Seguridad vial: la enfermedad silenciosa y la muerte oculta - Por Eduardo Bertotti

Seguridad vial: la enfermedad silenciosa y la muerte oculta - Por Eduardo Bertotti
Seguridad vial: la enfermedad silenciosa y la muerte oculta - Por Eduardo Bertotti

Nos encontramos a días de poder analizar la siniestralidad vial grave del año 2019. Nuestros equipos trabajan en ello. Pero ya al cierre del mes de octubre advertíamos que “faltando dos meses para el cierre del año” habíamos superado la cantidad de siniestros de 2018.

También se aproxima el cierre de la Década Mundial de la Seguridad Vial en donde Argentina se había comprometido en la ONU y la OMS a reducir en 2020 a la mitad las muertes viales acaecidas en 2010 (con suerte apenas las superaremos).

El fracaso en la materia es evidente. Hacia fines de la década del ’80 el ISEV mostraba a la sociedad que cada argentino tenía la probabilidad estadística de sufrir un siniestro vial grave cada veinte años. Treinta años después ¿cuál será esa probabilidad?...

El Estado, salvando algunas excepciones, nos ha mentido “ocultando muertos bajo la alfombra”. ¿Cómo puede ser que para el Estado, oficialmente, por más que pasaron los años, se sumaron usuarios a la vía pública, se incrementó el parque automotor, creció la población y las actividades en la vía pública, las víctimas fatales por año no incrementan su cantidad -ni descienden- como resultado de un accionar exitoso (rara vez superan los 6.000 muertos desde 1982)?

Por ello hasta los datos al respecto, de una asociación seria y de buena fe, desde 1995 a la fecha (¡casi un cuarto de siglo!) da sistemáticamente la misma cantidad de muertos por año (de 20 a 22 muertos por día). ¿Por qué?: porque se basa en los datos oficiales para su proyección a 30 días. Tan sólo el parque automotor se duplicó en el mismo período de tiempo.

Nos mienten…  nos mentimos. Y mientras, el siniestro vial, una verdadera enfermedad silenciosa, se constituye en la principal causa No natural de muerte y lesión de los argentinos.

Nos afecta y mata (no sólo físicamente, lo que más crece son los familiares de víctimas viales) y nada hacemos para evitarlo, como la rana sumergida en el agua de una olla que va calentando despacio hasta hervir.

“Pese a la evidencia, quienes tienen la responsabilidad de mitigar esta crisis de salud pública siguen recurriendo a frases hechas, políticamente correctas pero ajenas a la realidad, como toda respuesta. Así, los funcionarios se igualan a los millones de ciudadanos de a pie que consideran que los siniestros viales son tragedias inevitables, accidentes, cosas que pasan y con las que hay que resignarse a convivir”, señalaba en septiembre pasado Pablo Martínez Carignano hoy, el actual director de la Agencia Nacional de Seguridad Vial.

Resulta esperanzador su pensamiento y apoyaremos para concretarlo en los hechos. Necesitamos más “políticas públicas” y menos “frases hechas, políticamente correctas”.

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