El comienzo de año ha sido bastante nefasto con referencia a la gran cantidad de incidente viales que ocurren en rutas y calles mendocinas, que derivan en personas fallecidas y heridos graves con distintas secuelas. Ocurre que en nuestra provincia se maneja mal y esa inhabilidad para conducir vehículos se traduce en innumerables tragedias, muchas de las cuales se podrían haber evitado con el solo requisito de conducir a velocidad moderada.
Un estudio a nivel nacional y que involucra a nuestra provincia, realizado por una empresa comercial, logró determinar que muchos padres reconocen su papel a la hora de educar a sus hijos al volante, pero admitieron que los amigos también tienen participación en ese proceso.
Precisamente desde estas columnas hemos reiterado la necesidad de que sea el ámbito familiar el primero desde donde deben partir nociones elementales sobre cómo manejar a la defensiva y poder sortear, o directamente evitar, los peligros que se pueden presentar en la vía pública y al volante de un automotor.
Un 59% de los consultados por la agencia que hizo el estudio declaró haber hablado con sus hijos acerca del tema y la mayoría de ellos señalaron que los 10 años es la media de la edad de inicio en los diálogos. En tanto, 89% obtuvo resultados positivos de las charlas mantenidas.
Los datos obtenidos son de especial relevancia, sobre todo si se tiene en cuenta la difícil situación por la que pasa la provincia. Vale recordar que en enero se produjo una víctima fatal casi a diario (27 fallecidos en 31 días) y que de ellos 40% eran menores de 18 años.
Según datos de Luchemos por la Vida, hubo 301 fallecidos en la provincia durante 2015, contra los 334 de 2014 y 369 en 2013, con lo que se observa una disminución sostenida que debería mantenerse en el tiempo, aunque todavía es alta la tasa de mortalidad registrada.
Una de las causales de siniestros fatales es el consumo de alcohol antes de conducir y, aunque esta circunstancia no es patrimonio exclusivo de los jóvenes, porque hay muchos casos de siniestros provocados por adultos borrachos, es imperioso que los padres se involucren en el tema y traten de inducir a sus vástagos en la adopción de mecanismos defensivos para evitar incidentes graves.
Hay varios mecanismos y uno muy efectivo es el del conductor sobrio, es decir aquel integrante del grupo que no bebe durante la estadía en el lugar al que todos fueron a bailar.
Otra entidad que lucha contra el flagelo, Luchemos por la Vida, estableció que 47% de los muchachos no conocía el límite de alcohol tolerado y que 65% no creía que un vaso afectara su capacidad de conducir.
Entonces, en los hogares donde hay adolescentes y jóvenes, la mejor manera de enfrentar estos problemas es generando más diálogo entre padres e hijos, aunque no sea una fórmula mágica para frenar la escalada de accidentes.
Lamentablemente en muchas casas de familia, de "eso" prácticamente no se habla entre sus componentes.
El psicólogo Miguel Espeche considera que el "papel paterno es imprescindible a la hora de enmarcar y dar ejes de referencia a los hijos en los distintos momentos del desarrollo vital que ellos van teniendo".
Tampoco estaría mal discutir el papel de la educación formal e informal y de los medios en la lucha contra este flagelo.