Seducidos por la simetría

Seducidos por la simetría
Seducidos por la simetría

A la decisión de unificar la fecha de las elecciones bonaerenses con las presidenciales de octubre la estiró María Eugenia Vidal hasta el límite, donde el macrismo ya había obtenido todo el rédito posible con la difusión de incertidumbre.

No era necesario prolongar la dilación. El calendario de comicios provinciales en el resto del país ya estaba definido en su primer dato estratégico: casi todas las provincias en manos de la oposición despegaron sus elecciones locales y el rosario de fechas ya está tempranamente en marcha. Equivale a decir que ningún candidato opositor a la presidencia tendrá plena tracción de esos distritos en octubre.

El jefe de gobierno porteño también sumó su territorio para Mauricio Macri. Como en los días felices del gradualismo, regresó el proyecto de la triple reelección. Macri, Vidal, Rodríguez Larreta. Porque el segundo dato estratégico también parece evidente: la disputa presidencial será contra Cristina Fernández y en su reducto del conurbano bonaerense. El mismo que Vidal conquistó partiendo desde la trinchera de la Ciudad Autónoma.

La primera fotografía del escenario electoral muestra una constante curiosa. También un contraste previsible.

Esta es la búsqueda de reelecciones en casi todos los distritos. Allí donde las leyes no lo permiten, los interesados saltan por encima de las leyes. Pero todos quieren seguir.

El dato es curioso porque según el discurso público dominante, la crisis económica es tan dura que sólo unos cuantos altruistas imbuidos de un profundo sentido patriótico estarían dispuestos a continuar inmolándose en el servicio público.

Habrá algunos, ciertamente. Pero llama la atención la unanimidad, la extensión y el compromiso vocacional del voluntariado.

Hay otras explicaciones posibles. La primera es que el ajuste tenga en realidad algunos matices menos dramáticos que los declamados, al menos para el sector público donde son protagonistas centrales esos actores políticos. La segunda posibilidad es que el fin de la retracción económica sea considerado por ellos como una certeza de mediano plazo. Saben que se aproximan mejores tiempos, de esos que facilitan el sacrificio patriótico en la administración.

Pero en el mapa robusto de las reelecciones también se puede advertir uno de los contrastes previsibles del escenario electoral: la enorme mayoría de las provincias gestionadas por la oposición están en condiciones de superávit fiscal, mientras la Nación hace ingentes esfuerzos para llegar al déficit cero.

Esa circunstancia es el resultado de las negociaciones a las que el Gobierno nacional tuvo que acceder para sortear su condición de minoría en el Congreso. El peronismo otorgó los votos para el endeudamiento que aceitó el gradualismo y para la astringencia obligatoria cuando terminó.

En la marea alta, a cambio de recursos y obras para sus territorios. En el reflujo, a cambio de que la Nación reinstaure retenciones. Esta presión fue denunciada como predatoria por el oficialismo pero de ninguna manera riñe con la lógica de los antecedentes. La oposición hace oposición.

Pero la ola de reelecciones opositoras es también la consecuencia de una estrategia errática del macrismo en aquellos distritos donde no es gobierno.

De un lado, el ministerio del Interior se transformó en un gestor de beneficios para las provincias a fin de conseguir sus votos en el Parlamento. Con la promesa inconfesada de captar en el camino voluntades opositoras disidentes que ampliarían la base electoral de Cambiemos. Ocurrió lo primero, es deuda lo segundo.

De otro lado, la Casa Rosada se obstinó en buscar emergentes paladar negro de lo que denomina la “nueva política”, en cada distrito adverso. Destinó a ese empeño una atención privilegiada en desmedro de sus aliados preexistentes. No consiguió prohijar ninguna candidatura competitiva y sus aliados quedaron -peor que enojados- desvalidos ante los respectivos gobiernos de provincia.

Traducido en mejor romance: la potenciación mutua de las estrategias opuestas de Rogelio Frigerio y Marcos Peña ha puesto el mapa de Macri otra vez en manos de Vidal.

A simple vista, el recuento de distritos aparece como una polarización muy asimétrica. Donde el peronismo quintuplica en territorios al macrismo. La ecuación tiende a ser más pareja si se comparan los padrones. Buenos Aires, provincia y ciudad, concentran una vasta densidad de electores.

Mendoza y Jujuy todavía no se alinearon como Larreta y Vidal, pero operan allí variables distintas.

Son provincias gobernadas por el radicalismo. Con lógica irrefutable, los gobernadores Alfredo Cornejo y Gerardo Morales le insinuaron a Macri que primero debía unificar los criterios de su propio partido.

La polarización en apariencia asimétrica que se observa en el mapa de las reelecciones no es la única.

Los alfiles parlamentarios de todas las fuerzas políticas ya sondean la agenda del Congreso. Todo parece indicar que las propuestas se someterán a la polarización discursiva que les impone su diseño electoral.

Para la oposición sólo hay registro discursivo de los efectos de la recesión económica. El oficialismo sólo enfatiza los daños provocados por la corrupción kirchnerista y promueve medidas para dar respuesta a la demanda por la inseguridad.

En términos ideológicos, uno de los polos ya se asumió como populismo de izquierda.

El otro vacila entre sostener su identidad originaria de centro liberal o ceder a la tentación de moda, el populismo de signo opuesto.

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