Lito Cruz y Cipe Lincovsky, en pleno ascenso. Según Charo López, “Zama” sería la gran película latinoamericana, “la que mejor podría expresar ese mundo mítico de esta parte del continente”.
Selva consiguió ese guión. Lo leyó. Entrevistó a Sebastián -hijo de Sarquís- que a los 15 años participó en esa producción como claquetista.
¿Qué pasó aquella vez? El periodista Miguel Briante, que estuvo en ese rodaje, avizora los problemas en una nota titulada “Zama puede volver al olvido por el embrujo guaraní”. Entre otras cosas, menciona diferencias culturales en el equipo y la falta de concentración de los actores paraguayos.
“Me está pasando lo mismo que a él”, dijo Sarquís comparándose con lo que le pasó a Herzog con el film “Fizcarraldo”. Una odisea.
Detrás del matorral
Como una espía entre las hojas, a Selva comenzó a llamarle la atención otra cosa. Esa comunidad extraña que se había formado. “Hacer una película en Formosa, con actores de las comunidades Qom, guaraníes y pilagás, con la gente del barrio Nam Qom: es como si aterrizara una nave que altera -por un tiempo- la vida de todos sus habitantes”.
Y en eso se centró: en los actores no profesionales. Miembros de las comunidades originarias que, acaso por primera vez, iban a actuar en una ficción y no “hacer de sí mismos” como les pedían en los documentales. En la charla que tuvo con Teresa Rivero, que lleva adelante un comedor comunitario en el barrio.
O en la decisión de una anciana que había sido convocada para una de las tomas: “Ella nunca salía de su casa. La fueron a buscar a unos 30 kilómetros. Ciega, callada. Cuando le ofrecieron quedarse en el hotel con todo el equipo, ella se negó.
Quiso irse al barrio, donde hay más familias Qom”.
- ¿Y Lucrecia? ¿Cuál fue tu percepción de su manera de filmar?
- Me impresionó que estuviera en todo, en cada detalle. Si había que correr un cacharro para la toma, lo hacía ella, no mandaba a nadie. Jamás levantó la voz. Y eso fue muy significativo para mí. Porque a veces uno piensa que, si ves el detrás de cámara de un artista, te podés decepcionar al descubrir ciertas actitudes de la persona.
- Miedo a que se te caiga el ídolo.
- Y no. Al contrario. Todos -pero todos- la aman. Tienen un nivel de respeto y afecto hacia ella que es recíproco. Charlé con gente del equipo que tenía otras contrataciones previas y, cuando supieron que iban a trabajar con Lucrecia, ni lo dudaron. Dejaron lo que fuera por estar en “Zama”. Eso vi, amor.
Avistamientos
Volvemos a la casa de los tilos.
- ¿Qué estás escribiendo ahora?
- Un guión.
Contesta como si recién se diera cuenta de cómo la está seduciendo el cine.
El proyecto que ahora la ocupa es, igual, apasionante. Junto al director entrerriano Maximiliano Schonfeld, Selva está escribiendo un guión de ciencia ficción.
- ¿Paranormal, futurista o...?
- Abducciones.
- ¡Ufología entrerriana!
Selva cuenta sobre Victoria, tierra de avistamientos, y sobre el Museo del Ovni que guarda trozos de meteoritos.
El 28 de este mes será el esperado estreno mundial de “Zama”. En un futuro cercano, veremos la película que Selva está escribiendo ahora, tal vez con otros personajes que esperan. En este caso, señales del espacio.