Las secuelas que deja la baja producción

La helada tardía de setiembre, que provocó serios daños en la producción de frutas, se traslada ahora a la gran cantidad de puestos de trabajo que han quedado afectados en galpones de empaque y en la industria. Las perspectivas son por demás preocupante

Las secuelas que deja la baja producción

Si bien es cierto que en los números generales de ingreso de divisas a la provincia no ocupa un lugar de vanguardia, la actividad agrícola es fundamental para Mendoza en razón de que es generadora de un importante valor agregado.

Tanto la fruticultura como la horticultura se convierten en una fuerte demandante de mano de obra, que se mantiene a lo largo del año, en las tareas culturales de poda y mantenimiento de las fincas, que se incrementa durante la cosecha y que se multiplica luego con la elaboración de los productos. Debe consignarse en este aspecto que sólo una parte de lo que se produce es enviada en fresco a los mercados, mientras el resto -el porcentaje mayor- es industrializado.

El año que recién termina se complicó duramente por la helada tardía de mediados de setiembre que encontró a los frutales en floración causando daños importantes. El problema se traslada a los primeros meses del año en curso, en razón de que caerá seguramente la actividad en las industrias.

Según se afirma, en el caso de la uva las pérdidas por la helada alcanzan al 10 por ciento aproximadamente, valor tomado con la cosecha del año pasado, que fue sobreabundante.

Pero esos escasos daños del inconveniente climático se potencian como consecuencia de los bajos precios que se mueven en el mercado. El vino podría ser tomado como ejemplo de lo que sucede con los serios problemas de competitividad a que deben enfrentarse los empresarios argentinos para poder mantener sus mercados externos, como consecuencia de un dólar desfasado

-aún a pesar de la recuperación de los últimos dos meses- y una inflación creciente. Esa falta de competitividad y un mercado interno que ha caído en los últimos años, han provocado que los precios, tanto de la uva como del vino, se encuentren muy bajos y afecten esencialmente a los productores.

Ya hemos hecho alusión en esta columna a lo que sucede con el aceite de oliva, que también sufre los inconvenientes de la competitividad. En ese marco, además de los precios bajos, los productores han tenido grandes pérdidas a raíz de la helada en otros rubros. Según se afirma, la helada afectó al 66 por ciento de la producción de durazno para industria y al 82 por ciento del que se consume en fresco; al 85 por ciento de la producción de cerezas, al 71 por ciento de la ciruela para industria y al 90 por ciento de la que se consume en fresco.

Las señales de alerta que se encendieron con la helada y la caída de la producción, se convirtieron ahora en rojas, cuando se toma conciencia de lo que puede suceder respecto de la demanda de mano de obra. De acuerdo con los propios actores del sector, la industria empleará este año a la mitad de los trabajadores que se desempeñaban en el sector de las frutas de carozo y otro tanto sucede con la aceituna en conserva, mientras en el caso de los galpones de empaque se estima que mantendrán a sólo tres de cada diez trabajadores.

El gran desafío para la dirigencia política en general es encontrar los caminos que permitan paliar la difícil situación, mientras al Gobierno le cabe la responsabilidad de reclamar el necesario apoyo de parte del Poder Ejecutivo nacional, con la seriedad y celeridad que la situación exige. No sólo están en juego los puestos de trabajo temporarios, sino que el problema se extiende hacia los productores que, sin haber podido cosechar, deberán hacer frente a un nuevo período agrícola.

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